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25 de abril de 2005
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GARROTES Y ZANAHORIAS

CONCENTRADOS

Vale la pena traer a cuento el pasado inmediato. A mediados de los años 80 fue impulsado en México un proceso ambicioso de reforma estructural de la economía. Uno de los objetivos, entre los múltiples planteados por quienes llevaron adelante el proyecto, era extender el bienestar y repartir sus frutos de manera más equitativa.

Veinte años después algunos balances se pueden apuntar, así sea en un espacio tan reducido. Usando los parámetros del Banco Mundial, la proporción de los mexicanos que con respecto de la población total sobrevive hoy con un ingreso de hasta un dólar (11.20 pesos) diarios es similar al de hace una década.

Igual ocurre en cuanto a la distribución de la riqueza que se genera. La desigualdad es hoy muy parecida a la situación prevaleciente 10 años atrás. Lo que persiste es una fuerte concentración entre la población con más altos ingresos. Así es si se toma como referencia la media nacional y se advierte de manera más acentuada si se considera el ámbito rural.

Queda claro que el tema de la concentración no tiene que ver sólo con una cuestión de equidad, o de justicia social. Vaya, no es asunto de la ética o la moral, aspectos que, siendo muy relevantes tienen campo propio de acción. También tiene que ver la eficiencia del modo en que funciona el sistema económico y de la forma en que éste se reproduce de manera ampliada para poder generar riqueza y mayor bienestar social.

Las fuerzas dominantes de la economía saben que una elevación de los ingresos y una mejor distribución de los mismos estimulan la expansión de sus negocios: la demanda efectiva crece y, con ella, la rentabilidad de las inversiones.

Pero la concentración en el mercado de las empresas en los sectores clave de la economía hace que este efecto favorable se diluya en beneficio de quienes ejercen mayor control sobre las cantidades que se producen y los precios a que se venden los productos y servicios.

En mayo de 2003, Carlos Slim ­¡cómo no iba a aparecer este nombre cuando se habla de la concentración económica!­ convocó a una reunión a puerta cerrada a 34 empresarios latinoamericanos. Una de las conclusiones del cónclave fue que un mercado que se reducía cada vez más en términos de poder de compra de sus participantes era mala noticia para el futuro de sus compañías.

Tres meses después, Slim dijo: lo que conviene a capitales, empresarios y gobiernos es que la gente más marginada se incorpore a la economía, al mercado; "esos rezagos que antes eran inherentes a los sistemas económicos, ahora son un obstáculo inconveniente a los sistemas económicos". Es decir, que los pobres puedan comprar.

Hasta ahora el sistema no ha mostrado los beneficios anunciados. Algunos cálculos apuntan a que el déficit de empleos formales generados desde principios de los 90 a la fecha puede llegar a 10 millones. Como indican las cifras oficiales, los jóvenes encuentran ocupación en las actividades informales o emigran a Estados Unidos a razón de 400 mil por año, de acuerdo con el INEGI.

La décima parte de los hogares más ricos percibe 35 por ciento del ingreso nacional, mientras la décima parte más pobre se queda con 1.64 por ciento. Un hombre, el mismo Slim, detenta una fortuna que equivale a dos tercios del ingreso nacional disponible de un año. Hoy, el consumo interno es impulsado sobre todo por las remesas, que este año se acercarán a 20 mil millones de dólares, como estimó el Banco de México.

Hace 25 años, 60 por ciento de la población de los países de Asia del este vivía con menos de un dólar al día. En 2002, la proporción bajó a 17 por ciento. La dimensión de lo limitado de la reforma económica en México puede verse desde esa óptica: aquí la cifra permanece estática, con pequeñas variaciones que sirven a los políticos de turno para hablar mucho y hacer poco §


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