Usted está aquí: viernes 18 de febrero de 2005 Opinión El cine de autor levantó el certamen

Leonardo García Tsao

El cine de autor levantó el certamen

55º Festival Internacional de Berlín

Berlin, 17 de febrero. A punto de llegar a su fin, la sección competitiva registró un repunte gracias al cine de autor. El realizador ruso Aleksandr Sokurov completó con Solnze (El sol), su trilogía de reflexiones sobre el poder absoluto, centrada en figuras históricas clave del siglo XX. Habiendo enfocado las anteriores, Moloch (1999) y Taurus (2000), a Hitler y Lenin, respectivamente, la tercera lo hace con el emperador Hirohito al finalizar la Segunda Guerra Mundial, cuando las tropas estadunidenses se encuentran ya en Tokio. Sin embargo, esta vez el protagonista es visto bajo una luz más positiva, ya que Hirohito se muestra dispuesto a renunciar a su divinidad y ser tratado como otro hombre, contra las indicaciones de sus atemorizados súbditos.

Aunque tal vez mencionar el término "luz" sea contradictorio a la estética de la película. Sokurov -quien se ha encargado también de la fotografía- lo mantiene todo en penumbras, al grado de que a veces es difícil distinguir los rostros. El momento de mayor colorido es una memorable secuencia en que el emperador, biólogo marino de profesión, visualiza a peces voladores transformados en aviones que bombardean Tokio.

A pesar de que la norma es la oscuridad y el pausado ritmo narrativo, también típico del cineasta, Solnze es un retrato interesante de una personalidad tenida como deidad por su gente cuando su lado humano y coloquial está siempre en evidencia, aún ante el enemigo. Este es el tipo de producciones que sólo pueden exhibirse en un festival de cine. Sus prospectos comerciales son prácticamente aún más difíciles que los de la anterior Arca rusa (2002) que, en comparación, es casi una comedia musical.

Otro autor que confirma su posición es el francés Jacques Audiard y su predilección por el thriller urbano. De battre moc coeur s'est arrete (Mi corazón se saltó un latido), es un remake de la hollywoodense Fingers (1977), una realización de James Toback nunca vista en México. Como en ella, el protagonista es un joven (Romain Duris) que se debate entre sus actividades de hampón, haciendo el trabajo sucio en maniobras turbias de bienes raíces, y el talento para tocar el piano heredado de su madre. La principal virtud de Audiard es la creación de un contexto verosímil para los extremos del personaje, si bien este no acaba por ganarse nuestra simpatía -como tampoco lo hizo el hígado de Harvey Keitel en la original- y no estamos plenamente convencidos de su conversión a una persona digna del arte y el amor.

De la tercer concursante, Sometimes in april (A veces en abril) lo único que puede elogiarse son sus buenas intenciones, al intentar una crónica del genocidio ocurrido en Ruanda en 1994. La plana dirección del haitiano Raoul Peck no la eleva de la calidad de telefilme, pues esa es su verdadera naturaleza (se trata de una producción de HBO).

Ya sólo falta un par de títulos para que concluya la competencia. Vamos a ver qué decide un jurado en particular extraño. Dos miembros han llamado la atención de los medios: el presidente Roland Emmerich por ser el director alemán con la carrera más exitosa en Hollywood (dirigiendo churros irredentos como El día de la independencia, Godzilla y El día después de mañana, dicho sea de paso). Y la actriz china Bai-Ling quien, desde el festival de Bangkok el mes pasado, ha manifestado, sin pudor, su preferencia por el reventón, luciendo un guardarropa más adecuado para el trópico que el invierno europeo. Si a la mezcla le añadimos un diseñador de moda -Nino Cerruti- y otras dos actrices, la entrega de Osos podría hacerle honor al nombre.

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