Usted está aquí: domingo 15 de mayo de 2005 Opinión El cielo en pedazos

Sergio Ramírez

El cielo en pedazos

Ampliar la imagen Marcha del silencio en apoyo a L� Obrador en abril pasado FOTO Mario Antonio Nu�

En estos pocos días que he estado en México el tema de conversación preferido de mis amigos es el de la triunfante batalla librada por Andrés Manuel López Obrador, jefe de Gobierno de la ciudad de México, para no ser inhabilitado como aspirante a la Presidencia de la Re-pública, que es lo que pretendía la ma-niobra conjunta de los partidos Acción Nacional (PAN), en el poder, y el Revolucionario Institucional (PRI), que go-bernó México más de 70 años.

López Obrador, a la cabeza de todas las encuestas de opinión, se decidió a pe-lear en las calles su derecho a ser candidato, y tras la última de una serie de ma-nifestaciones populares, que convocó a más de un millón de personas, el presidente Fox retrocedió, desistiéndose de su acusación judicial planteada ante los tribunales, lo que hubiera resultado en la inhabilitación del gobernante.

Un acto de flojera política, opinan al-gunos, entre ellos sus aliados del PRI en la jugada, ahora frustrados, pero al fin y al cabo un acto de cordura que beneficiará, antes que nada, a la democracia mexicana, tan incipiente y amenazada como hoy está la democracia de Nicaragua.

Mis amigos mexicanos, que poco oyen hablar hoy de Nicaragua, me escucharon enseguida cuando les explico que lo que me cuentan es lo mismo que sigue pasando en mi país. Como en América Latina, vivimos en un juego de espejos, una situación parece el calco de otra, les dije.

Por medio de otra oscura concertación entre los dos partidos tradicionales, el Partido Liberal Constitucionalista, de Arnoldo Alemán (PLC), y el Frente Sandinista, de Daniel Ortega (FSLN), se quiere apartar del camino de la presidencia al que hasta hace poco fue jefe de Gobierno de la ciudad de Managua, Her-ty Lewites.

Expulsado de las filas de su partido, el FSLN, y amenazado con una causa judicial, Herty ha sido capaz de desafiar en las calles, con multitudinarias manifestaciones, a Daniel Ortega, una vez más candidato presidencial.

Pero aquí se dobla la parada: también se quiere apartar a Eduardo Montealegre, el más popular dentro del PLC para figurar como candidato presidencial. Uno se interpone en el camino de Daniel Ortega, el otro en el camino de Arnoldo Alemán, quien pese a ser reo del delito de lavado de dinero, también quisiera ser candidato otra vez.

Hay, sin embargo, diferencias en el calco. En México, a la cabeza de la ma-niobra bipartidista para desterrar de la competencia presidencial a López Obrador, aparecía el propio presidente Vicente Fox. Tanto a su partido, el PAN, como a sus aliados del PRI en la conspiración, les convenía eliminar a un ganador, que llevaría por primera vez al poder al Partido de la Revolución Democrática (PRD), una formación de izquierda fundada en 1989 por disidentes del propio PRI.

En Nicaragua, el presidente Bolaños, disminuido en sus poderes como consecuencia del pacto entre Ortega y Alemán, es ajeno, y contrario, a la maniobra, pero no puede detenerla. Ortega y Alemán ejercen un control absoluto del Poder Le-gislativo, del Poder Judicial y del poder electoral, pues los diputados son escogidos de dedo por ambos, al igual que los magistrados y jueces.

Cualquier candidato que amenace ese poder puede ser acusado en los tribunales y procesado por causas ficticias que necesariamente llevan la pérdida de los derechos ciudadanos como parte de la pena, y entre esos derechos está el de participar en procesos electorales.

La maniobra contra López Obrador es un claro intento de la derecha gobernante de impedir que la izquierda llegue al gobierno, me dicen mis amigos. Es una manera de verlo. Pero en Nicaragua, ¿dónde está hoy la derecha y dónde está la izquierda?, les digo yo.

El pacto entre Ortega -antiguo guerrillero- y Alemán -fiel desde joven al partido liberal de Somoza- ha borrado toda frontera ideológica. La repartición del poder en ambos no hace sino copiar los viejos modelos caudillistas, y ahora mis-mo sus diputados en la Asamblea Nacional votan, con toda impunidad, leyes que despojan de poderes constitucionales al presidente.

Por si fuera poco, ambos se proclaman antioligárquicos y antimperialistas, la mejor, y la más excéntrica, de todas las novedades. Bajo ese tenor es que desde la cúpula del FSLN se acusa a Herty Lewites de ser agente del imperialismo, lacayo de la oligarquía y sionista: el pa-dre de Herty era un judío asquenazí que llegó de Polonia a Nicaragua huyendo del Holocausto.

Esta acusación la ha retomado un reciente despacho de Prensa Latina (PL), la agencia oficial de noticias del gobierno de Cuba, mejorando la lista de cargos, pues hace aparecer a Herty como agente de la CIA. Lo que faltaba.

Dice el despacho de PL: "También lo sabe la derecha, que con la ayuda del gobierno de Estados Unidos ha comenzado a jugar sus cartas para evitarlo. Un primer intento en ese sentido ha sido la utilización de figuras que en algún mo-mento estuvieron vinculadas al sandinismo para tratar de dividir y confundir a las masas. El caso Herty Lewites es un ejemplo de esta conspiración, cuyas raíces están asentadas en Washington y Langley".

¿Entienden ustedes este arroz con mango?, pregunté a mis amigos mexicanos. Herty Lewites, que perdió a su hermano Israel en el asalto al cuartel de Ma-saya en octubre de 1977, y que dedicó su juventud a luchar contra la dinastía de los Somoza, por lo que enfrentó la cárcel en Estados Unidos, agente de Langley, es decir, de la CIA. Y Arnoldo Alemán, an-timperialista.

Ya puede caerse el cielo en pedazos.

Los Angeles, mayo 2005

www.sergioramirez.com

 
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