Usted está aquí: jueves 14 de abril de 2005 Opinión Fidelidad a la utopía socialista

Adolfo Sánchez Vázquez

Fidelidad a la utopía socialista

Los motivos de agradecimiento y satisfacción por recibir este premio son: en primer lugar, lo es el que se me haya concedido, en el terreno del pensamiento, un premio bajo la advocación de una pensadora, María Zambrano, que tanto admiro no sólo por la claridad y belleza con que expresa un vigoroso pensamiento que siempre ha tenido, con un acento muy personal, a unir la razón apasionada, vital, que ella llama razón poética y la vida propiamente ya humana frente a una sociedad en la que impera la razón fría, calculadora y la masificación y el consumismo que ahuecan y despersonalizan la vida humana. Y afirma esa unidad de razón y vida no sólo en el plano de la teoría, sino también el de su compromiso político-intelectual en los años convulsos en que actúa para instaurar la República, y sobre todo en los trágicos de la Guerra Civil en los que sólo pensó, escribió y vivió para defender la República brutalmente agredida (...)

Un segundo motivo tiene que ver con el reconocimiento de ''una trayectoria filosófica desde un posicionamiento enriquecedor y crítico del marxismo". Hacer este reconocimiento en tiempos tan adversos para la utopía emancipadora que fue y es la razón de ser del marxismo, no puede dejar de ser también un motivo de satisfacción y de estímulo para quien desde su juventud ha pensado y vivido para realizar esa utopía, incluso contra los que la han negado o tergiversado.

Pero, no acaban aquí los motivos de mi satisfacción y agradecimiento. Al conceder el premio, el jurado precisa que ''no sólo se pretende premiar una peripecia individual, sino homenajear a los pensadores andaluces transterrados (...)" Se trata de un homenaje que puede extenderse a todo el exilio español y de modo especial, a los intelectuales que en México pudimos acogernos a la hospitalidad del gobierno y del pueblo mexicanos y, gracias a ella, realizar una obra que los mexicanos, sin regateo alguno, consideran como un capítulo de la cultura de su país. Pero también puede considerarse como un capítulo de la cultura española que, obviamente, en aquellos años no se podía escribir en España.

Ciertamente, esta obra fue olvidada en su patria de origen. Y no sólo en los años tenebrosos de la dictadura franquista en que ni siquiera se podía pronunciar la palabra ''exilio", sino también en los de la transición y aun después, en los que la desmemoria se convirtió en política oficial.

Afortunadamente, en los últimos años la memoria ha ido ganando, cada vez más, terreno al olvido -tanto del exilio como de la República y de su heroica defensa contra los que, para destruirla, desataron la Guerra Civil. Así, pues, en cuanto que se premia, en mi nombre, a los pensadores andaluces exiliados, contribuyendo así al rescate de la memoria frente al olvido, no puedo dejar de estar -como antiguo exiliado-, sumamente satisfecho y agradecido.

Finalmente, también es motivo de ello, el ser galardonado como pensador andaluz con un premio de una institución andaluza tan admirable y alta como la Junta de Andalucía. Todo esto remueve la condición de andaluz de quien se vio forzado a abandonar su tierra, a los 21 años, en aquel trágico éxodo de la carretera de Almería.

Mi vida en Andalucía, fue, pues relativamente breve. Sin embargo, marcó toda mi larga vida hasta hoy, pues fue la realidad profunda andaluza la que generó los ideales de justicia, libertad, igualdad social y dignidad humana de la utopía socialista a la que pretendí siempre ser fiel tanto en el pensamiento como en la conducta.

Esta Andalucía profunda era la sufrida, injusta, desigual y salvajemente explotada de los campesinos que trabajaban -cuando trabajaban de sol a sol por una peseta al día y que se alimentaban sólo con un plato de gazpacho y era también la de los mineros que se dejaban todo aliento vital en la mina. Era la Andalucía que desahogaba sus penas en el ''cante jondo" y que se liberaba de ellas en sus sevillanas y bulerías. Y frente a ella, asfixiándola estaba la Andalucía jaranera, superficial, de los señoritos, latifundistas, marquesas y generales.

Pues bien, fueron una y otra Andalucía -las que generaron mi rabia y mi solidaridad y también mi desprecio y mi rebeldía, o sea: las que sembraron el sentido de la justicia, de la igualdad y la libertad que me anima hasta hoy.

Como andaluz en esta Andalucía de la democracia y la autonomía, tan lejana durante tanto tiempo y tan alejada todavía en el espacio, me siento orgulloso de que se haya prestado atención con el premio a mi condición de andaluz".

Fragmentos del discurso pronunciado por el autor al recibir el Premio María Zambrano, en Málaga, otorgado por la Junta de Andalucía

 
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