Inicia el Foro 2005
Con una asistencia de público más que decorosa, se inició hace unos días en el Teatro de Bellas Artes el 27 Foro Internacional de Música Nueva. La Orquesta Sinfónica Nacional, bajo la batuta de Juan Carlos Lomónaco, presentó tres obras contemporáneas muy distintas entre sí, pero unidas por la importancia que cada compositor otorga (en sus propios términos) a la orquestación como elemento primordial.
La sesión se inició con Vivencias líricas, de Manuel Enríquez, partitura desconcertante en el contexto del pensamiento vanguardista del compositor, por cuanto las referencias a lenguajes y expresiones ya superadas en su momento (1986) no terminan por cuajar en una estructura coherente y unitaria, a pesar de las evidentes virtudes de instrumentación que se perciben a lo largo del discurso. Después, se realizó el estreno absoluto de Zachic 3 del compositor costarricense Alejandro Cardona. Premiada con una mención honorífica en la primera edición del Premio Iberoamericano de Composición Rodolfo Halffter, la obra confirma a Cardona como poseedor de un lenguaje sólido e individual, en el que la lógica estructural y la sensualidad sonora no están reñidas, sino que se complementan con solidez. Zachic 3 tiene la virtud de que su carácter telúrico y su evidente pertenencia regional no están logrados a base de folclorismo anecdótico, sino a través de sutiles procesos de depuración y estilización de materiales y referencias. El momento estelar de este concierto inaugural fue la ejecución de Voci (Folksongs II) de Luciano Berio, para viola y dos grupos instrumentales. Si en otros casos las expresiones como collage, eclecticismo o déja vu suelen usarse con intención crítica, aquí pertenecen al ámbito de lo descriptivo, aplicadas a una obra que asume cabalmente sus múltiples fuentes, una partitura compleja, intensa, llena de hallazgos de orquestación y que en muchos momentos produce en el oyente la impresión de estar escuchando una especie de música onírica, surreal. La Sinfónica Nacional y su director huésped hicieron un trabajo estimable en la preparación y ejecución de esta caleidoscópica obra de Berio, pero el mérito principal recayó en la concentrada, poderosa y técnicamente admirable ejecución del violista Omar Hernández Hidalgo, cuya presencia sonora sirvió además para aglutinar y dar cimiento eficaz a los elementos atomizados de esta espléndida obra de Berio. Con esta ejecución, Omar Hernández Hidalgo refrendó su calidad como uno de los instrumentistas mexicanos más completos (y más comprometidos con la música nueva) del momento.
Unos días después, en la Sala Manuel M. Ponce, se realizó uno de los numerosos conciertos de cámara del Foro, protagonizado por el Ensamble 3 (flauta, clarinete, piano), Eolia (cuarteto de flautas) y Kalós (cuarteto de cuerdas) con músicos invitados. Lo más destacado de este programa fue el estreno absoluto de El mundo según Shitao, de Jorge Torres Sáenz, bajo la dirección del compositor. Fiel a su línea de conducta estética, Torres Sáenz ofrece de entrada una interesante exploración tímbrica, añadiendo arpa y acordeón al Ensamble 3, y con ello logra una pieza en la que lo contemplativo no está reñido con la intensidad expresiva. La concentración de materiales sonoros y gestos interpretativos está marcada por un sabio uso del silencio que conduce a atmósferas sutilmente enrarecidas y por momentos iridiscentes. Esta es música que se toma su tiempo, que habita su espacio, y el resultado es de un refinamiento singular.
Del resto del programa, destacó la pieza Flow, del francés Pierre Dutrieu, cabalmente apegada a su título: la música, muy idiomáticamente escrita para cuatro flautas, fluye sin obstáculos de principio a fin, y los efectos de producción sonora están muy bien dosificados en el contexto del discurso. La pieza recibió una ejecución muy sólida y competente a cargo del ensamble Eolia. A su vez, Salvador Torre presentó una Passacaglia (parte de una obra en proceso), intensa, hiperactiva, diseñada a base de resonancias y contrastes, y con algunas texturas de alta densidad. Por momentos, esta extrovertida pieza llega a desconcertar al oyente, debido a la complejidad de sus dos principales (e improbables) influencias, Fibonacci y Zappa. En el resto del programa fue posible detectar algunas carencias básicas, como la falta de coherencia tímbrica en la pieza Mira que no tanto no sueñes que soñar así duele de Samuel Cedillo, o el inocente orientalismo anecdótico de la obra Nishizawa de Miguel Mario Uribe.