Usted está aquí: domingo 15 de mayo de 2005 Opinión Cuidemos la democracia

Laura Alicia Garza Galindo

Cuidemos la democracia

Es muy lamentable el apretado tejido de disputas falsas o verdaderas, de las cuales el principal incitador es el Presidente de la República. Lamentables para la mayoría del pueblo de México, que observa cuan poco le reditúa la multiplicidad de pleitos en las que a gustar o no, se ven implicados todos los partidos políticos. Lo primero que se antoja, es que al Presidente Fox le interesa una vez más y para no variar, tender cortinas de humo que encubran la realidad de sus intenciones o preocupaciones, por supuesto sin importar la credibilidad en y de las instituciones, incluida por supuesto su alta investidura, el Congreso nacional, los partidos políticos, el estado de derecho, la república pues.

Así, el prestigio de las instituciones, rueda cuesta abajo, sin contemplación alguna. Al fenómeno, tristemente se han ido sumando las diversas fuerzas contradictorias entre sí, incapaces de rescatarse a sí mismas para salvaguardar su imagen ante un pueblo que angustiado contempla lo poco que se trabaja para su beneficio. Seguramente va guardando en cada uno de sus individuales saquitos de esperanza, el deseo de vivir en otro país en donde exista una normalidad, que les permita retomar el rumbo hacia una mejor forma de vida. Ahí mismo, quizá ya estén guardando sus acaso ya pasadas intenciones de votar por uno u otro partido, en 2006. ¿Para qué?, se han de preguntar.

¡Qué animo de destruir y de destruirse! No es posible que no se entienda que se puede ser mejor, que el principal contrincante político. Al no entenderlo, se orilla a las mayorías a contrastar sus ideales con la realidad que viven. A estas alturas, muy pocas instituciones, en especial los partidos políticos, resistirán la comparación, que necesariamente estará haciendo el colectivo nacional.

¿Con qué cuenta éste ahora? Con promesas, muchas promesas y nada tangible en la realidad. Acabo de escuchar al presidente Fox decirse sumamente cansado -y agripado- por la exhaustiva jornada de trabajo que le impone la inauguración de varios tramos carreteros en diversas entidades federativas. Creo que a pocos conmoverá. Sobre todo cuando afirma que para construir esos tramos carreteros fue menester acudir al financiamiento de agentes privados. La gente de inmediato imaginamos que transitar por ellos costará, y que, quizá, se volverán carreteras de cuota para resarcir los compromisos adquiridos. Pero, además, usa su rollo inmisericorde de que el presupuesto federal, al que llama recursos fiscales -que no es otra cosa que la suma de nuestros impuestos- no da para pagar esas obras, seguro por lo costosas que resultan, motivo por lo que resulta indispensable acudir a la inversión privada y añade: "Eso, no es pérdida de soberanía; sin usar recursos de los inversionistas privados, no se podrían construir ni carreteras ni explotar el gas natural ni generar electricidad, como piensan algunos necios de la oposición." ¿Los populistas? Ya no se sabe si se refiere al PRD o al PRI.

Y agrega -más o menos- que se ha preocupado por darle a la gente mejores condiciones de vida y seguridad a través de mantener saludables las variables macroeconómicas, menor inflación, menores tasas de interés, reservas internacionales. Y se preguntarán los desempleados: ¿Y a mí qué? ¿Cuándo podré comer y trabajar, con esas mejores variables macro?

El Presidente evidencia con discursos como éste el núcleo de sus preocupaciones. Aún no ha podido cumplirle a sus más apreciados socios manos libres en la explotación de los recursos energéticos, pero por lo pronto ya les dio participación en la construcción de infraestructura carretera. En un clima de confrontación como el que está creando, con la anuencia o no de algunos actores políticos, tardará más y el tiempo se escurre entre las manos. Por cierto, no mencionó entre las variables macro, el mejor, mucho mejor precio del petróleo que le debería dar, después de tres años consecutivos de precios bastante altos, recursos suficientes para recomponer las cadenas productivas y hacer la infraestructura requerida y entonces sí, crear empleos. Es lógico que el Presidente no entienda que una economía más estable, no es necesariamente una economía más próspera para el pueblo. Vivir con riesgos ha pasado a ser un permanente factor de angustia.

Y cuando el ciudadano mira hacia el Estado en busca de protección, lo encuentra más débil, cuando no, desertor de sus responsabilidades sociales, comprometidas a cambio de su voto. Estos pocos pero largos años pasados, han generado una natural corriente popular, con un ánimo despectivo y distante de la vida política y de sus instrumentos fundamentales, los partidos políticos y otras instituciones, pero sobre todo de los partidos.

Y de ahí emanan otros riesgos, porque las experiencias observadas en el mundo han demostrado que democracia sin partidos no es concebible. México no resistiría otra candidatura mediática, salida milagrosamente de la pantalla, con prédicas montadas sobre el ataque a los partidos y a otras instituciones: a la democracia, pues.

 
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