Don Quijote cabalga en el margen
Don Quijote, monarca sin séquito ni ejército. Su reino no tenía fronteras y sólo conocía la guerra con los molinos de viento. No tenía más enemigos que los de la naturaleza, porque era un caballero solitario al margen de la civilización. Iba a chocar con al autoridad representada por el rey, el honor, la unidad y la prohibición de la diversidad.
Don Quijote fue un marginal de lo institucional y se identifica con los otros marginales: los gitanos, los moros, los locos, los excluidos.
Se identifica con esos gitanos que son una raza antigua y misteriosa que cumple un destino oculto y lleva a rastras una ''maldición desconocida". Pide dinero a los payos (los civilizados) con una mueca de burla.
Y baila por lo cañí en las noches hasta que lo sorprende el alba. Baile que quizá sea danza y conjunto, rito y plegaria en torno del dolor que sin poder representarse busca salida en lo corporal, entre quejido y lamento, entre ternura y erotismo, entre vida y muerte.
Asimismo, los gitanos liberan a la mujer (al igual que Don Quijote) y le permiten expresar su esencia libidinal. El macho gitano cumple el papel secundario del zángano de las colmenas. Es únicamente el conservador de la especie. La hembra gitana es la que trabaja, enreda en sus artes la picardía, la bolsa y el parné de los payos, y cumple así con la misión remota de su raza. Echadora de cartas, clarividente, lectora de las rayas de la mano, ve a distancia o en los espejos mágicos y distingue el camino de la muerte sabedora de los hechizos del amor y la venganza.
Raza gitana, raza nómada como Don Quijote que funde el amor y la muerte en sus comuniones de sangre y superstición (¿bodas de sangre?) y andan y andan al son del pandero en erótico aquelarre de cante y baile. La mujer gitana, la ''gran madre", encuentra eco en la mujer cervantina, en la amada de Don Quijote.
En un interesante artículo, Ruth El Saffar destaca la importancia de la madre y el poder de la mujer libidinal en Miguel de Cervantes y en este punto El Saffar lo asocia con el imaginario lacaniano.
En palabras de El Saffar, citando a Lacan, el niño evita entrar en el orden simbólico y permanece en el imaginario cuando se niega a rechazar la figura materna.
Aquí cabe enlazar con Cervantes en cuanto al tipo de relación que establece (él y su obra) con la mujer. Para ello conviene asociar con el discurso de Don Quijote, donde rememora la edad cuando la Gran Madre daba a los hijos de la tierra todo lo que demandaban. La belleza y hondura del discurso bien merece una cita textual: (...)''Aún no se había atrevido la pesada reja del corvo arado a abrir ni visitar las entrañas piadosas de nuestra primera madre; que ella, sin ser forzada ofrecía, por todas las partes de su fértil y espacioso seno, lo que pudiese hartar, sustentar y deleitar a los hijos que entonces la poseían".
Más adelante evoca la época en que las doncellas podían ejercer control sobre sus propios cuerpos:
''Las doncellas y la honestidad andaban, como tengo dicho, por dondequiera, solas, y señeras, sin temor a que la ajena desenvoltura y lascivo intento las menoscabasen, y su perdición nacía de su gusto y propia voluntad".
Para Don Quijote reina la Gran Madre y como corolario sus hijas son dueñas de su propia sexualidad, lo que las coloca en el lugar de seres libres.
Con ello, a decir de El Saffar, Don Quijote reta nada más y nada menos a la ideología dominante de la época en cuanto al mito del origen se refiere. En contra de las presuposiciones de la concepción patriarcal del ser (Calderón de la Barca, y posteriormente Freud y Lacan) ''la mujer que se libera del control paterno no actúa de manera caótica y sin dirección, ni es verdad que los que siguen el consejo de la madre caen en vergüenza e incapacidad social".
Es en este punto en el que la genialidad de Cervantes una vez más y lo que se juega, además del lugar de la mujer, es la oposición centro/margen y ello se traduce en la constante necesidad de desenmascarar la ilusión de unidad, asunto crucial en el ser donde sí habría coincidencias entre Freud, Cervantes y Derrida.