Usted está aquí: miércoles 23 de marzo de 2005 Economía Hasta Dios tiene que escoger

Alejandro Nadal

Hasta Dios tiene que escoger

La vida está llena de situaciones en las que se tiene que escoger entre dos vías, ninguna de las cuales es perfecta. Hasta el dios cristiano se somete a este tipo de dilemas. Quizás por eso la Biblia recurre tanto al artificio de los gemelos, como Abel y Caín, o Jacob y Esaú, para ilustrar la disyuntiva entre personajes que, lejos de ser perfectos, tienen defectos y cualidades.

¿Dios creó al ser humano para que fuera sedentario o nómada? ¿Cazador o agricultor? Ambas trayectorias tienen cualidades y defectos. La pregunta tiene que ver con las perspectivas de supervivencia del género humano en el planeta. La metáfora de dios viene bien en esta Semana Santa y la podemos utilizar en lugar de un sofisticado modelo matemático.

Jacob y Esaú estaban en conflicto desde el vientre materno. Jacob tomó a Esaú por el tobillo para evitar que fuera el primero en nacer. Pero Esaú tuvo la primogenitura y derecho al doble de la herencia. Pero era intempestivo y poco dado a la reflexión y control de sus pasiones. Era cazador y sería el perdedor. Jacob era calculador y bueno para guardar la casa. Era agricultor, será burgués y hombre del capital. Todo lo puede someter a un contrato, hasta su encuentro con dios.

Jacob engaña a Esaú y le induce a cambiar el derecho de primogenitura por el famoso plato de lentejas (Génesis 25:34). Poco después engaña a su propio padre y se hace dueño de su bendición suplantando a Esaú. Finalmente, Dios se le presenta a Jacob en un sueño, como escalera que conduce al cielo, y sella un pacto con él. El agricultor acaba relegando al cazador a la prehistoria. Las grandes naciones, sean escogidas o no, se construirán sobre la agricultura. Por eso todos los niños aprenden que la agricultura fue un invento maravilloso. Pero hay que desconfiar de las lecciones de la escuela.

El nomadismo fue el camino de la humanidad y sus precursores durante unos tres millones de años. Hace 2.5 millones de años el tamaño del cerebro humano creció y permitió desarrollar la habilidad de fabricar y utilizar herramientas, así como vivir en grupos sociales más complejos. Hasta ese momento, había en Africa primates que vivían en pequeños grupos sociales, pero su actividad se reducía a una pequeña extensión territorial. El nuevo cerebro permitió ir más allá de esos límites. Por eso, el crecimiento del cerebro estuvo asociado a la diáspora que lleva al ser humano a ocupar todo el planeta.

Hace 120 mil años los humanos ya estaban en el Medio oriente y Asia central, y hace 60 mil años habitaban Europa. Hace 50 mil años los humanos llegaban a Australia y pasaron al continente americano hace 17 mil años. Todo este extraordinario despliegue de energía se llevó a cabo sin agricultura. Èramos cazadores y recolectores de frutos. La dieta omnívora y la cohesión social permitieron superar todo tipo de catástrofes, desde eras glaciales, hasta sequías y enfermedades.

Hace unos 300 mil años, el cerebro humano alcanzó el tamaño y conformación que conocemos hoy. Durante 290 mil años los humanos siguieron viviendo como cazadores-recolectores, hasta que vino la revolución del neolítico. Hace unos 10 mil años, los humanos descubrieron/inventaron la agricultura en las cuencas de grandes ríos, en donde las crecidas eran seguidas de una explosión vegetal que tuvo que sugerir la importancia de la irrigación.

Con la agricultura vinieron muchas otras cosas. La jerarquía social se hizo más compleja y profunda. Por eso la conversión a la agricultura, la verdadera "revolución neolítica", se llevó a acabo en medio de una gran violencia. Y es que posiblemente el trabajo también se hiciera más pesado. La antropología económica moderna, luchando contra el papel ideológico que se le impuso en los siglos XIX y XX, revela que el ritmo de trabajo paleolítico (uno o dos días de trabajo, uno o dos días de descanso) era mucho más eficiente que el del neolítico. La resistencia a convertirse a la agricultura fue ahogada en sangre; Caín el agricultor mató a Abel el cazador (Génesis 4:8).

Con la agricultura vino la acumulación. El nómada no puede acumular porque necesita movilidad. El agricultor tiene la capacidad de acumular y de guardar excedentes. Poco a poco, sus "necesidades" aumentan: si acumula y satisface sus necesidades, surge la riqueza y su otra cara, la pobreza.

Claro que ahora somos seis mil millones de personas sobre la tierra. La vieja pregunta ahora se hace más urgente: ¿cuánto necesitamos? La pregunta parece mística, pero es tecnológica. La globalización y el capitalismo no tienen respuesta porque es una pregunta que rebasa su pobre racionalidad. La huella ecológica de la globalización neoliberal es enorme y se hará más profunda.

¿Podemos aprender algo de formas sociales que ya fueron destruidas y cuyos pocos sobrevivientes en Australia, Sudáfrica, Papua Nueva Guinea y Filipinas quizás ofrecen lecciones invaluables?

Toda esta historia es importante porque, como dijo Orwell en 1984, "Aquél que controla el pasado, controla el futuro".

 
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