La Jornada Semanal,   domingo 22 de mayo  de 2005        núm. 533
 

Miguel León-Portilla

Una antigua leyenda

ANOCHECER

Poco a poco las radiaciones de las masas nevosas se apagaron, y la cima del volcán fue envolviéndose en la oscuridad transparente de la noche, en cuyo fluido misterioso comenzaron a brillar las estrellas...

Dr. Atl


Las siluetas, nevadas en lo alto, de la Mujer Blanca, Iztaccíhuatl, y el Monte que Humea, Popocatépetl, se dibujan en el cielo azul durante los pocos días claros que aún tenemos en el Valle de México. Son ella y él centinelas de la antigua gran Tenochtitlan, convertida hoy en megalópolis, dicen que la más grande del planeta.

Los tlahcuilos, escribanos-pintores, esbozaron sus siluetas en sus libros, los que llamamos códices, como en el Xólotl y el Telleriano-Remense. Muchos viajeros, llegados de los cuatro rumbos del mundo, quedaron fascinados al contemplarlos, a ella y a él. Y existen asimismo leyendas y otros relatos indígenas, algunos en lengua náhuatl, que nos hablan de la Iztaccíhuatl y el Popocatépetl.

Aquí voy a traer a la memoria uno de esos relatos. Lo debemos a doña Luz Jiménez, extraordinaria mujer, oriunda de Milpa Alta al sur de la Ciudad de México. Nació hacia 1895 y murió en la misma ciudad en 1965. Hablante nativa de náhuatl, quiso ella ser maestra y lo logró, aunque sólo en parte. Entre otras cosas enseñó su lengua y estuvo asimismo en relación con los grandes pintores Diego Rivera y Jean Charlot. Posó para ellos y su imagen quedó en los muros de la Secretaría de Educación Pública. A la misma doña Luz acudieron varios antropólogos, entre ellos Roberto Barlow y Fernando Horcasitas.

A este último transmitió en náhuatl sus recuerdos en los años de la Revolución que ella vivió intensamente. Sus palabras las transcribió Horcasitas en un libro, que es ya clásico en la literatura náhuatl moderna: De Porfirio Díaz a Zapata. Memoria náhuatl de Milpa Alta, publicado por la UNAM en 1968 y después en varias reimpresiones.

Años después, el mismo Horcasitas y una discípula suya, Sara O. de Ford, reunieron varios de los otros relatos, cuentos y memorias de la misma doña Luz (Los cuentos de doña Luz Jiménez, UNAM, 1977). El que a continuación reproduzco habla precisamente de los amores que, se decía, había tenido un noble mexica, de nombre Chimalpopoca, con una hermosa doncella llamada Malintzin. Madeja de mitos y recuerdos dan forma al relato. Inesperado e imaginario desenlace de éste es que Malintzin resultó ser hija del señor Moctezuma. Disgustado él con las pretensiones de Chimalpopoca lo condenó —si es que esta fue una condenación— a dormir para siempre al lado de Malintzin. A la vez Moctezuma cambió a ambos de nombre. A ella la llamó Iztaccíhuatl y a él Popocatépetl. En dos grandes volcanes se convirtieron. Su destino iba a ser cuidar para siempre a la gran ciudad.

Estas son las palabras de doña Luz, tanto las que pronunció en náhuatl como la nueva traducción al español que he preparado de ellas:

El nombre de esta doncella es Iztaccíhuatl Mujer Blanca. Contaban que ella era hija del señor Moctezuma. Se decía que él tenía a esta hija y que, siendo la única, mucho la amaba.

Un muchacho que se llamaba Chimalpopoca quería hacer su mujer a Malintzin. El padre de ella, Moctezuma mucho se disgustó, dijo: Chímal, ¿no oyes lo que te digo? Me haces enojar y te voy a mandar que duermas para siempre al lado de mi hija. Ella se llamará Cihuapiltépetl, "Monte de la Noble Señora". Y tú tendrás por nombre el de Popocatépetl, "Monte que Humea".

Así se van a quedar ustedes dos en los montes, allí habrán de vigilar. No quiero que vengan acá gentes de Castilla ni tampoco los de panza blanca, los chilangos. No quiero que alguien haga llorar a los macehuales, la gente de mi pueblo.

Inin ichpocatl itocan Iztaccihuatl. Tlanonotzaloya quemen ichpocatl iconeuh inin oquilhuiaya in Motezuma. Omihtohuaya mach oquipiaya ichpocatl. Ican cente conetl coza huel miac oquitlazotla itahtzin.

Oyec ye ichpocatl ihuan ce telpocatl itoca in Chimalpopoca oquinequia mocihuauhtiz itloc Malintzintli. Tahtli otlahuelcuic. Ahmo ocahuilizcahuaya ichpocatl. Otlahuelcuic tahtli huan quilhuia: "Chimal ¿ahmo titlacaqui tlen nimitzilhuia? Tinechtlahuelcuitia ihuan nimitztitlaniz ticochtaz cemicatl itloc nochpoch, tlen quihuicaz itoca in Cihuapiltepetl ihuan tehuatl timotocatiez tiPopocatepetl. Ihquion ica namocahuazque ipan tetepe; nantlaxotizque. Ahmo nihnequi hualazque caxtilteca nozo cuitlaxcoliztaque. Amo nihnequi aca quinchochohtiz macehualtin.

Y así, en efecto, ha sucedido. La bella Malintzin y su compañero Chimalpopoca, convertidos en Mujer Blanca y Monte que Humea, siguen siendo guardianes celosos del gran valle. Uno y otro muy cerca se hallan. Y su amor perdurable se vuelve radiante belleza en los pocos días claros que aún tenemos aquí a lo largo del año.