ANGÉLICA ABELLEYRA MAYA GODED: SEGUIR HUELLAS DE VIDA Le gusta descubrir vidas, develar cuerpos que, más allá de piel y sexo, son testigos de desamor y anhelos; adivinar las historias truncas de niñas desaparecidas; hurgar en la memoria de los familiares que permanecieron, igualmente heridos y vulnerados; capturar los suspiros que conforman los paisajes y penetrar en las entrañas de lo que ve, trascendiendo la imagen capturada. ![]() A Maya Goded (DF, 1967) le importa comunicar. Pero más que con palabras lo hace con fotografía. Siempre visual, decidió desde niña expresarse con imágenes porque era testigo de sucesos que debían mantenerse secretos. Su familia de refugiados españoles estuvo ligada a la política. Su padre fue encarcelado en el 68 y Maya no podía platicarlo en la escuela. Y, así como ésta, muchas situaciones las observaba sin hablar. "Siempre tenía la duda de que si lo que veía era verdad. Decidí tener las pruebas." Primero hizo pininos en la pintura y luego sus estudios en sociología canalizaron su interés en la investigación y en la fotografía documental. La foto se convirtió, así, en su prueba de lo ocurrido. Su formación técnica fue en la Escuela Activa de Fotografía, el Consejo Mexicano de Fotografía y talleres de verano en Nueva York. Sin embargo su aprendizaje integral se dio al lado de Graciela Iturbide, con quien aprendió a armar proyectos y recibir crítica dura; también a acercarse a la gente y a establecer un nexo transparente entre vida y trabajo. Por eso, de la misma manera que Iturbide espejea en su obra sus momentos vitales, Goded refleja en sus series fotográficas los instantes personales llenos de luz o nubes de tristeza. A veces dice se espanta al recorrer las imágenes que ha captado de la Ciudad de México (1997-2004), llenas de desolación, basura y falsedad. Esa serie gris coincidió con una etapa personal dura, donde se sentía vulnerable. Otra serie que la marcó fue en torno a mujeres desaparecidas en Ciudad Juárez y Saltillo (2004-2005), a partir de la vida de sus familias, los recuerdos, la tristeza y rabia. Por fortuna, desarrolló de forma paralela otros proyectos, como el de prostitutas en La Merced, el amor/desamor (1996-2000) que a pesar de contener pasajes crueles, vislumbran cierta esperanza. En estas series y en anteriores, como aquella célebre de la negritud en las costas de México (Tierra negra), busca capturar los paisajes geográficos y humanos, siempre rompiendo prototipos de belleza o edad. Investiga, reúne testimonios, ahonda en la vida de los seres y se involucra en su forma de sentir, estrategias que aprendió como socióloga de la UNAM y en su paso por el Instituto Nacional Indigenista y la Dirección de Culturas Populares, por los cuales trabajó con mazahuas y tarahumaras. Ganadora de los premios internacionales Mother Jones, Eugene Smith y la Beca Guggenheim, forma parte de la prestigiosa agencia fotográfica Magnum desde hace tres años. Allí tiene el menor rango, sonríe, "mucha libertad y pocos derechos pero estar allí te abre puertas en el mundo". Ser parte del equipo le ha ayudado a funcionar bajo presión, sentirse menos insegura al dar pláticas a estudiantes y confrontar su trabajo con los colegas que integran la agencia. Cabe señalar que Maya es la única latinoamericana en Magnum, lista a la que se añaden pocas féminas más: la francesa Lise Sarfati, la belga Martine Franck y las estadunidenses Eve Arnold y Susan Meiselas. Por otra parte, de Latinoamérica han estado los brasileños Sebastiao Salgado y Miguel Rio Branco. La maternidad le cambió su visión de vida, la hace sentirse más vulnerable y necesaria para sus dos hijos. También le ha ayudado a enfocar cada proyecto y evitar la dispersión que tan bien se le da. Lo que viene rara vez lo sabe a plenitud. Es mala para planear y cuando trata de sacar su lado racional nada funciona. Por eso se mantiene abierta a lo que la vida le conduce, aunque en el camino haya recovecos de letargo y perdición que la puedan llevar a senderos de sorpresa. Por lo pronto está a punto de concluir el tema de las desaparecidas y a principios de 2006 presentará su libro de sexoservidoras, La Plaza de la Soledad. Mientras, espera tomarse unas vacaciones porque se halla agotada con la serie de jovencitas muertas. Y escucha la recomendación de su hija María, cuando la anima a que su siguiente enfoque sea en los animales en la ciudad. Le encanta la idea de retratar desde cucarachas hasta lo que sus ojos escudriñen en los recovecos de esta fiera y entrañable casa que compartimos seres y cosas. |