UN PACTO PENDIENTE | 16 de mayo de 2005 | ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
El
esfuerzo de los líderes políticos del Mercosur y la
Unión Europea para
concretar un tratado comercial no ha producido acuerdos concretos.
Persiste la presión de los empresarios de los dos bloques para
concluir
la negociación este año. La falta de avance es muestra de
la dificultad
para llevar a término convenios similares, como el Area de Libre
Comercio de las Américas o la discusión en curso en la
OMC.
Paulo Braga, Buenos Aires Pese a la disposición política de cerrar hasta fines de este año un acuerdo comercial entre los bloques del Mercado Común del Sur (Mercosur) y la Unión Europea (UE), el contacto está trabado y sin manera de recomenzarlo. Las partes negocian desde 1999 un acuerdo de asociación, pero el pacto previsto para fines del año pasado, no se concretó. La principal reivindicación del Mercosur es por una apertura de Europa para los productos agrícolas, mientras que la UE quiere un mejor acceso para sus bienes industriales y servicios, así como garantías de seguridad jurídica para las inversiones de sus empresas. Estas diferencias impidieron la conclusión del primer acuerdo entre bloques comerciales que no tienen fronteras físicas, previsto para firmarse en octubre pasado. La UE quería cerrar el pacto antes del cambio de la dirección de la Comisión Europea, en noviembre último. Pero lo que sería el tramo final de las negociaciones fue marcado por trabas de los dos lados. Las ofertas fueron condicionadas, del lado europeo, por la negativa para promover una apertura amplia de su sector agrícola, cuyo acceso está restringido por cuotas. El Mercosur, a su vez, cedió poco en cuanto a los bienes industriales, servicios e inversiones. En el primer caso, la responsabilidad mayor fue de Argentina, que buscó resguardar sectores de su industria que, aunque poco competitivos, tienen importancia en la generación de empleo y son políticamente sensibles. El presidente Néstor Kirchner tiene entre sus prioridades impulsar la reindustrialización después de la debacle de diversos sectores que agonizaron durante el régimen de convertibilidad con el dólar y por la apertura económica indiscriminada en la década pasada. Brasil, que estaba dispuesto a abrir parte importante de su sector industrial, consideró que la oferta europea era demasiado tímida para justificar una liberalización en servicios, inversiones y compras gubernamentales. A diferencia de sus asociados del Mercosur Argentina, Paraguay y Uruguay, Brasil mantuvo cerrados esos sectores, y hoy su apertura es la principal moneda de cambio que el país y el Mercosur tienen en sus negociaciones comerciales. Con la idea fija de que cada lado debe resguardar sus propios intereses, las ofertas intercambiadas fueron cada vez más proteccionistas, y el acuerdo fracasó. Para el ex subsecretario de Comercio Exterior argentino Félix Peña se puede explicar el fracaso de las negociaciones por tres razones básicas.La primera es la dificultad en los otros frentes de negociación comercial que involucran a los bloques regionales: las negociaciones de la Ronda Doha de la Organización Mundial del Comercio (OMC) y la negociación para constituir el Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA). Ello es así porque Europa y el Mercosur tienen dificultades para hacer concesiones significativas sin saber hasta dónde tendrán que llevar su apertura comercial en el ámbito de la OMC, donde lo que se cede tiene que ser extendido a todos los miembros de la organización. También en la Ronda Doha, que debería concluirse este año, hay dudas sobre la disposición de los países desarrollados para dejar de subsidiar su producción agrícola. El estancamiento del diálogo del ALCA tampoco ayuda, ya que el paralelismo de las dos negociaciones creaba una especie de "competencia" entre ambos procesos que actuaba en efecto como freno.
Las negociaciones con la UE se obstruyeron, además, por "discontinuidades y fragmentaciones, especialmente del lado del Mercosur, a causa de su perfil institucional", según la visión de Peña. Los negociadores europeos, cuando desean atacar al Mercosur repiten una y otra vez que el bloque sudamericano tiene un nivel institucional muchísimo más precario que la UE y, así, cuestiones básicas, como la libre circulación de mercancías en su territorio, aún no están resueltas. Al ingresar en el territorio del Mercosur, un producto extrarregional, salvo rarísimas excepciones, tendrá que pagar aranceles de importación cada vez que cruce una frontera del bloque. La tercera razón, según Peña, es la "desconexión operativa entre la visión política y estratégica de alto nivel en particular en el caso de la UE y lo que ocurría en las negociaciones". El Mercosur espera que el pacto con los europeos sea más que una asociación comercial y cree que Europa tiene que comprender sus deficiencias y cooperar para su desarrollo. En el ámbito político, la UE admite que el acuerdo significa una ayuda para que puedan mejorar las condiciones de vida de los ciudadanos del Mercosur. Pero el paso de esa disposición a los hechos, materializándose en una actitud más comprensiva de los negociadores europeos, no se ha hecho realidad. Los frustrantes resultados obtenidos hasta ahora en las negociaciones tienden a dificultar los esfuerzos para impulsarlas, pero sigue existiendo la presión empresarial para que el acuerdo se concrete. Ante la frustración de octubre pasado, dirigentes de los dos bloques han intentado dar impulso político a un nuevo diálogo. El presidente de Brasil, Luiz Inacio Lula da Silva, se encontró en enero con el titular de la Comisión Europea, José Manuel Durão Barroso, durante el Foro Económico Mundial de Davos, y manifestó el deseo de concluir las negociaciones este año. En febrero, el Foro Empresarial Mercosur-UE, que agrupa a importantes dirigentes industriales, se reunió en Luxemburgo para exigir avances. En el encuentro estuvieron presentes el comisario europeo de Comercio, Peter Mandelson, y el ministro del Desarrollo, Industria y Comercio de Brasil, Luiz Fernando Furlan. En la reunión se presentó una investigación del Instituto de Estudios Políticos de París, según la cual, la ausencia de un acuerdo cuesta al año 5 mil millones de dólares. En marzo Mandelson dijo que las negociaciones deben ser reiniciadas oficialmente a comienzos de mayo, pero los dos lados muy difícilmente llegarán a buen puerto en forma rápida. Hasta ahora, en las reuniones informales donde los dos bloques recomenzaron los contactos, no hubo avances. De acuerdo con la declaración de Karl Falkenberg, principal representante europeo en las negociaciones, "me gustaría ver esos compromisos (políticos) reflejados en los términos concretos de la negociación". Esa, por ahora, parece ser la tarea más difícil del acuerdo pendiente § |