Hoy también lo recordarán en La Planta de Luz

Rindieron homenaje a Caíto el sábado, cuando cumpliría 60 años

ARTURO CRUZ BARCENAS

El teatro-bar La Planta de Luz de Plaza Loreto, en San Angel, fue insuficiente para dar cabida a las personas interesadas en el homenaje que un grupo de amigos organizó para Carlos Díaz Caíto, el pasado 12 de febrero, día en que cumpliría 60 años.

Se recordó la "presencia de Caíto, no su ausencia". Las mesas ya estaban más que llenas a las 21 horas, colocaron algunas más casi en la entrada. A las nueve y media, Delfor Sombra entró al escenario y con la guitarra que su amigo Caíto le regaló en el hospital, antes de morir, interpretó La canción de la partida, una chacarera.

Más que amigo, Caíto tenía a Delfor como hermano. "Sabemos por qué estamos reunidos aquí. A Caíto lo conocí en 1952, en mi provincia, mi pueblo, en Santa Ursula Pampa, en Argentina. Desde ahí cultivamos nuestra amistad. A él le gustaba mucho esa canción."

El sonido del bandoneón inundó el sitio. Un silencio apenas interrumpido por el choque de copas dejó oír el tema: "Ya me voy a exilio... y yo parto muriendo..."

Noche de sonetos, de milongas. Pervive el dolor, porque Caíto, dice Delfor, supo hacer amigos. En un soneto que leyó se dice: "Chaparrito -como se le llamaba con cariño, nada despectivo- hace falta... ¡otro trago!" Firma Oscar Chávez. Un aplauso retumbó en el espacio.

Siguió la participación de Adriana Landeros, a quien tocó el honor de haber grabado el último disco de Caíto: El Aute de amar. Interpretó ¡Ay, amor!: "Ay, amor, que despierta las piedras". "Trabajamos juntos 19 años", comentó Landeros. Siguió con Vestida de besos y finalizó con el tema que eligieron los dos para promover el disco, Sin tu latido.

Añadió que con Caíto hizo muchas cosas. Por momentos su voz se quebraba por la emoción. Con Carlos Díaz, afirmó, hubo una complicidad. Por la enfermedad de Caíto, que lo llevó a la muerte, ella tuvo que presentar el disco sola, en una noche donde pesó la vida.

Subió Cacho Duvanced, que cantó Ocho décimas. Cacho rasguea la guitarra con fuerza. En Arando el mar, Duvanced habló del desamor, condición humana que considera más adecuada para componer. Finalizó con Coplas de amor y muerte y un "tango chilango" que arrancó risas, titulado La camisa gris.

Luego el dueto Mexicanto, integrado por David Filio y Sergio Félix, mostró las posibilidades sonoras de la guitarra, instrumento que Caíto tocaba con maestría. Algunas personas levantaban la vista al plafón; otras la clavaban en el piso. Los liristas llevan años en el ajo y saben su trabajo, así, en verso.

Ya el minutero se acercaba al número 12 y muchos amigos se saludaban. Algunas parejas brindaban su pre Día del Amor.

Modesto López, director de Ediciones Pentagrama, disquera de Caíto, sorbía un vodka; a ratos algo platicaba con un amigo periodista. En varias mesas se convocaba y evocaba a Caíto.

Apareció Eugenia León. Un fuerte aplauso la recibió y no faltaron los piropos, los "¡guapa!" "Con tres palabras, solamente tres palabras... ¡cómo me gustas!" Vámonos, de José Alfredo Jiménez, donde alargó una frase que emocionó e hizo a varios cantar a grito pelón. '¡Vámonos, donde nadie nos juzgue, donde nadie nos diga, que hacemos mal... ¡Vámonos!..."

Caíto tiene grabado un disco con temas de José Alfredo, que su viuda Jacqueline lanzará al mercado tan pronto reúna el dinero suficiente para su producción.

Otro alarde: Los pájaros perdidos, de Piazzolla, que en la voz de ella ya es un clásico. Siguió con Las golondrinas, en un adiós que sólo dan los mexicanos. Ese réquiem popular finalizó con un aplauso para Caíto, que esa noche estuvo más presente que nunca.

Regresaron todos los participantes y cantaron No volveré; el público se unió y el clímax se dio de manera natural.

Hoy, lunes 14, se realizará un segundo concierto homenaje en la misma Planta de Luz de Plaza Loreto, a las 21 horas, con la participación de Enzo Peiret, Tania Libertad, Virulo, Carmina Canavino, Gerardo Leonardi, Guadalupe Pineda y Germán Dehesa, en los diálogos y monólogos intermedios.