Ivonne Domenge exhibirá más de 50 obras en el MAM
La madera, un ''potencial de trabajo'' para crear esculturas
Un material al que siempre regresa Yvonne Domenge (DF, 1946) es la madera, pues la recoge de donde puede. De hecho, la escultora trae una motosierra en la cajuela de su automóvil.
Si encuentra un pedazo de madera en la carretera, lo corta y se lo lleva. Ya en su taller, la nueva adquisición a veces tarda un año en secarse. ''Es como cuando uno tiene algo muy especial en la despensa y está feliz porque allí está. Guardo mis maderas como un potencial de trabajo''.
Explica: ''Siempre estoy en búsqueda de la madera perdida. Entonces levanto la antena para saber que alguien derribó un árbol. Ahora que arreglan el bosque de Chapultepec han tirado muchos árboles enfermos, de manera que me acaban de regalar unos pedazos''.
Una instalación con piezas realizadas en madera que dejó el huracán que azotó Mérida, Yucatán, forma parte de Yvonne Domenge. Escultora. Visión antológica, exposición que será inaugurada el 3 de marzo a las 20 horas en el Museo de Arte Moderno (MAM).
No es la primera vez que la artista expone en ese recinto, pues en 1998 mostró cerca de 15 obras dentro de la muestra Ocho mujeres en el arte hoy. La presente, sin embargo, será la exhibición más amplia de su quehacer, con más de 50 trabajos creados en los recientes ''veintitantos años, porque no está mi obra figurativa'', en diferentes formatos y materiales.
Domenge también recoge piedras, semillas, flores, conchas y formaciones de líquenes que dibuja, porque en la naturaleza encuentra la mayor inspiración de orden. Apunta: ''Cuando se ve una esfera con una sección áurea, que es un pentágono que, a su vez, forma toda la base de una flor, bueno, cuando encuentro ese tipo de estructuras, me asombra y me sirve para crear''.
Entrevistada en su nuevo taller de Tizapán, una edificación colonial donde alguna vez trabajó José María Velasco, Domenge relata que a los seis años empezó a dibujar. Y aunque su escultura es abstracta, dibuja con modelo en vivo seis horas a la semana, de lo contrario se pone ''nerviosa'', porque ''el dibujo me limpia, me armoniza, así que me hace falta ese momento de meditación''. También tomó clases de pintura, pero el volumen se convirtió en su manera de relacionarse con el mundo. ''No entiendo el mundo sin tocarlo o ver lo que constituye el fondo de las cosas'', asegura.
Reconoce, no obstante, que como escultora hay que tener viva la flama de la pasión, porque ''la pieza que uno concibe en la cabeza, luego en dibujo, en maqueta, en planos constructivos, pasan meses para verla realizada''. De las esculturas suele hablar como si fueran personas. Por ejemplo, a las piezas chicas -no las urbanas- les otorga un ''tiempo de dignidad''. Es decir, antes de enviarlas, las tiene con ella para compensar el tiempo que estuvieron en la fundición, de cabeza o golpeadas.
Los escultores, reflexiona, ''sí tenemos una manera diferente de ver el mundo, así como una relación muy directa con el material: la madera, tallarla, olerla; el acero, si se calienta, si se enchueca, si se pule; el bronce, si se mezcla con la madera, porque uno reacciona de una manera y el otro, de forma distinta. Cada material tiene su propio ritmo y hay que negociar los tiempos''.
Respecto del título de su exposición, para Domenge antología quiere decir algo ecléctico, concepto que le gusta, porque ''siempre he sido muy inquieta e investigado para trabajar en muchísimos materiales, pero siempre regresaba a la madera''.
Galardonada en 2003 en un concurso organizado por CNN en español, Domenge imparte clases y colabora con vecinos de la colonia Buenos Aires y su corredor escultórico.