Usted está aquí: sábado 19 de febrero de 2005 Política Kyoto: una esperanza para el mundo

Gonzalo Martínez Corbalá

Kyoto: una esperanza para el mundo

A 12 años de distancia de la Cumbre de Río, en la que se firmó el Protocolo de Kyoto, y a pesar de que los científicos especializados en este tipo de problemas del cambio climático se muestran escépticos en relación con la reducción real que tendrán las emisiones estipuladas en él, no deja de ser alentador el que, con la firma de 141 países -con la sola excepción, entre las principales mayores potencias industriales, de Estados Unidos-, ha entrado en vigor, el pasado miércoles 16 de febrero, este polémico tratado, que representa una esperanza para las actuales generaciones en el primer periodo, que abarca de 2008 a 2012.

Los institutos de prospectiva en materia climática y de calidad de la atmósfera están todos en este momento, sin duda, estudiando cuál puede ser el futuro del calentamiento de la Tierra debido al efecto de las emisiones en todo el planeta de gases tóxicos, que enrarecen peligrosamente el aire que respiramos, en diversos grados según el avance de la industrialización y del número de vehículos de transporte, sobre todo los automóviles y los camiones, cuyo número aumenta asombrosamente, muy especialmente en las economías emergentes y en desarrollo, como sería el caso de nuestro propio país.

Según la ONU, el 16 de febrero de 2005 marca el comienzo de una nueva era, aunque no se puede ignorar el hecho de que el cambio en el porcentaje de la totalidad de emisiones de gases que producen el efecto invernadero, hasta nuestros días, es tan alto que los científicos en general consideran probablemente inalcanzable la meta de 5.2 por ciento que se prevé en el Protocolo de Kyoto como contención obligatoria en una primera etapa, y por ello ya se hacen una pregunta que inquieta en todo el mundo: ¿y qué pasará después de 2012?

Estados Unidos es uno de los grandes contribuyentes en materia de emisiones que generan el calentamiento de la Tierra, no solamente porque consume 20 millones de barriles de petróleo diariamente, sino también por sus ensayos nucleares y con misiles, cuyo efecto real sobre el enrarecimiento de la atmósfera y el calentamiento que provocan todavía se desconoce. Sin embargo, no es uno de los países firmantes del Protocolo de Kyoto, ni ha asumido ningún compromiso de validez universal, a pesar de que contribuye con más de 36 por ciento de las emisiones de todo el planeta, en comparación con Rusia, que lo hace con 17.4 por ciento, y el resto del mundo con 46.5 por ciento (El País, 16 de febrero).

Es bien sabido que en los estudios prospectivos más serios sobre el uso de energéticos en las tres primeras décadas de este siglo se establece con toda claridad que habrá de prevalecer, sin duda, el de los hidrocarburos fósiles, y aun cuando se espera que la utilización del gas natural -que es un combustible considerado limpio por la calidad de sus emisiones en la combustión- habrá de aumentar sobre la del petróleo, de todas maneras éste no dejará de ser, por lo menos en los 20 primeros años, el principal combustible que se use en todo el mundo junto con el carbón, en detrimento de la energía nuclear, por una parte, y por la otra, con un modesto crecimiento, todavía muy lento, de las fuertes de energía renovables consideradas limpias, como la hidroeléctrica, la eólica, la solar y la de las mareas, las cuales constituyen de todas formas, a plazo más largo, quizás hacia el año 2030, la verdadera esperanza para reducir sustancialmente las emisiones contaminantes y que aumentan progresivamente el calentamiento de todo el planeta.

Según estudios recientes de la International Energy Agency, los combustibles fósiles continuarán dominando el uso de la energía en el mundo, teniendo en cuenta un incremento aproximado de 85 por ciento en la demanda de energía primaria mundial, siendo el petróleo el combustible más importante por mucho, y en cuanto a los sectores demandantes es el del transporte uno de los que absorberán la parte más crecientemente importante de energía, en línea con las tendencias anteriores, lo cual no es ciertamente prometedor en lo que a contaminación ambiental se refiere.

De todas maneras, y a pesar de las previsiones más objetivas que se pueden hacer en cuanto al efecto real de los esfuerzos internacionales para disminuir las emisiones de gases con efecto invernadero en todo el planeta, la ciudad japonesa de Kyoto es, en ese momento, el centro de las celebraciones en todo el mundo, con el lema de "Entrada en vigor del Protocolo de Kyoto", presididas por el ministro japonés del Medio Ambiente, Yuriko Koike, a quien acompañan la premio Nobel keniana Wangari Maathai y la secretaria ejecutiva de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre cambio climático (UNFCC), en las que participarán también, por medio de videoconferencias, el secretario general de la ONU, Kofi Annan, autoridades chinas y ministros europeos, canadienses, asiáticos y latinoamericanos. El acto se transmitirá por Internet a través de la dirección www.kyoto-protocol.jp, y habrá que celebrar junto con ellos esta ocasión, con la esperanza de que en este siglo se haga una mayor conciencia de alcance universal para desterrar el peligro que representa el progresivo calentamiento de nuestro planeta, que podría tener gravísimas consecuencias de alcance imprevisible.

 
Compartir la nota:

Puede compartir la nota con otros lectores usando los servicios de del.icio.us, Fresqui y menéame, o puede conocer si existe algún blog que esté haciendo referencia a la misma a través de Technorati.