Usted está aquí: lunes 14 de febrero de 2005 Opinión Irak: ¿hacia la república islámica?

Editorial

Irak: ¿hacia la república islámica?

Las elecciones celebradas en Irak el pasado 30 de enero han producido un resultado paradójico y equívoco para Washington en ese país y Medio Oriente: los partidos chiítas, muy cercanos al régimen religioso fundamentalista de los ayatolas del vecino Irán, y enemigos declarados de Estados Unidos, son los ganadores de los comicios. Según el recuento final, dado a conocer ayer domingo por la Comisión Electoral, la Alianza Unida Iraquí ­coalición de partidos chiítas dirigida por el ayatola Alí Sistani­ obtuvo 48 por ciento de los votos, lo que le otorgaría la mayoría absoluta en la Asamblea Nacional al ocupar 140 escaños de 275 en disputa. Le siguen la alianza de los dos partidos kurdos más importantes, con 26 por ciento (unos 75 escaños), y el bloque del actual primer ministro Iyad Alawi, con 14 por ciento (40 curules). Los sunitas, quienes gobernaban Irak bajo el régimen de Saddam Hussein, y optaron por boicotear los comicios, son los grandes perdedores, ya que su candidato, Ghazi al Yauar, apenas alcanzó 1.7 por ciento de los votos, es decir, cinco escaños.

Estas cifras indican que los militares de Estados Unidos, quienes ejercen el control de las zonas donde hubo comicios en Irak, deberán entregar márgenes de poder más que simbólicos a los partidos chiítas, los cuales no han escondido su intención de establecer un gobierno básicamente coránico. Es decir, la asamblea encargada de redactar una nueva constitución para la infortunada nación invadida estará ideológicamente vinculada con el fundamentalismo islámico de Irán, nación gobernada por chiítas donde existen restricciones a las garantías individuales y con largo historial de violaciones a los derechos humanos. Así, Irak vivirá un grave retroceso político, al pasar de una república secular y laica bajo Saddam Hussein a un estado teocrático... bajo el dominio real de Washington.

Pese al formalismo expresado por el partido de Sistani de invitar a los sunitas a participar de alguna manera en la Asamblea Nacional, el hecho es que ese grupo étnico quedará marginado del poder y será, por ello, factor de inestabilidad difícilmente superable. Ahora la incógnita es el escenario de alineaciones que se impondrá en la guerra en curso. Si los partidos chiítas descubren cuán insuficiente es el margen real de poder que va a dejarles ejercer Estados Unidos, es razonable suponer que dejen de lado la vía "institucional" de la Asamblea Nacional y se integren a la resistencia contra los invasores, al lado de sus hermanos sunitas; y si Washington permite a los triunfadores de la elección ir hasta las últimas consecuencias de sus programas, tendrá una república islámica y se verá obligado a remover a sus ahora protegidos, y a operar sin más aliados locales que los kurdos. Pero, sea cual fuere el derrotero de los sucesos, el gobierno de George W. Bush sigue tan entrampado en el Irak actual como antes de la realización de los comicios, y el país invadido se encuentra hoy mucho peor de lo que estaba bajo la dictadura de Saddam.

 
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