Prevén iniciativa de ley
Grupos indígenas exigen garantizar sus derechos
Por su vestimenta, dialecto, apariencia y color de piel, los indígenas que viven en el Distrito Federal son rechazados por muchos otros habitantes, lo cual les impide incorporarse a actividades a las que "cualquier mexicano tiene derecho", como la educación, los servicios de salud y la economía formal.
Señalaron lo anterior representantes triquis, mazahuas y otomíes que iniciaron ayer un foro de discusión para elaborar un proyecto para mejorar su calidad de vida.
Reunidos en el Museo de la Ciudad de México, coincidieron en la necesidad de tener voz y representación, porque no son una minoría. "Nosotros proponemos una iniciativa de ley, para que se nos tome en cuenta y se nos integre en los programas del Gobierno del Distrito Federal, con todos los derechos como habitantes de la capital", señaló el indígena triqui Filemón Sánchez Pérez.
Fundador del Movimiento Indígena Independiente del Distrito Federal, Sánchez Pérez afirmó que están cansados de los "discursos bonitos", y las etnias no quieren estar integradas en los grupos vulnerables, "sino tener voz y voto. Participar, evaluar, ejecutar las decisiones conjuntamente con los gobiernos".
De acuerdo con el más reciente censo del Instituto Nacional de Geografía, Estadística e Informática, en la ciudad de México viven 600 mil indígenas.
Marcelina Castillo Cruz, mazahua que llegó a la ciudad de México hace 24 años, proveniente de San Antonio Pueblo Nuevo, estado de México, reconoce que las cosas han cambiado, porque "antes ni siquiera se podía meter a los hijos a la escuela". Actualmente ya están inscritos, agregó, "pero cuando vas a las juntas ven tu ropa y a tu alrededor se hace un hueco, porque nadie quiere estar cerca de ti".
Manifestó que en ocasiones la han llamado "mugrosa, india, piojosa", y en ocasiones le han negado el alquiler de un cuarto sólo por su origen.
Filemón Sánchez refirió que muchos indígenas desde hace tiempo dejaron de vender artesanías, "porque a pocos les interesan", y ahora se dedican al comercio informal en pequeños puestos donde venden dulces, fritangas y joyería de fantasía; para ellos es difícil integrarse a la economía formal y pocos son los que alcanzan una profesión, expresó .
A pesar de los obstáculos, aseguraron que es mejor vivir en la ciudad, porque "en las comunidades hasta los cerros están secos, no hay tierra para sembrar, la gente se muere de hambre. Aquí siquiera vendes chicles y compras pan, comentó Silvia Velázquez, mazahua.