Las historias bailadas en el Auditorio Nacional fueron lucha entre el bien y el mal
Lord of the Dance, sincronía perfecta en constante provocación de los sentidos
Ampliar la imagen Entre danza popular irlandesa, jazz y tap FOTO Fernando Aceves
La compañía Lord of the Dance se presentó con éxito ante el público mexicano el pasado 30 de enero, en la primera de tres funciones en el Auditorio Nacional, donde los aplausos de los asistentes, luego de 21 números musicales, hicieron salir de nuevo a los bailarines, quienes regalaron otras dos piezas alegres, plenas de virtuosismo.
Divido en dos actos, el espectáculo que se ha presentado más de 3 mil ocasiones en el mundo concitó a gente de las más diversas edades, quienes apreciaron el concepto creado por Michael Flatey, mezcla de danza popular irlandesa, jazz y tap.
El show es una provocación permanente a los sentidos. A la vista, con las luces robotizadas, por momentos iridiscentes; en el fondo, un telón en el que un firmamento semeja una noche estrellada.
Abrieron con el número titulado El llanto de los celtas, con los personajes El Espíritu, Señor de la Danza, El Clan, Erin La Diosa, quienes aparecieron posteriormente en diversos cuadros.
La música circular, espiral, hacia arriba, con una melodía implacablemente in crescendo, emocionó cuando los bailarines, con el torso rígido, ejecutaron el zapateado tradicional irlandés, en sincronía perfecta.
Las historias son propias del mundo mágico de las leyendas y la mitología celta, poblada de druidas, dioses, espíritus y personajes enfrentados. La eterna lucha del bien contra el mal. El argumento pone el énfasis en valores contrapuestos: el bien, encarnado por el Lord of the Dance, y el mal, que representa Don Dorcha, el Señor de la Oscuridad. El primero se ha ganado el título por su honestidad y pureza de alma, en tanto que el segundo desea conseguirlo a costa de violencia. Es un símbolo de poder y a Dorcha no le gusta ser menos en nada. Los Warriors (guerreros), sus seguidores, son prepotentes y buscan la pelea. Deben dominar a los Warlords (caballeros de la guerra) y despojar a su líder del cinturón que es el símbolo de su reino.
No por bueno y gentil al Lord of the Dance y a su bando les falta coraje. A la hora de la pelea saben enfrentarse con valor y sin trampas, a diferencia de la otra pandilla, que prefiere jugar sucio.
Cincuenta bailarines desarrollan en 21 números musicales una historia naive, en la que también están involucradas Saoirse, la chica buena, de generoso corazón, y Morrighan, la Tentadora, su contrapartida. Algo de los mitos celtas aparecen en los personajes de El Pequeño Espíritu, un duende que toca una flauta que posee virtudes mágicas, y de la diosa Erin, que canta ensoñadores temas aliados con el argumento.
Los pies lo dicen todo. El zapateo podía seguirse en las dos pantallas colocadas a ambos lados del escenario. Las ejecuciones tienen una fuerza descomunal. A muchos agradaron más las danzas de conjunto, en las que el sonido del taconeo y la rapidez de los pasos provocan sensaciones viscerales.
También hay lirismo en dúos de enamorados, luminosidad y simpatía en la figura de Dearbhla Lennon (Saoirse) y gran sensualidad en Arelean Boyle (Morrighan). Hay elegancia y dulzura.
Lor of the Dance fue creado por Michael Flatley, uno de los artistas de mayor reconocimiento en el mundo. Lord of the Dance se estrenó en 1996, en el teatro The Point, un lugar de Dublín, pero luego de innumerables aclamaciones llegó pronto a los máximos escenarios de Europa, Japón, Africa y Estados Unidos.
Flatey es el hijo más joven de una familia irlandesa que emigró a Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial. Reconocido como el que catapultó el baile irlandés, Flatley concibió la extravaganza teatral, que ha sido vista por más de 50 millones de personas de todo el mundo en teatros, arenas y estadios.