Portugal, una interpretación
El triunfo del Partido Socialista (PS) en Portugal, que colocará a José Sócrates como jefe de gobierno de ese país, no es cualquier cosa pese a la opinión de los auténticos aspirantes al socialismo en Europa y en la antigua Lusitania. La izquierda propiamente socialista ve con escepticismo el triunfo del PS, y tiene razón, pero parece ignorar que Roma no se construyó en un día.
Desde la Revolución de los Claveles (1974), que acabó con el salazarismo que tenía sumido a Portugal en el siglo XIX, la derecha representada por el Partido Popular y el Partido Social Demócrata había alternado con el Partido Socialista en el gobierno de ese país de democracia parlamentaria (para los lectores no familiarizados con el tema debo señalar que el nombre de Partido Social Demócrata no debe confundir: es y ha sido un partido de derecha). Pero esta vez el PS obtuvo la más alta votación de su historia y la alianza del Partido Comunista con Los Verdes (Coligação Democrática Unitária-CDU), además del Bloco de Esquerda (BE), también alcanzó una votación histórica. En una palabra, esta vez el pueblo portugués, en su mayoría, votó por la izquierda (45 por ciento por el PS, 7.7 por el CDU y 6.4 por BE, con una abstención de alrededor de 35 por ciento, menor que en 2002).
Al igual que el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), el PS de Portugal no es sinónimo de reformas estructurales de tendencia socialista. Desde hace muchos años los partidos socialistas (también conocidos como socialdemócratas de la Internacional Socialista) han hecho pública su inclinación en favor del capitalismo, pero han añadido que pugnan por un capitalismo con rostro humano que gradualmente atienda las necesidades de la mayoría de la población.
En muchos casos este discurso ha sido hueco y los partidos de esta denominación han favorecido, como los gobiernos de derecha, a los grandes capitales y a los países más poderosos de la Unión Europea. Sin embargo, se piensa que los autodenominados socialistas no ataquen en la misma magnitud que los democristianos y "populares" (de los Partidos Populares de Europa) las conquistas más sentidas por los trabajadores, tales como la educación y la salud gratuitas, y otras prestaciones que se les ha querido escamotear.
Para decirlo de otra manera, si yo tuviera que votar entre un Partido Popular y un Partido Socialista, sin ninguna otra opción, votaría por el último, a sabiendas de que la distinción entre ambos es muy pequeña. Igual haría si fuera uruguayo votando por el Frente Amplio o en México por el PRD y no por el PRI o el PAN.
En las elecciones en el mundo actual lo menos malo es votar por el partido menos malo, aunque esta afirmación parezca conformista. Los conformistas, en realidad, son los electores que, por más que uno les dice que sólo el socialismo significará su emancipación como seres humanos, insisten en no creernos y en apoyar partidos no socialistas estrictamente hablando.
Aunque los portugueses no hayan votado mayoritariamente por el Partido Comunista ni por el Partido Socialista Revolucionario (del BE), por ejemplo, eso no quiere decir que no le hayan dado un fuerte revés a la derecha. No sólo perdió el Partido Social Demócrata (de 40.2 a 28.7 por ciento), sino que el Partido Popular bajó de 8.75 por ciento en 2002 a 7. 26 este año. Y éste es el dato importante. Cambiaron la orientación de su voto, entre otras razones porque esperan mejorar sus condiciones de vida y tener más empleos y mejor pagados (Portugal tiene los salarios más bajos de los países de Europa occidental, incluso menores que en Grecia).
Si la izquierda socialdemócrata, representada en la península por el PS y el PSOE, no comete los mismos errores del pasado, y si ciertamente levanta el nivel de vida de portugueses y españoles, el ejemplo podrá ser positivo para otros países europeos y, de paso, para América Latina y México en particular, no en este año, que no están previstas otras elecciones importantes en las regiones mencionadas, pero sí en 2006. Y esto será positivo también para menguar la influencia y la intervención de Estados Unidos, que algunos ingenuos creen que dependen de las declaraciones de sus voceros y publicistas, como hemos leído en estas páginas recientemente.
Entre los partidos pro capitalistas de Europa, el enemigo histórico de Estados Unidos, sobre todo a partir de Willy Brandt (finales de los 60 y principios de los 70 del siglo pasado), ha sido la socialdemocracia de Europa occidental, la misma que inició el proceso de la unidad europea para convertir a ésta en un bloque competitivo de las economías estadunidense y japonesa. No es mucho, pero algo es algo.