Usted está aquí: martes 15 de marzo de 2005 Política Harakiri

José Blanco

Harakiri

Al estatus que define las relaciones laborales de hoy se le llama, tanto desde el flanco izquierdo de la política como desde el seno de los propios sindicatos, "conquistas históricas". El hecho mismo de que los asalariados fueran corporativamente encuadrados en el marco de Estado, fue visto en su momento por una gran mayoría de las organizaciones y de los propios trabajadores individuales quizá como la más de valiosa de sus "conquistas".

Visto en el largo plazo, la bola de humo que les fue lanzada a los trabajadores fue que su alianza con los gobernantes en turno era una alianza estratégica -refrendada por una legislación tutelar- que los defendía de "los malos de la película": los empresarios. Esto fue así para ese gran conglomerado enjaulado en el que desde fines de los años 40 se comenzó a denominar "charrismo sindical". En realidad el acta de nacimiento del charrismo, como relación corporativa puede fechársela el 30 de marzo de 1938, cuando el PRM se transforma en PNR, bajo la dirección de Lázaro Cárdenas.

El 26 de octubre de 1948, Luis Gómez Z., líder del sindicato ferrocarrilero, fue aprehendido por su oposición a las políticas de industrialización anunciadas por Miguel Alemán y, un día después, la Secretaría del Trabajo restableció a El Charro Jesús Díaz de León como secretario general del sindicato ferrocarrilero. El sindicato minero y el petrolero también estaban en desacuerdo con la vía de modernización industrial que quería emprender Alemán. Pero el encarcelamiento de Gómez Z. y de Valentín Campa sometió a todo mundo. El movimiento obrero se fraccionó, pero creyó que el problema era una perversidad del presidente Alemán, que ya llegarían nuevos tiempos.

Llegaron, en efecto, nuevos tiempos para los dirigentes de las diversas centrales obreras, al mantenérseles cooptados, convertidos en diputados, senadores, presidentes municipales y gozar de un conjunto de prebendas que consolidaron las relaciones corporativas del gobierno y de un vasto sector de asalariados, especialmente de las empresas del propio Estado.

La industrialización del norte de la República la tomó en sus manos el empresariado regiomontano y allí se estableció, principalmente, el sindicalismo blanco, manejado por la patronal.

Se halla muy lejos el movimiento de los trabajadores asalariados de escapar de las jaulas que los aprisionan. Pero, aun dentro de sus jaulas, diversos factores continúan siendo vistos como "conquistas históricas".

Diversos signos en los últimos 25 años han ido mostrando un lentísimo desmoronamiento de las relaciones corporativas. Arturo Alcalde Justiniani ha señalado una de relevancia significativa: el fallo de la Suprema Corte al declarar inconstitucional el artículo 78 de la Ley Federal de Trabajadores al Servicio del Estado, que concedía a la FSTSE el monopolio de las relaciones laborales con el gobierno.

Los sindicatos deben profundizar en el análisis de lo que llaman "conquistas históricas", pues diversas de ellas son parte de un autoengaño (como fue el caso de la alianza estratégica con el gobierno federal).

Un problema de gran magnitud para el desarrollo económico general, en particular de la industria, pero que afecta gravemente inclusive a las instituciones de educación superior públicas, es la inflexibilidad laboral. Y muchas organizaciones sindicales la defienden a muerte como "conquista histórica". Pero la inflexibilidad impide el desarrollo de los propios trabajadores, acota rudamente el crecimiento de la productividad de la industria, hace ineficientes los procesos de trabajo en todo tipo de organizaciones y empresas, no permite el crecimiento de la competitividad en el marco de la globalización, es un obstáculo al desarrollo económico del país. Es un harakiri nacional.

Muchas organizaciones tienen una desconfianza irracional y prefieren dejar las cosas como están. Que nada cambie. Mientras el desarrollo socioeconómico exitoso en el mundo ha sido, precisamente, el cambio continuo.

Un trabajador polivalente, capacitado para tal papel, aumentaría la eficiencia laboral, los salarios de los trabajadores, la competitividad y la eficacia de los procesos laborales en todas partes. La inflexibilidad laboral es una conquista del subdesarrollo. Sindicatos libres del corporativismo y del sindicalismo blanco, y trabajo polivalente son bases para crear la tensión necesaria entre el trabajo y el capital, para empujar el desarrollo económico.

Los trabajadores deben hacer ya una inmersión profunda en el espacio de la capacitación múltiple, lista para configurar al trabajador polivalente que requiere la economía del siglo xxi, y debe hacerlo con todas las garantías legales de que los resultados buscados no sean sólo ganancias del capital.

Cuando en una universidad hay un trabajador cuya responsabilidad es cortar cuatro metros cuadrados de césped y ya (los ejemplos abundan por miles), estamos describiendo al miope subdesarrollo que desperdicia los recursos de la sociedad.

 
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