El cine francés salva el día
Berlin, 12 de febrero. Del segundo día de la competencia, sólo la película francesa Les temps qui changent (Los tiempos que cambian), de André Téchine, justificó el caminar bajo una lluvia helada para llegar al Berlinale Palast. De hecho, ha sido hasta el momento la única concursante digna de llamarse una película. Téchiné tiene una carrera desigual pero sabe su oficio y, en este caso, narra con su usual sensibilidad el reencuentro entre Antoine (Gérard Depardieu), un ingeniero que viaja a Tánger para supervisar la construcción de una televisora, y Cécile (Catherine Deneuve), su primer amor de hace 30 años. La mujer se ha casado por segunda vez con un médico marroquí y ambos tienen un hijo de conflictivas relaciones bisexuales. La aparición de Antoine perturba a Cécile quien considera que su vida es demasiado complicada para recordar una pasión del pasado.
Además de la historia de amor posible, el realizador aborda el contradictorio sentido de identidad de sus diversos personajes que, a pesar de vivir en una ciudad árabe, sienten la fuerza de Europa como los refugiados que esperan cruzar el mar hacia España. Otro mérito es la mejor actuación de Depardieu en años, discretamente adolorido y sin los desplantes explosivos que se habían vuelto un tic. Sin embargo, Deneuve muestra el mismo rostro deforme de cualquier actriz que ha recurrido al artificio para apuntalar su vencida belleza. Si antes era conocida por su frialdad, las excesivas intervenciones quirúrgicas la han dejado con la expresión congelada, en efecto.
Imposible comentar las otras dos películas en competencia porque quien esto escribe no tuvo el estoicismo necesario para verlas completas. La italiana Provincia meccanica, opera prima de Stefano Mordini, ha provocado el mayor éxodo de espectadores en su función de prensa en lo que va de la Berlinale. Mientras que la germano-española One day in Europe (Un día en Europa), de Hannes Stöhr, utiliza un encuentro de fútbol en Moscú entre un equipo turco y otro gallego para hacer un repaso de los estereotipos sobre diversas nacionalidades europeas. Quizá la cercanía del Mundial de Fútbol en Alemania hizo posible esta producción... ¿pero nosotros qué culpa tenemos?
Como suele suceder, las secciones paralelas ofrecen títulos más interesantes. En Panorama se pudo ver The dying gaul (El galo agonizante), debut como realizador del dramaturgo y guionista Craig Lucas, sobre un guionista gay dispuesto a darle un giro heterosexual a su epónimo proyecto personal, sobre la muerte por sida de su pareja, bajo las órdenes de un productor bisexual que lo seduce mientras su esposa se hace su amiga íntima. Aunque el relato pierde coherencia en su parte final, las actuaciones sobresalientes de Peter Sarsgaard, Campbell Scott y la infalible Patricia Clarkson lo vuelven una candidata fuerte a llevarse el Gay Teddy Bear.
Cabe señalar que el adelanto de la entrega del Oscar a febrero, le quitó a la Berlinale la posibilidad de servir de plataforma de lanzamiento de las películas postuladas, y beneficiarse de la presencia de estrellas hollywoodenses. En otros años, las películas de Eastwood, Scorsese y Nichols, por ejemplo, se hubieran exhibido durante el festival con la oportunidad de hacer press junkets con los realizadores y actores. Pero el empuje publicitario de su temprana candidatura obligó a un estreno europeo previo. Sin duda, una pérdida grave para la Berlinale que, durante años, había aprovechado esa fiebre del Oscar.
Finalmente, la nota necrológica volvió a difundirse en Berlín. Hace un par de años fue muy sonada la muerte repentina del productor Daniel Toscan du Plantier en pleno lobby del hotel Hyatt, antes de la proyección de la nueva película de Patrice Chéreau. Ahora el deceso del ex actor y productor, también francés, Humbert Balsan ha dado pie a noticias contradictorias: unas situaban su muerte natural en París, mientras otras hablaban de un suicidio en otro hotel berlinés. La rumorología es uno de las principales entretenimientos de cualquier festival.