Usted está aquí: lunes 25 de abril de 2005 Cultura ''Contrastan los lujosos libros infantiles con el montón de niños muriéndose de hambre''

Fidencio González Montes reprueba que el género tienda a la elitización

''Contrastan los lujosos libros infantiles con el montón de niños muriéndose de hambre''

MERRY MAC MASTERS

Después de su interés inicial por cultivar un lenguaje ''rimbombante'', a la manera de Sófocles o Shakespeare, hace unos años Fidencio González Montes (Poza Rica, Veracruz, 1954) descubrió la literatura infantil, que también tiene sus secretos y grado de dificultad.

Con cinco libros publicados, dos de ellos -La última vida de un gato (Ediciones Castillo, 2000) y Salvación por todos mis amigos (Ivec, 2004), de reciente aparición- enfocados al público infantil, para González Montes resulta de mayor dificultad dirigirse a ''un hipotético lector de determinados años'', porque "de alguna manera hay que usar un lenguaje especial". Aunque recurrió mucho a metáforas, ''tampoco hay que ser condescendiente'', sino "simplemente lograr un nivel de comunicación muy delicado".

También autor de Zonámbulos del bello infierno (1985), Arqueros al sol (1988) y Trágico a medias (1999), González Montes pasó por una época muy dura de su vida, en el que de repente se sintió marginado ''en comparación a otros compañeros que habíamos empezado a publicar en la misma época''.

Ya no le veía sentido escribir. Consideraba que carecía de estímulos ''suficientes'' para emprender otros proyectos de novela que tenía por allí. Entonces quiso hacer un paréntesis para escribir cuentos para niños. Todo empezó como una especie de juego o pasatiempo. Luego fue premiado La última vida de un gato, escrito antes de Salvación por todos mis amigos.

Con motivo de la publicación de La última vida de un gato, González Montes expuso: ''Mientras haya niños de la calle no podemos aspirar a tener una digna literatura infantil, aunque en todo caso una indigna. Es una patética contradicción de nuestra sociedad pretender una lujosa y bien encuadernada política editorial en materia infantil, cuando hay un montón de chavitos que se están muriendo de hambre.

''El escritor de literatura infantil se está dirigiendo a aquel público que tiene acceso a una buena educación, pero sobre todo a los que tienen la barriga llena. Obligadamente, se ve orillado a ser elitista, cuando lo que uno quiere es que lo lea todo mundo. Y para que esto suceda, primero tendríamos que solucionar el problema de sobrevivencia de esos niños".

Vena literaria desde joven

Después de La última vida de un gato siguieron otros dos libros infantiles, aún sin publicar. A González Montes le gusta pisar el terreno fantástico, ya que le permite echar a volar la imaginación. Mientras menos prejuicios tenga y esté dispuesto a ir hasta las últimas consecuencias, salen cuentos mejor logrados.

"En un principio -agrega- había esa reticencia en mí de permitirme el lujo de que un gato corriera una aventura con un perro, por decir algo.''

Sin que se lo haya propuesto, a lo largo de estos trabajos se impone una constante preocupación sobre los temas de deterioro ecológico.

A González Montes le entró la euforia por ''expresar mis cosas'' al estar en la secundaria. Aunque no sabía hacia dónde iba o qué quería escribir. ''Me basaba mucho en los clásicos. Es más, quería escribir como Sófocles o Shakespeare, un lenguaje muy rimbombante, solemne. Cuando se los enseñé a mis maestros ya en la prepa, lo primero que me dijeron fue que debía leer a los clásicos, pero no imitarlos, sino escribir sobre mis vivencias particulares.

''Pero no les entendía y seguía escribiendo de manera desaforada, como posesionado. Por allí tengo un novelón sin principio ni fin porque también pensaba que la literatura era eso: ponerse a escribir sin ton ni son. Después entré a un taller literario con el escritor chileno Miguel Donoso Pareja, en el que canalicé toda esa fuerza expresiva equivocada. Posteriormente, con becas del INBA-Fonapas y el Centro Mexicano de Escritores, ya fui dominando mi ímpetu.''

 
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