Y el TLCAN plus, ¿para quién?
Resulta que hace unos días, en un diario de circulación nacional, salió una gran nota anunciando que un grupo trinacional de negociadores, de México, Estados Unidos y Canadá, trabajaba en el diseño de un añadido al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), para generar un tratado plus. Los negociadores mexicanos están encabezados por Pedro Aspe, y destaca la presencia de Beatriz Paredes, presidenta de la Fundación Colosio de mi partido, el PRI. La noticia, importante sin duda, hace pensar que se prepara esta negociación para tener listo un nuevo tratado para el próximo sexenio.
Si se hace un rápido recuento del TLCAN, las opiniones resultan divididas, dependiendo de cómo le haya ido a cada grupo en la feria. Es verdad que las exportaciones se han incrementado en forma considerable a 11 años de estarse aplicando este ordenamiento. A unos, los que han contado con los recursos económicos, tecnológicos y comerciales, entre otros instrumentos, les ha ido de maravilla; pero a otros, a la inmensa mayoría, imposible negar que no les fue nada bien en el baile, especialmente a los productores rurales, exceptuando aquellos grandes empresarios agrícolas que, al igual que a los exportadores de ciertos productos eléctricos, electrónicos y automovilísticos, entre otros, quienes, con todo y las dificultades consabidas, obtuvieron un balance positivo.
Así, es fácil confirmar que, a 11 años del TLCAN, el mundo se ha movido a gran velocidad y el avance de la globalización ha exigido que prácticamente todos los países suscriban tratados para facilitar el libre flujo de mercancías y capitales, con lo cual el trato preferencial que brinda la disminución de aranceles ha dejado de ser un factor para asegurar mercados; sobre todo ante el surgimiento de países como China, que no necesitan firmar acuerdo alguno para competir.
Esta dinámica de la economía mundial, y la preferencia por las políticas librecambistas, sin duda ha generado riqueza, pero ésta se ha concentrado en pocas manos, propiciando una mayor desigualdad. Resulta ilustrativo saber, según informe de las Naciones Unidas, que garantizar la educación básica para la población de todo el planeta costaría 6 mil millones de dólares anuales, mientras que en Estados Unidos se gastan anualmente 8 mil millones de dólares en cosméticos; garantizar la salud reproductiva de todas las mujeres del orbe costaría 12 mil millones de dólares anuales, en tanto en Europa y Estados Unidos se consume la misma cifra, pero en perfumes. A nadie debe sorprender que Japón gaste 35 mil millones de dólares anuales en entretenimiento; Europa, 50 mil millones de dólares en cigarrillos, y 105 mil millones en bebidas alcohólicas. Amén de los nuevos millonarios surgidos al influjo de los tratados comerciales de la década pasada.
Cuando las leyes de la oferta y la demanda son los factores que determinan el comportamiento de los consumidores e inversionistas, este es el tipo de desequilibrios que inevitablemente florecen, junto a la pobreza más lacerante. Y México no ha escapado a estas contradicciones. Si bien nuestras exportaciones se han multiplicado tres o cuatro veces, lo que nos ha colocado como la séptima nación exportadora del mundo, no ha significado un efecto positivo en el desarrollo: el PIB creció en promedio apenas 1 por ciento anual. Y la inversión productiva ha disminuido en relación al PIB. Y sume la incapacidad en la generación de empleo. El TLCAN incumplió las expectativas populares.
De esta manera se incrementa la migración galopante de nuestros paisanos hacia el norte, según se estima, de 200 mil en 1994 a más de 300 mil anuales en 2003. Así, las remesas se han convertido en la principal fuente nacional de divisas; ahí están los 16 mil millones de dólares enviados por los expulsados en 2004, que superan los ingresos petroleros y la inversión extranjera directa. ¿Cómo ignorar el crecimiento de las asimetrías entre las dos economías y cómo se han diluido las ventajas obtenidas en los primeros años del TLCAN? Por eso pregunto: ¿a quiénes beneficiaría el plus de un nuevo TLCAN? Los negociadores aducen que aun cuando los objetivos de comercio han sido cumplidos a cabalidad, la integración regional no puede quedarse ahí, y proponen que se avance, ofertando lo que aún se mantiene en reserva: los energéticos, a cambio de un tratado migratorio y mayor seguridad en la frontera. Sí, migración por petróleo. Lo menos que esperaría de tan notables inteligencias, mientras tantos luchamos por conservar nuestros energéticos, sería el diseño y la negociación de políticas públicas para fortalecer los sectores del actual TLCAN, que no se han abierto en su totalidad, para fortalecer la economía y disminuir la migración.
Mientras, Estados Unidos se deja querer: la reforma migratoria se reduce a un acuerdo para trabajadores temporales y a levantar más muros y hacer más altos los que ya nos dividen. Así, la pinza se cerraría: se incrementa la vigilancia fronteriza, para evitar la entrada de nuestros migrantes, que no pueden negar que necesitan; y mientras, se asegura el suministro de petróleo, dos factores fundamentales para la seguridad nacional. ¿La de quién? Sí, claro, acertó usted, la del poderoso coloso del norte. ¿Y la de México? Bien, gracias.