<<< regresar a la portada


21 de marzo de 2005
gyz

GARROTES Y ZANAHORIAS

BLINDAJE

Una economía nunca está protegida completamente contra episodios de inestabilidad y menos aún de crisis. Es igual que un carro militar que por más protección que tenga es susceptible de ser destruido.

La noción de blindar una economía es un recurso político bastante endeble, incluso en términos puramente retóricos, sobre todo cuando se usa en una sociedad, como la mexicana, que ha pasado por crisis recurrentes desde mediados de los años 70 y de las cuales aún no se recupera.

Hace unos días, en la reunión anual de los banqueros, el presidente Vicente Fox aseguró que, a pesar de la "efervescencia política", la economía mexicana "está blindada ante el proceso electoral de 2006". Añadió: "las y los mexicanos pueden estar seguros de que su patrimonio y ahorro están fuera de riesgo". Según él, el manejo de las políticas monetaria y fiscal, así como la reprogramación de los pagos de deuda externa han restado vulnerabilidad al país. "Con este blindaje, generamos tranquilidad a las familias de que no se repetirán las crisis de cambio de administración que tanto nos afectaron en el pasado", afirmó.

Veamos. La gente sabe, aprende de la experiencia, y para recuperar la confianza que ha perdido en la capacidad de gestión del gobierno, en el desempeño del sector financiero y en las posibilidades de recuperar su bienestar, el que le digan que la economía está blindada suena por lo menos muy sospechoso.

La economía mexicana no estaba blindada luego de la larga estabilidad que duró 20 años hasta la devaluación de 1976; no lo estuvo con la enorme riqueza petrolera que llevó en la crisis de la deuda externa de 1982, ni con las reformas que acabaron con la crisis bursátil y la inflación de 1987 y menos con las privatizaciones de empresas públicas, incluidos los bancos y el control del déficit fiscal que redundaron en la fuerte crisis de 1995.

El presidente Fox usa la idea de blindaje de modo muy espontáneo, a la ligera. No debería confundirse una etapa de relativa estabilidad financiera con la solvencia general del sistema económico, sobre todo cuando persiste el raquítico crecimiento de largo plazo del producto, cuando hay una incapacidad para crear suficientes empleos formales, cuando la mitad de la población está en situación de pobreza.

En 1982 poco antes de que estallara la crisis, los analistas extranjeros y muchos nacionales y los políticos insistían en la fortaleza de la economía; en 1987 el auge de la bolsa de valores generó una euforia que se rompió como pompa de jabón; en 1994 los diagnósticos no podían ser más favorables acerca de cómo se conducía la economía que, como sabemos, estaba colgada con alfileres. Hoy se proclama la fortaleza sobre la base de un enorme costo fiscal por la gestión de la crisis bancaria asociado con el fiasco del Fobaproa.

En 2001, antes de la debacle argentina, los bancos internacionales hablaban de la fortaleza de la economía y las políticas de Carlos Menem, el Fondo Monetario y el Banco Mundial lo consideraban un caso ejemplar de reformas y de aplicación de las medidas de la estabilidad. Poco después todo se derrumbó, esos mismos bancos huyeron materialmente del país, y los organismos multilaterales terminaron por reconocer ­a regañadientes y en la sombra­ sus graves errores §

<<< regresar a la portada