BAJO LA LUPA
¿Crepúsculo de la globalización en Estados Unidos?
LA INCALIFICABLE "calificadora" (sic) Standard & Poor's, de la que fue alto ejecutivo el mayor espía global contemporáneo, el británico-estadunidense John Dimitri Negroponte, ya no pudo ocultar más el lamentable estado financiero de General Motors (GM), a la que le aplicó el estatuto "chatarra" a sus bonos (The Wall Street Journal, 6 de mayo). La deuda combinada de las automotrices GM y Ford es de 453 mil millones de dólares (alrededor de 80 por ciento del PIB de México). Antes de la imposición de la globalización antropófaga, la deuda solía pertenecer a los países; ahora es de las empresas privadas subsidiadas por los regímenes neoliberales. Como agregado cultural, en México varias empresas del célebre cuan parasitario Grupo Monterrey se encuentran técnicamente en quiebra, pese a todas las facilidades subsidiadas de la tríada maligna neoliberal Salinas-Zedillo-Fox, que prácticamente gobernó para el oligopolio plutocrático neoleonés.
LA OTRORA GLORIOSA automotriz estadunidense se aplicó el hara-kiri con la globalización y aun su segmento deslocalizado en China es ineficiente frente a sus competidores nipones y europeos. Lo peor ha sido el desmantelamiento de su planta en Estados Unidos y sus geniales "estrategas" (sic) no han encontrado mejor solución que el despido masivo de sus empleados y el hurto subrepticio de los fondos de pensiones y sus seguros médicos. Hace una generación GM tenía 530 mil trabajadores en la totalidad de sus plantas, que disminuyeron a 117 mil (22 por ciento); muy pronto despedirá a otros 30 mil, con el cierre de 20 plantas. Ni más ni menos que un genuino laboricidio antropófago, que epitomiza el modelo plutocrático de la globalización financiera. Los trémulos laborales han puesto en tela de juicio la gobernabilidad estadunidense, que empieza a adoptar en forma gradual el neoproteccionismo económico y el neoaislacionismo político: los antídotos del neoliberalismo global desregulado.
LO QUE EL Choque de las civilizaciones: la reconfiguración del nuevo orden mundial, del racista y mexicanófobo Samuel Huntington, representó hace una década como manual de la expansión militar de la globalización financiera, ahora su nuevo libro, ¿Quiénes somos?, constituye el código del neoaislacionismo político y el neoproteccionismo económico de Estados Unidos de la plutocracia asediada por el desastre financiero y sus derrotas militares. El retraimiento de la globalización financiera va aparejado de la obsesión en materia de seguridad y de un seudoprotector neoaislacionismo físico y sicológico.
A PROPOSITO, De Defensa (11 de mayo), centro de pensamiento militar-estratégico con sede en Bruselas, señala correctamente "cómo Estados Unidos se ha vuelto subrepticiamente una fortaleza". Pues que nos pregunten a los mexicanos sobre el maltrato que se ha instalado en la transfrontera del lado de San Diego, donde las fuerzas oscurantistas neomedievales han llegado hasta erigir un muro ignominioso. Quienes durante la guerra fría hicieron de la caída del Muro de Berlín el paradigma de la libertad contra el totalitarismo soviético ahora construyen su propia barda carcelaria. Una paranoia delirante se ha apoderado de la Casa Blanca y De Defensa afirma que "mas allá de las medidas de protección y restricción en los grandes rubros estratégicos y políticos, como la transferencia de tecnología, Estados Unidos ha empezado a cerrarse a nivel de la población y de las simples corrientes humanas y culturales". El neoaislacionismo político y el neoproteccionismo económico van acompañados del "complejo de superioridad" estadunidense avalado por su "excepcionalismo evangelizador" y su "destino manifiesto" paleobíblicos, gestados por la "mano invisible" que pretendidamente hizo de Estados Unidos una "nación indispensable". No se dan cuenta de que Estados Unidos se volvió más bien la nación impensable que es ahora y que "rechaza la apertura al mundo que lo detesta". De Defensa aduce que una situación similar sucedió "en los años 20, después de la Primera Guerra Mundial, cuando cuotas radicales fueron impuestas a la inmigración", con características raciales y culturales y con medidas similares en seguridad.
AMY YEE, DEL Financial Times (9 de mayo), demuestra la pérdida multimillonaria del turismo estadunidense debido "a su imagen mancillada". Ni a quien se le antoje viajar durante la administración Bush a Estados Unidos, cuando se es mejor tratado en otras latitudes más civilizadas, con la excepción ineludible de los masoquistas, quienes no faltan a su cita flagelante para que les saquen fotos a sus retinas: la repugnante "biometría" de control neonazi de las intimidades que oculta en realidad un gran negocio de "puja tecnológica" bajo la cobertura de imperativos antiterroristas. La participación de mercado de visitantes foráneos disminuyó 38 por ciento desde 1992, pese al derrumbe del dólar. Roger Daw, presidente de la Asociación de las Industrias Turísticas, reporta que "Estados Unidos ha perdido miles de millones de dólares debido a su imagen mancillada en el extranjero, que aleja a los turistas internacionales, además de sus políticas burocráticas para la adquisición de visas", que en total "tendrán un impacto en el largo plazo que sería muy dañino para marcas como Coca-Cola, GM y McDonald's". Por lo visto, Roger Daw no se entera de la triste situación de GM, que no necesita un boicot, que pudiera ser iniciado en cualquier momento por la universalidad civil antibélica y los excelsos grupos ambientalistas del mundo, cuando perciban que comprar cualquier producto estadunidense equivale a fomentar la guerra y las torturas en el planeta.
STEPHEN ROACH, EL muy solvente jefe de economistas de la correduría Morgan Stanley (9 de mayo), se preocupa por el crepúsculo de la globalización en el mismo Estados Unidos, cuya aplicación, "benéfica en teoría (sic), parece llevar al mundo a serias perturbaciones". Admite lo obvio para las sanas mentes antirreduccionistas de que la "macroeconomía nunca ha sido pura", porque "involucra invariablemente poderosas interacciones sociales y políticas (...) Se ha desplegado una creciente resistencia a la globalización, una reacción que amenaza la economía global y los mercados financieros mundiales (...) Estados Unidos encabeza la carga" debido a un "subyacente descontento en el mercado laboral".
LA RESISTENCIA A la globalización no data de ayer, y en el propio Estados Unidos, en el inolvidable 30 de noviembre de 1999, se generaron imponentes manifestaciones de la clase media blanca y los cuellos blancos en Seattle, la otrora capital de dos de las principales trasnacionales estadunidenses, Microsoft y Boeing.
MAS ALLA DE la superficialidad de las cifras sobre el crecimiento del PIB y una relativamente baja inflación, Roach destaca la "carnicería laboral en el sector manufacturero" que ha sacudido a la clase política, que ha encontrado en la paridad fija del yuan (con una década de duración) a un chivo expiatorio idóneo para evadir sus propias culpas (nulo ahorro, deuda incontenible, déficit gemelo, adicción al consumismo, creación de múltiples burbujas por la laxitud crediticia de la Reserva Federal, que alienta la especulación, etcétera). Hasta ahora las autoridades chinas se han mostrado reticentes en revaluar el yuan, la exigencia perentoria de Estados Unidos. Durante un reciente "voto de procedimiento", el Senado aprobó en forma bipartidista, con 67 votos a favor y 33 en contra, la "Enmienda de la Divisa China", que amenaza con imponer severas tarifas en todos los bienes vendidos por China en suelo estadunidense. El problema reside en que el ostracismo de China de parte de las medidas neoproteccionistas de Estados Unidos perpetra dos daños, a juicio de Roach: la autoflagelación de Estados Unidos ("62 por ciento del crecimiento exportador en la década pasada proviene de las subsidiarias de las trasnacionales con sedes corporativas en Estados Unidos, Europa y Asia") y la afectación de "la parte de mayor crecimiento económico mundial", que define a China. En el marco de referencia de 35 años, de 1970 a 2004, Roach puntualiza que "Estados Unidos es el más golpeado por la globalización", durante cuyo periodo el empleo en la manufactura se desplomó de una participación de 33 por ciento a menos de 14 por ciento en la actualidad" (lo mismo que le sucedió a Japón hace 35 años). Roach repasa la "teoría de la economía clásica que ha defendido los beneficios de la globalización", y en la que las "economías ricas se protegían de los bajos salarios de los países en vías de desarrollo gracias a que su fuerza laboral altamente educada se mudaba a ocupaciones en los servicios basados en el conocimiento, ampliamente protegidos de la competencia global". Roach cita a Paul Samuelson (Journal of Economic Perspectives, verano de 2004), quien ha demostrado en forma "elocuente" que la "introducción" de una "tecnología interruptora" (v. gr. la "conectividad" de Internet), desafía la teoría de la globalización debido a que "actividades consideradas como no intercambiables (non-tradables) ahora lo son" debido a la deslocalización (outsourcing) del conocimiento (el caso de India). Concluye que en el verano que viene "los riesgos de bruscos requilibrios globales crecerán considerablemente, los cuales serán completados con agudas declinaciones en los mercados de divisas y bonos".
LLEGA A SU FIN el paradigma del desmantelamiento de cuatro décadas (los 35 años que refiere Roach) que dieron rienda suelta a la depredadora desregulación financiera y que tiene al borde la quiebra al sector automotriz de Estados Unidos.
CHRISTOPHER SWANN, reportero del Financial Times (10 de mayo), resalta que "los salarios reales en Estados Unidos tuvieron su caída en los recientes 14 años", lo que obligará a que "muchos trabajen más horas para conservar su nivel de vida, lo que podría socavar el gasto del consumo y el crecimiento económico". La "carnicería laboral" en Estados Unidos (un verdadero laboricidio), amén de su pauperización, ha despojado a los empleados de sus ahorros y sus jubilaciones, debido a la discrecionalidad de los ejecutivos felones de Wall Street. En contraste con la globalización mercantilista del siglo XIX, que propició la masificación obrera y la inmigración concomitante, los supremos perdedores de la presente globalización financiera, instalada por la unipolaridad estadunidense como consecuencia de la derrota soviética, han sido los empleados literalmente diezmados, postrados y castrados.