Usted está aquí: jueves 12 de mayo de 2005 Opinión Francia y México abren la abultada programación oficial en Cannes

Leonardo García Tsao

Francia y México abren la abultada programación oficial en Cannes

Cannes, 11 de mayo. Contra la tradición, la película inaugural -la francesa Lemming- no se exhibe fuera de competencia y no es material prescindible. Como Un amigo como Harry, la anterior realización de Dominik Moll, se trata nuevamente de un thriller que cuestiona la estabilidad de la vida pequeñoburguesa. En este caso, la vida de un reparador profesional (Laurent Lucas) es alterada por factores externos al parecer inconexos: un drenaje tapado por el cuerpo del roedor titular y la presencia amenazadora de una mujer (Charlotte Rampling), la excéntrica esposa del jefe.

Bajo la influencia de H. G. Clouzot, a quien Moll rinde homenaje en una secuencia, Lemming funciona como thriller de tintes sobrenaturales en su primera parte. El protagonista trata de ser pragmático y permanece pasivo ante hechos perturbadores, aún cuando su esposa (Charlotte Gainsbourg) da la impresión de estar poseída. Sin embargo, la premisa se estira demasiado y deriva a subtramas menos convincentes. Aún así vale la pena seguir la carrera de Moll, aunque sea por su habilidad de sugerir lo inquietante a partir de elementos perfectamente cotidianos.

De alguna manera complementaria, si bien en otro registro, resultó la mexicana Sangre, opera prima de Amat Escalante, proyectada a la prensa dentro de la sección Una Cierta Mirada. Inscrita en la tendencia de ser tan chamagosa y triste como la vida misma, la película examina la existencia de una pareja guanajuatense de clase media baja: él trabaja de portero en una oficina de gobierno, ella en un changarro de comida rápida japonesa. Sus tensiones matrimoniales son disipadas con sesiones amatorias ejecutadas con la misma monotonía con la que conversan, ven telenovelas o comen chatarra. La sensación de malestar es insinuada por la aparición de la hija adulta del protagonista, que no tiene dónde vivir.

Con una estrategia formal que ya se había visto en los experimentos de Arturo Ripstein en los años 60 -Crimen, La hora de los niños- Escalante privilegia la desdramatización. Los planos son largamente descriptivos, la iluminación plana y neutra, los actores no profesionales dicen sus diálogos con la menor intención posible. Es un tipo de cine muy al gusto europeo, de escasas posibilidades comerciales en su propio país. Aunque la función de prensa registró pocas deserciones, varios colegas aprovecharon el horario posterior a la comida para echar la siesta. La reacción final fue de indiferencia o perplejidad. No hubo aplausos, pero tampoco abucheos.

Por primera vez en la historia, también, el festival ha reconocido la existencia de las secciones paralelas, la Semana de la Crítica y la Quincena de los Realizadores, al publicar su horario de programación en el mismo folleto que el de la Sección Oficial. Pero ésta se ha recargado con tantas funciones atractivas que la estrategia de estrangular los otros programas parece más clara que nunca. En un cálculo conservador, quien quiera cubrir sólo la Sección Oficial estará viendo unas cinco o seis películas diarias.

Mientras tanto, las condiciones de seguridad se han extremado aún más. En una medida desesperada de evitar la piratería, se confisca a la entrada cualquier cámara o aparato de grabación (inclusive de audio). El colmo fue cuando al colega Alexis Grivas le despojaron una navaja suiza, como si hubiera tratado de abordar un vuelo comercial. ¿Temen que la prensa vaya a agredir a algún cineasta?

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