Usted está aquí: lunes 7 de marzo de 2005 Opinión ¿LA FIESTA EN PAZ?

¿LA FIESTA EN PAZ?

Leonardo Páez

Oportunidades dignas

HAY PLAZAS DE TOROS que, no obstante su antigüedad y remoto prestigio, apestan a podrido -"plaza muerta" rebautizó con sobrada razón Lumbrera Chico al descalificado coso de Insurgentes-, y hay otras que, con apenas 38 años de historia y un aforo de sólo 2 mil 500 localidades, destilan taurinismo, compromiso, capacidad de espectáculo y posibilidades de emociones, independientemente de la empresa que la maneje.

EN ESTE SEGUNDO caso se encuentra la plaza La Florecita, de Ciudad Satélite, estado de México, inaugurada el 9 de abril de 1967, que ha visto desfilar la afición de numerosos empresarios, desde el inolvidable Lalo Cuevas y su entusiasta peña Don Dificultades, hasta Carlos de la Peña y la Promotora Sarajuana, pasando por esa modélica dupla de Dick Acha y Carlos Quintana, que en los años recientes han dado la réplica a los falsos promotores taurinos, montando ejemplares corridas de toros con encierros casi imposibles de ofrecer en las plazas supuestamente importantes.

EN ESE PEQUEÑO pero torero ruedo se acumulan escenas inolvidables de festivales, novilladas o corridas -Chucho Solórzano o Guillermo Capetillo deletreando el arte de muletear, o la inexplicablemente desaparecida Feria Nacional del Novillero Telmex, o el matador El Fraile, de rodillas en tablas, clavando un par de cortas al quiebro a un torazo de Coaxamaluca, o José Orozco El Jalisco frente a astados de Huichapan, por citar algunos inolvidables ejemplos- hasta el mediodía de ayer, en que Promotora Sarajuana ofreció su segunda novillada, dando oportunidad, no insultando la dignidad de quienes se visten de luces, a Jacobo Solís, Oliver Gómez, Ernesto Sánchez y Joaquín Alvarez Joaquinillo, con un bien presentado y toreable encierro de la ganadería de Joselito Huerta -¡de pie cuantos se pretendan toreros!

ANTES HUBO CANTE y baile flamenco, enseguida un merecido reconocimiento a la ganadera doña Martha Chávez viuda de Huerta, ese mujerón al lado, no detrás, de una figura universal del toreo como fue José Huerta Rivera, y después cuatro novillos cuya encastada toreabilidad puso en evidencia el nivel anímico, técnico y artístico de los alternantes, así como el de los subalternos, que para eso y no otra cosa sirve la bravura en las reses de lidia. Detalles, cuando debieron ser orejas, consiguieron Solís, Gómez y Sánchez -con el más toreable, cuya aseada labor malogró con el acero- y un merecido apéndice obtuvo Joaquinillo, más que por su deshilvanada faena por certera estocada y el buen criterio del juez Raúl Espíndola.

LOS VERDADEROS TRIUNFADORES de esta segunda novillada de Promotora Sarajuana fueron los jóvenes subalternos Christian Sánchez -hijo de Adolfo- y Gerardo Angelino -hijo de Joaquín-, quienes banderillearon gallardamente a los desperdiciados novillos, no con un presuntuoso afán de lucimiento, sino con la casta y el buen hacer de quienes se saben y se sienten toreros. ¡Vaya un despliegue de facultades que honró la mejor tradición rehiletera de México!

 
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