Conmovido, el poeta tocó la flauta y convocó a sus alumnos para interpretar los temas

Presentó Ricardo Yáñez su disco Quizá en agosto, en el Palacio de Bellas Artes

MERRY MAC MASTERS

Se conmovió tanto el poeta Ricardo Yáñez ayer en la presentación de su disco compacto, Quizá en agosto, cuando la música toma la palabra, letras y música de un taller, que, para disolver el nudo en su garganta, mejor se puso a tocar la flauta.

Así fue como, cual Pied Piper moderno, llamó al frente de la Sala Manuel M. Ponce, del Palacio de Bellas Artes, a sus alumnos y colaboradores quienes se encargaron de interpretar los 16 temas del disco, 14 de los cuales cuentan con textos de Yáñez. La edición se originó en uno de sus talleres de sensibilización a la creatividad, cuyos integrantes le indujeron a componer canciones para hacer un disco que transmitiera poesía.

Pero, antes de la parte musical del programa, llevado a cabo dentro del ciclo Literatura en voz alta, Pablo Espinosa, jefe de la sección cultural de La Jornada, en la cual es columnista Yáñez, llamó Quizá en agosto un "producto del amor", ya que "nació del acto amoroso de enseñar, compartir, impartir, intercambiar", oficio de este profeta que "se entrega entero en sus talleres de poesía a lo mejor que tiene el mundo: los jóvenes".

De acuerdo con Espinosa, además de ser un fruto de amor, Quizá en agosto es un disco delicioso, dúctil, irresistible y, para colmo, sumamente divertido: "Inicia con una música zen con la flauta, que suele salir como instrumento de Merlín de los portafolios y mochilas y bolsitas variopintas, que adornan la indumentaria de filósofo de Ricardo Yáñez".

Recorrer Quizá en agosto constituye una "trivia fantástica". Espinosa explica: "Además de la evidente atmósfera de peña, donde el tiempo se detiene y al contrario del cóndor parece que no pasa, se suceden trenzamientos canoros estupefacientes".

Para el periodista la delicia mayor está en el track décimo, Emborráchate por mí, en el que Yánez canta "igualito que Antonio Badú, con caireles canoros de Tin Tán sin su carnal Marcelo ni su scat maravilloso, pero con un sabor de agave destilado a fuerza de milenios, caballito a caballito, verso a verso".

El poeta Eduardo Lagagne afirmó que el disco es a la vez una obra colectiva e individual de Yáñez, así como de cada uno de sus participantes. Trabajan artistas originarios de las ciudades de Culiacán, Hermosillo, Jiquilpán, México, Oaxaca, Tlaxcala, Topolobampo y Puerto Vallarta.

Dijo conocer "textos y músicas escritas por Ricardo desde hace tres décadas, un tiempo aún mayor que la edad de quienes ahora los cantan. Canciones que esperaron pacientemente que sus intérpretes nacieran". Para Lagagne una de las "más celebradas características" de las piezas es que "no fueron hechas para participar en la industria".

Continuó: "Me sorprende oír a Ricardo cantando con voz fresca, me sorprende su entrañable manera de cantar canciones, que seguramente fue haciendo en su cabeza mientras transitaba carreteras o espacios aéreos (todos sabemos que él vuela mucho, sabe volar) para dirigirse a los talleres, en los que siempre habrá de encontrarse a talentosos y jóvenes amigos que saben bailar los poemas y dibujarlos, y cantarlos..."

En seguida, Pablo Espinosa quiso saber si Yáñez, para parir el disco, tuvo en mente la idea de recuperar el canto como un ejercicio de la vida cotidiana, como un acto libertario. "Alguna vez en Tepic me hicieron tres preguntas -replicó el poeta. Sólo recuerdo la primera: ¿Cuál es el lugar ideal para la poesía?". Después de un silencio y casi al borde de las lágrimas, Yáñez siguió: "Donde estás, contesté. Lo que hago con los talleres es decir qué bueno que estamos aquí porque aquí sí estamos".