Usted está aquí: viernes 18 de febrero de 2005 Opinión El apocalipsis según la CIA

Editorial

El apocalipsis según la CIA

Llaman la atención, por diversas razones, los pronósticos pesimistas, si no es que alarmistas, formulados ayer en relación con nuestro país por individuos y entidades de lo que en Estados Unidos se conoce como la "comunidad de inteligencia": el director de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), Porter Goss, calculó, en una comparecencia ante un comité senatorial de Washington, que la campaña presidencial del año entrante puede paralizar las reformas fiscal, laboral y energética, y advirtió que México podría ser uno más de los "puntos de conflicto" previstos en América Latina por la dependencia que dirige. Por su parte, el Consejo Nacional de Inteligencia (NIC), que elabora información para la toma de decisiones de la Casa Blanca, señaló en un reporte la posibilidad de que en México y Brasil surjan gobiernos "de izquierda radical o nacionalista" que provocarían "contagio e ingobernabilidad", y "actitudes antiestadunidenses".

Las sombrías predicciones sobre nuestro país de las entidades del espionaje estadunidense generaron un consenso ­en contra­ sorprendente en la clase política nacional: el secretario de Gobernación, Santiago Creel; el procurador general de la República, Rafael Macedo de la Concha, y diversos senadores y diputados priístas y panistas, de un lado, y por el otro Andrés Manuel López Obrador, jefe de Gobierno del Distrito Federal, al que el gobierno federal y las cúpulas panista y priísta se empeñan en sacar del cargo, desestimaron las preocupaciones externadas por Goss y las contenidas en el documento del NIC, especialmente las referidas a un posible conflicto con motivo de los comicios de 2006. Creel y algunos legisladores percibieron en lo dicho por el director de la CIA una intromisión inaceptable en los asuntos internos de México, y todos coincidieron en que la sucesión presidencial próxima no desembocará en un conflicto desestabilizador. Se trata de una conclusión curiosa, habida cuenta de que 24 horas antes el presidente Vicente Fox y algún dirigente priísta mencionaban el riesgo del "caos" ­ese término coincidieron en emplear, como se señaló ayer en este mismo espacio­ y achacaban, elíptica o expresamente, la responsabilidad de ese escenario al acosado gobernante capitalino.

En cuanto a las expresiones sobre el injerencismo de las declaraciones de Goss, cabe hacer la siguiente reflexión: si bien la CIA es una institución específicamente diseñada para entrometerse en otras naciones, y sus hechos y sus palabras son, en esa medida, intrínsecamente injerencistas, los planteamientos formulados ayer por su director obedecen, en estricto sentido, a un procedimiento institucional interno de Estados Unidos ­una comunicación entre la agencia, que pertenece al Ejecutivo, y un comité senatorial del ámbito legislativo­, sin más consecuencias. El que esas comunicaciones se realicen sin la discreción a la que debiera obligar el respeto a otros estados denota nada más y nada menos que la proverbial insolencia imperial, pero no deja de ser un asunto de tono.

Desde otra perspectiva, lo verdaderamente preocupante de las expresiones de la comunidad de inteligencia estadunidense divulgadas ayer es su garrafal ignorancia, su distorsión ideológica y su análisis paupérrimo. Como ejemplos, baste señalar que la CIA y el NIC mencionan como factores de inestabilidad ­en México y Latinoamérica­ el estancamiento de las reformas fiscal, laboral y energética, y no son capaces de comprender que son precisamente esas reformas las que, de realizarse con el espíritu neoliberal y privatizador con que se promueven, las que provocarían escenarios de inestabilidad y confrontación social, como ha sucedido ya en Ecuador, Bolivia, Argentina y otros países latinoamericanos. El NIC habla del riesgo de ingobernabilidad que podrían introducir en México y Brasil hipotéticos gobiernos de izquierda, y no es capaz de detectar dos asuntos más bien obvios: por lo que hace a nuestro país, el principal peligro de ingobernabilidad proviene del empeño del grupo gobernante por excluir de la contienda electoral, con métodos leguleyos y tramposos, a un eventual candidato fuerte de la izquierda; en Brasil, el gobierno de izquierdas de Luiz Inacio Lula da Silva ha hecho por la estabilidad mucho más que sus antecesores de derecha, hasta el punto de que sectores populares y disidentes de su propio partido acusan ya al mandatario de plegarse a los dictados de Washington y del Fondo Monetario Internacional.

La desinformación, la confusión y la incapacidad para ver la realidad de los funcionarios y organismos estadunidenses encargados de aportar elementos de juicio al gobierno en turno explican, así sea parcialmente, la permanente colisión con el mundo en que transcurre la presidencia de George W. Bush, y constituye un dato harto preocupante para nuestro país y para el resto de Latinoamérica.

Por lo que se refiere a las airadas reacciones de muchos políticos mexicanos ante lo dicho ayer en el Capitolio, cabe preguntarse si no son expresiones de una mala conciencia. Por ejemplo, Creel, en su respuesta a lo manifestado por Goss, afirmó que el año entrante habrá "no un conflicto, sino una competencia electoral democrática". Pero los comicios serán una mera simulación de democracia si el gobierno al que pertenece el propio Creel consigue eliminar de ella, por medios judiciales torcidos y facciosos, a quien podría ser el candidato que cuenta con mayores intenciones de voto ­muy por encima de Creel y de los prospectos priístas­, que es Andrés Manuel López Obrador.

Para finalizar, los pronósticos de la CIA y del NIC están radicalmente equivocados en sus premisas, pero podrían resultar acertados en sus conclusiones. Por lo pronto, el foxismo está poniendo todo cuanto está de su parte para obtener un fin de sexenio turbulento e incierto.

 
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