Usted está aquí: lunes 7 de marzo de 2005 Política Bahía Magdalena, la joya del Pacífico

Iván Restrepo

Bahía Magdalena, la joya del Pacífico

Bahía Magdalena, en la costa de Baja California Sur, es uno de los ecosistemas marinos más ricos del planeta, pero también de los que más cuidado necesitan debido a los cambios negativos que se registran en la zona y los efectos nocivos que provoca la pesca comercial.

La joya por excelencia del Pacífico mexicano es el sitio ideal para que allí se desarrolle y viva una importante diversidad de especies. Todo esto es posible debido a condiciones naturales únicas, como el que allí confluyen dos corrientes oceá-nicas: la fría, de Alaska, y otra caliente proveniente del sur tropical. Este encuentro de aguas propicia las condiciones para que se generen nutrientes abundantes, lo que atrae y permite el crecimiento de especies como el atún aleta amarilla, sardinas, guachinango, cangrejo, rayas, corvina, marlin, camarón, calamar, lenguado, halibut, rayas, tiburones (como el Ballena) y tortugas, sin faltar aves. Es además el santuario más importante de las sardinas en la costa del Pacífico norte. Todavía por esta época, una de las atracciones de Bahía Magdalena son las ballenas.

Podría pensarse que por su enorme importancia biológica y natural, Magdalena recibe de las autoridades y de la población los cuidados necesarios. Las primeras, en repetidas ocasiones han prometido garantizar su salud ambiental y la riqueza que ella alberga con medidas que eviten su deterioro y la explotación irracional de los recursos locales. Los segundos, por su parte, no han hecho el esfuerzo necesario para obligar a que el gobierno ponga orden en la actividad pesquera y se realice de manera racional y no en forma depredadora como sucede hoy.

Un caso que ilustra la forma irracional de usar los recursos de Magdalena es la industria sardinera.

Bain Smith, estudioso puntual de lo que sucede en Baja California, alerta de cómo las sardinas que se pescan en la zona son cada vez más pequeñas y muchas miden menos de 15 centímetros, tamaño mínimo fijado por las autoridades como aceptable. Por eso, si hace apenas dos años una lata de sardinas contenía de siete a nueve unidades, hoy contiene 14 o 15, lo cual expresa claramente la mala explotación de un recurso que localmente tiene importancia todo el año. A lo anterior se agrega la utilización de métodos obsoletos de captura y utilizar apenas parte de la sardina, con lo cual se pierden nutrientes importantes. Lo que se desecha de la pesquería crea malos olores en el pueblo donde se localizan las dos plantas empacadoras más importantes.

Podría pensarse que por el aumento de la producción y la actividad sardinera la población local goza de niveles de vida aceptables. No es así: falta infraestructura municipal básica y hay contaminación. Por ejemplo, según asegura Smith, los coliformes fecales en la bahía son nueve veces superiores a los límites permitidos.

Aunque la explotación irracional de la sardina no es el único problema de Bahía Magdalena, sí es uno de los que necesitan atención urgente del gobierno. Está probado, y varios trabajos así lo confirman, que esa pesquería no será sostenible a largo plazo si no se toman medidas urgentes para protegerla. Habría que establecer un estricto sistema para monitorear la calidad, el tamaño y el peso de las unidades capturadas, cada vez más demandadas por la industria del pollo y la porcicultura y como alimento del atún y el salmón. Una de las grandes demandantes es la poderosa trasnacional Mitshubishi.

Cualquier propuesta por proteger el área se ve frenada por la moratoria que el presidente Fox puso a nuevas regulaciones. Mientras el discurso oficial sostiene que se debe garantizar el futuro del país cuidando los recursos naturales, renovables o no, en la realidad con frecuencia se hace todo lo contrario.

En fin, lo que sucede en Bahía Magdalena merece comentarse nuevamente. Mientras, recomendamos consultar los trabajos de Bain Smith y el grupo Sea Watch (www.seawatch.org), y de igual forma los de los centros de investigación de Baja California, como el Cicese (Centro de Investigación Cientifica y de Educacion Superior) con sede en Ensenada.

 
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