Los hay cómodos, céntricos y al alcance de todos los bolsillos
Varios hoteles de rato, para su San Valentín
El pretexto es el día. Hoy que conmemoramos a Valentinas y Valentines cuyo santo, cuentan, es algo así como el patrono de los enamorados, muy allegado a Mercurio, el dios del comercio. Restaurantes, cantinas, cines y, desde luego, hoteles tendrán una considerable afluencia.
Y es sobre los establecimientos mencionados al último que nos atrevemos a dar información que, llegado el caso, puede ser de utilidad. En los años recientes, la fiebre por la construcción de hoteles de rato, como los califica Armando Jiménez, el de Picardía mexicana, se fijó en lo que podría considerarse la porción central de nuestra ciudad de la esperanza, evitando así los tediosos desplazamientos hacia las carreteras de Pachuca, Toluca y Cuernavaca, así como los embotellamientos, ya a toda hora, en calzada de Tlalpan.
Como hongos han proliferado los hoteles que delatan su propósito de ser con la anexión de un útil letrero en el que se lee: garage, lo que asegura que el recinto es más para fechorías de intimidad que para tirarse en los brazos de Morfeo.
Una de las rúas citadinas que se ha visto bendecida con estas construcciones es Patriotismo, en su segmento que corre de sur a norte, como va la circulación, entre Mixcoac y el cruce con el distribuidor vial de San Antonio.
Del lado de los números nones se tiene, antes de llegar a un centro comercial, al hotel Pasadena, que, como todos los que se mencionan de aquí en adelante, es discreto y limpio, con cuartos alfombrados y televisión a colores. Tiene la ventaja de que en caso de un affaire extramarital, se puede tomar más a la ligera informando: "Me voy al Rose Bowl", por lo que no hay problema mientras que la esposa o el marido no se enteren de que así, como el famoso estadio, se llama el bar del Pasadena.
Más adelante, en un adefesio arquitectónico está el hotel y villas Lua, que cumple con el cometido.
Cercano a estas dos hospederías, está, sobre el ancho eje vial de Félix Cuevas, a un par de cuadras de Patriotismo, el hotel Real, para solaz del alumnado de la Universidad Panamericana.
El Príncipe y el Rey
De extirpe monárquica son también un par de sitios: el Príncipe, en la colonia Escandón, sobre la lateral del viaducto en el sentido de este a oeste. Si se viene por Insurgentes Sur se da vuelta a la derecha en el viaducto y adelantito, unos metros después de la entrada para esta vía, está la puerta del hijo del rey.
El Rey, está también sobre el viaducto, nada más que en la colonia Del Valle, a unos 500 metros de su hijo, y en el carril que va hacia el aeropuerto. Las damas pías de la manzana, junto con los persignados hipócritas, movieron sus influencias delegacionales cuando el Rey abrió sus puertas, pero fueron más potentes los impulsos lúbricos que reditúan buenos billetes y así sus puertas jamás han sido selladas.
También en la Del Valle, aunque en la parte sur, en otro eje vial, el de José María Rico, están otro par de hostales, a pocos metros de su cruce con la avenida Coyoacán, a mano derecha, se alza orgulloso y flamante uno al que sus propietarios se devanaron los sesos para encontrarle el nombre, simplemente y con humor le pusieron María Rico.
Más adelante, en la siguiente cuadra, pero en la banqueta contraria, están las renovadas suites Pirámide, aledaños a un edificio de familias decentes, que entablaron pleito con los de la famosas suites a fin de que les taparan las denigrantes escenas de ver entrar al amplio y entonces descubierto patio a las parejas de tórtolos.
El papá de unos amigos que vivían sobre Gabriel Mancera, la calle más próxima, hacia el oriente, hubo de divorciarse, pues tuvo un día la ocurrencia de decirle a su señora, quien le preguntó que dónde andaba, y le respondió "aquí a la vuelta, amor".
Los precios de estos sitios varían de 200 a los 400 pesos.