Usted está aquí: martes 3 de mayo de 2005 Mundo Cosas de iraquíes

Pedro Miguel

Cosas de iraquíes

George Walker festejó los primeros 100 días de su segundo periodo en la Casa Blanca con chistes ingeniosos a cargo de su mujer, Laura, y del humorista profesional Cendric. Esa noche la suma de soldados estadunidenses muertos en Irak llegó a mil 586, y la cifra de bajas iraquíes se colocó en un mínimo de 21 mil 239 y un máximo de 24 mil 106, de acuerdo con el benemérito Iraq Body Count Project, el cual acepta que su conteo lleva un rezago con respecto a las noticias más recientes. Ahora ya nadie se estremece cuando revienta una flor de fuego en medio de Bagdad y se lleva al otro mundo a 10 o 30 personas, o cuando la aviación de los invasores provoca una carnicería de civiles en un poblado de nombre impronunciable. Los muertos en Medio Oriente caen en picada en la bolsa de valores de la opinión pública.

Ya veo el guión. La guerra empieza a dejar de ser un problema de los muchachos ocupantes y a convertirse en un asunto entre iraquíes, quienes, como se sabe, son muy brutos y sanguinarios. Además, no hay modo de que se organicen en forma democrática. Ya se les envió a los más elegantes expertos internacionales en elecciones, ya se les enseñó a hacer fila frente a las urnas, ya se les explicó cómo organizar una sesión solemne en el Parlamento, pero ellos siguen como si nada, matándose, en vez de sentirse felices porque estrenaron gobierno legítimo y representativo. Deberían ser más comedidos, porque tarde o temprano sus benefactores pueden hartarse, decidir que ya hicieron mucho por inculcarles las semillas de la civilización y dejarlos solos con su violencia, de la que nadie, a no ser los propios iraquíes, tiene la culpa. Los políticos, porque son corruptos y no logran ponerse de acuerdo en el reparto del poder, y el resto por islámicos y terroristas. "Lo sentimos, señores. Les enviamos un ejército de excelencia, les pusimos contratistas realmente profesionales, les facilitamos hasta la ropa de sus nuevas fuerzas armadas y les cobrábamos, además, un precio realmente módico por el paquete. Pero con ustedes no hay manera."

A partir de las elecciones de enero la situación de Irak tiende a estabilizarse en un promedio de 25 muertos diarios, de los que sólo 1.7 son soldados ocupantes. Ahora los caballeros de la prensa tienen cosas más importantes de qué ocuparse, como el juicio de Michael Jackson, los play offs de la NBA o, a lo sumo, la insubordinación creciente de los latinoamericanos -poco les falta para parecer iraquíes- en ese basurero, hasta hace poco apacible, que lleva el pomposo nombre de Organización de Estados Americanos. De manera casi inercial, la masa mediática está construyendo la salida que Washington necesita para reciclar la guerra contra Irak -a estas alturas el operativo no requiere grandes dosis de pudor- en un nuevo conflicto de baja intensidad. Los deudos de los estadunidenses caídos se diluyen en el inmenso mapa de Estados Unidos y los deudos de los muertos iraquíes están bien lejos. Es más, el conflicto bélico ya no merece el apelativo de guerra, sino cuando mucho el de guerra civil; es más, es pura delincuencia política, es decir, terrorismo; un asunto que acabará siendo resuelto en las comisarías del nuevo Irak que, pese a todo, empieza a ponerse de pie.

Y si el panorama vuelve a complicarse (porque los necios terroristas pongan en jaque terminal a alguna monarquía petrolera, porque vuelvan a atacar en territorio estadunidense o porque las autoridades iraquíes no logren cuajar y empiecen a matarse entre ellas), George Walker interrumpirá por un momento sus veladas hilarantes en la Casa Blanca, dirá que esto ya es otra historia, que para enfrentar la nueva crisis hay que darle un tijeretazo más a las libertades civiles y otra mordida al presupuesto, pero que nadie se alarme porque la guerra de Irak, lo que fue realmente la guerra de Irak, se ganó hace ya buen tiempo.

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