La velada, que repite esta noche, abrió con el clásico de María Greever: Júrame
Suave y profunda, Martirio ofreció un concierto "muy desnudo" en el Lunario
Ampliar la imagen Martirio se entreg�un p�o atento a sus interpretaciones FOTO Chava Rock
Martirio (Maribel Quiñones) suave, profunda, elegante, con porte, con los labios carnosos pintados, y sus lentes oscuros, que la hacen sentirse muy underground (ha dicho ella misma), en un concierto de atmósfera íntima, "muy desnudo", dijo la noche del pasado jueves, en el Lunario del Auditorio Nacional.
Noche de coplas y canciones, seleccionadas sobre todo de sus tres últimos discos. "Siete son de ustedes", precisó, al referirse a las composiciones de mexicanos. El foro no estuvo a reventar; fue una entrada aceptable, la suficiente para que ella se entregara a un público anhelante de intensidades bien cantadas.
Comenzó con un clásico de María Greever: Júrame, caricia a los oídos de quienes defienden su relación y se prometen amor cada día. Su voz inundó el espacio y las parejas se tomaron de las manos; varios se besaron.
De María Elena Valdelamar interpretó Mucho corazón. Madera y cuerdas: al piano, Jesús Lavilla; en la guitarra, su hijo Raúl Rodríguez. Siguió con Si me pudieras, de Bola de Nieve, el negro que platicaba al cantar.
De Vicente Garrido: Un semana sin ti, que trata de las ausencias, de las separaciones, del extrañar de verdad, del no poder vivir sin ella, sin él. Garrido dijo una vez a este medio que no componía temas sufridos, de esos de cortarse las venas, porque a él le fue siempre bien con las mujeres. "Me fue bien porque hay que saber leer las señales de ellas; cuando dicen no, es no. ¿Para qué forzar?"
Para los que regresan a su tierra natal, Volver, esa tonada famosa para los que migran y extrañan el terruño. Alma mía, de Greever; Quisiera amarte, de Claudia Vargas; el cante hondo, el dolor del te quiero y, si no vienes, voy, con La tarde gris.
In crescendo, con Verdad amarga, de la infinita inspiración de Consuelo Velásquez, en un homenaje de Martirio. Es la renuncia del vivir juntos, porque ya se trató y, simplemente, no se pudo. Verdad amarga que sabe a petróleo.
Prosiguió con una serie de coplas, uno de los puntos fuertes en la voz de Martirio. María La Portuguesa, Dos estrellitas, Mi Mario y la que requiere alma fuerte para cantarla: La bien pagá. "¡La bien pagá soy yo, señoras y señores!", pronunció, a lo que siguieron aplausos.
Mueve el abanico, da unos pasos cadenciosos. Luego Las mil calorías, a ritmo de rap; Temes, de Alonso y Boby Capó. María Magdalena... Se va. Regresa después de un largo aplauso.
Ojos verdes finaliza su concierto. Se quita por un momento los anteojos, para que le vean esos luceros que refulgen. Su mirada es fija, dominante, la hace dueña de sí misma. Lleva 30 años en el arte del canto y es una de las artistas más originales de España.
Se fue tras ser abrazada por sus músicos. Hoy volverá a estar en el Lunario, en el tercero y último de sus conciertos, a las 21:30 horas.