Usted está aquí: lunes 23 de mayo de 2005 Deportes Un asado de boda en La Faraona de San Luis Potosí

Bares taurinos

Un asado de boda en La Faraona de San Luis Potosí

LUMBRERA CHICO

Cada vez más cerca de la historiografía que de la historia -porque ésta es un ser vivo que palpita y se desarrolla a cada instante-, la fiesta brava en México tiene un aspecto que quizá no ha sido atendido por los estudiosos que se encargan de registrar sus manifestaciones a lo largo de los siglos. No lo sé de cierto pero mucho me temo que no hay, por lo menos en forma de libros, trabajos de investigación y rescate que den cuenta de los restaurantes, bares y cantinas consagrados al culto de la tauromaquia.

En este espacio se han hecho esporádicas alusiones a rincones taurinos de la ciudad de México, tales como El Tío Luis, de la colonia Condesa, o El Taquito, de la colonia de El Carmen, allá en el centro de la capital, y también, por qué no, a escenarios semejantes en Tijuana, Guadalajara, Mazatlán y Monterrey.

De eso hablábamos, por cierto, un grupo de aficionados algunos días atrás en un minúsculo pero fascinante bar taurino del bellísimo centro histórico de San Luis Potosí, un auténtico agujero en la pared de una calle invadida por las tiendas portátiles del comercio ambulante, un escondite secreto llamado La Faraona que, así son los curiosos caprichos de la vida, dirige una señora colombiana que años ha, muchos, casó con un oriundo de la localidad y engendró una preciosa hija que ahora atiende la caja y sirve las mesas con la sonrisa en flor.

Fue allí, entre los sabores típicos de la cocina potosina -como esa intensa mezcla de carnes y chiles que da por resultado el famosísimo "asado de boda"- donde me contaron el origen de una de las canciones más importantes del folklore nacional. Reza la leyenda que allá por los años 30 llegó a San Luis el popular compositor y cantante Pepe Guízar para ofrecer un concierto en el concurrido Teatro de la Paz. Ya se retiraba cuando se introdujo en su camerino el temible Gonzalo N. Santos, el alazán tostado, conocido también como el hombre de los tres yerros, pues su lema para tratar a sus adversarios consistía de tres momentos: "encierro, destierro y entierro".

Dicen que le dijo oiga usted, mucho gusto, muchas felicidades, don Pepe, qué bonito cantó, pero yo vengo a darle una molestia, sí, hombre, fíjese que San Luis Potosí no tiene una canción que se oiga en todo México y usted la va a componer si es tan amable. Al oír esta andanada el artista respondió que sería un honor para él escribir la pieza que el señor gobernador quería pero por desgracia, dijo, yo sólo compongo por inspiración y no por encargo. Pues me va a perdonar, lo cortó el asesino, pero usted o me escribe la canción o sale de aquí con los pies por delante, y sabe qué, no se le ocurra escaparse porque donde lo encuentro lo mato. De esta suerte Pepe Guízar, en ocho días, asesorado por los vates locales, terminó su Acuarela potosina que empieza mintiendo: "Yo soy de San Luis Potosí, es mi barrio San Miguelito...".

 
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