Usted está aquí: miércoles 18 de mayo de 2005 Ciencias Sociedad y reproducción

Javier Flores

Sociedad y reproducción

Ampliar la imagen Un camar�fo filma un esqueleto durante la apertura de muestra de anatom�de Gunther von Hagens, en Heidelberg, Alemania. Hagens es conocido por su t�ica de plastificar cuerpos FOTO Afp

Los avances en el conocimiento de los aspectos biológicos de la reproducción humana han favorecido el surgimiento de nuevas técnicas que incrementan las opciones reproductivas de nuestra especie. Se trata de una auténtica revolución en la que aparecen continuamente nuevos elementos para enfrentar la infertilidad de mujeres y hombres. Pero no sólo eso: como efecto colateral se modifican radicalmente las formas tradicionales de asociación reproductiva, lo que afecta la base de la organización social. La sexualidad y la reproducción son territorios que generan gran tensión en nuestras sociedades. Las tecnologías de reproducción asistida (TRA) se convierten en el escenario en que se confrontan puntos de vista antagónicos de diferentes sectores sociales. Así, el avance de estas técnicas nos permite desnudar algunos de los aspectos principales de la relación actual entre sociedad y reproducción.

Tomemos algunos ejemplos, como el estatus marital en las TRA, la donación de óvulos, espermatozoides y embriones, o la subrogación. En todos estos casos las sociedades se expresan mediante leyes o guías que regulan las condiciones en las que estas modalidades habrán de emplearse. En el primer caso, algunas naciones limitan el empleo de estas tecnologías a parejas casadas, como en Egipto, Hong Kong, Irán, Jordania, Corea, Marruecos, Arabia Saudita, Singapur, Taiwán, Túnez y Turquía. Pero sobre esto no existe acuerdo unánime, pues hay otro grupo de países en los que está permitido el acceso a las TRA en parejas que, aunque no estén casadas, mantienen una relación estable, como en Alemania, Austria, Francia, Dinamarca, Eslovenia, Hungría, Japón, Italia, Portugal y Suiza entre otros. Estas regulaciones expresan una tendencia al control que pretende preservar la reproducción al ámbito de la pareja tradicional heterosexual y, en el primer grupo de naciones, al precepto de que el único espacio legítimo para la procreación es el matrimonio.

No obstante, existen también sociedades en las que se autoriza el empleo de las TRA en mujeres solas o parejas homosexuales, como en Australia, Bélgica, Bulgaria, Canadá, Finlandia, Grecia, Israel, Holanda, Reino Unido, Rumania y Sudáfrica. Esto muestra una nueva realidad en la que se rebasa el marco de la pareja tradicional heterosexual para dotar de una base reproductiva orgánica, por una parte a la individualidad, y por otra a la diversidad sexual, con lo que se modifican las formas de organización familiar. Si vemos estos datos no como una imagen fija, sino en movimiento, encontramos que las modalidades de aparición más reciente son las que reconocen los derechos reproductivos de las familias no tradicionales y que el contrato matrimonial como el único territorio permitido para la procreación va perdiendo terreno.

Otro caso interesante es el de la donación de óvulos y espermatozoides. Se trata de un tema muy sensible para la sociedad, pues involucra la identidad genética entre padres e hijos; pero también porque implica la participación de una tercera persona ajena a la pareja tradicional. En nuestro tiempo la consanguinidad, tan importante históricamente en la estructuración de las sociedades, se ha ligado con la identidad genética, es decir, se ha pasado de la idea de "la misma sangre" a la de "los mismos genes". En varias naciones se prohíbe emplear esperma de donadores, como en Arabia Saudita, Austria, Noruega, Túnez y Turquía. Por su parte, la donación de óvulos no está permitida en por lo menos 14 naciones. La Iglesia católica autoriza sólo el empleo de esperma proveniente del esposo y en general en los países musulmanes no se practica la donación de óvulos, espermatozoides o embriones. El comportamiento de algunas sociedades es muy semejante, en estos casos, al tema del adulterio. No obstante, en la actualidad una mayoría abrumadora de naciones permite tanto la donación de óvulos como de espermatozoides. La participación de una tercera persona rompe la noción de pareja reproductiva. En algunos países el debate se centra no en si se permite el empleo de gametos de donadores, sino si se abre la identidad de los donantes, en función del derecho de los niños nacidos mediante estas técnicas a conocer sus orígenes genéticos, como en el caso de Suecia, que en 1985 aprobó una ley que permite la disponibilidad de la identidad del donador, con lo que se involucra aún más a un tercero. Como quiera que sea, las TRA modifican el número de participantes en el proceso reproductivo.

Este cambio es aún más claro en el caso de las madres subrogadas, que se ha conocido popularmente como "alquiler de úteros". Aquí participa una tercera persona en la gestación, que innegablemente establece un vínculo biológico en el desarrollo de un nuevo ser. Aquí caben dos posibilidades, pues esta tercera persona puede ser únicamente la portadora de un embarazo por la implantación de un embrión creado con las células sexuales de una pareja o, como ocurre en algunos casos de infertilidad, puede ser al mismo tiempo madre genética, si además dona sus óvulos. Es claro que se amplía el número de participantes biológicos en la reproducción. Una tecnología más reciente, la transferencia de citoplasma, en la que se inyecta al óvulo de la madre una porción del citoplasma del óvulo de una donante, crea una modalidad completamente novedosa y sorprendente: la existencia de dos mujeres que aportan material genético al hijo, es decir, dos madres genéticas. La subrogación está autorizada en varias naciones con estrictas regulaciones; es el caso de Australia, Estados Unidos, Grecia, Holanda, Israel y el Reino Unido, entre otros.

Además de los cambios en el número de participantes, las TRA modifican el concepto de maternidad, pues hacen posible la existencia de tres tipos diferentes: una maternidad genética, una gestacional -como en el caso de la subrogación- y una maternidad social, representada por las mujeres que no aportan materiales biológicos en estos procesos, pero que participan en el desarrollo ulterior del recién nacido.

Los avances científicos y tecnológicos modifican radicalmente las formas de asociación reproductiva en la especie humana. Las TRA ensanchan las opciones reproductivas en personas infértiles y hacen posible la procreación en el seno de familias no tradicionales, cambian también el número de participantes biológicos y conceptos centrales como la consanguinidad y la maternidad. Las sociedades reaccionan de maneras diversas ante esta nueva realidad reproductiva y existe un gran debate, pero en el mundo hay ya los espacios para su desarrollo, mediante leyes y diversas regulaciones. La pregunta que surge es que si aceptamos que el control de la sexualidad y la reproducción están en la base de la estructuración de las sociedades, ¿es posible que estas modificaciones puedan conducir a cambios en las formas de organización social?

Los datos que se presentan pueden consultarse en: IFFS Surveillance 04. Fertility and Sterility 81 (5 Suppl. 4), 2004.

 
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