Recibió 99 nuevos presos provenientes de diferentes reclusorios del país
Reactivan el penal de las islas Marías como centro de rehabilitación social
Sacerdotes jesuitas elogian la labor de la colonia federal, pues no se privilegia el castigo
JUAN BALBOA ENVIADO
Islas Marias, 16 de diciembre. De las entrañas del avión turbohélice-caza de la Secretaria de Seguridad Pública a tierra firme del pequeño aeropuerto de Balleto no hay más de siete metros. Esa distancia se
convirtió para José Luis Alcalá Equihua y los otros 98 nuevos internos provenientes de cárceles de Sonora y Tamaulipas en el paso entre el infierno y la gloria.
En el trayecto de siete metros sus manos quedaron libres de esposas y las rejas de los cárceles de Nogales, Altamira, Matamoros, Nuevo Laredo y Ciudad Victoria se transformaron, como recordó el doctor Carlos Tornero Díaz, comisionado del órgano administrativo de Prevención y Readaptación, en muros de agua, los mismos que describió el escritor José Revueltas, preso en esta isla en los años 30.
A las 11:45 de este jueves ingresaron a la Colonia Penal Federal Islas Marías los últimos 20 de 99 internos que fueron trasladados en la primera etapa de la reactivación de ésta que fue una de las cárceles más famosas por su negro historial, pero sobre todo porque fue pensada y diseñada por el gobierno de Porfirio Díaz para castigar a sus enemigos políticos. Los primeros presos fueron trabajadores de Río Blanco y Cananea y, desde luego, los de la Revolución de 1910, de la guerra cristera y de los movimientos de los 30.
A las 12 en punto descendió del avión Carlos Arabel Montaño Torres, el primero del último grupo de 99 presos que iniciaron vida en las islas Marías. Un oficial gritaba los apellidos del preso: "Ruiz Velázquez", y este contestaba con su nombre: "Carlos", y de inmediato era despojado de las esposas .
Ese fue el procedimiento para los 20 internos del Cereso de Hermosillo, Sonora. Luego vendrían las advertencias y los consejos del director del penal, Rubén Beltrán: "dan inicio a una nueva vida, una nueva vida con libertad reglamentada; aprovechen esta oportunidad que es única."
La vida en Islas Marías es singular. Es un pequeño pueblo de internos que tienen facilidades de movimiento y trabajo, pero cuya libertad depende de no violar el reglamento, no alterar el orden y respetar a cada uno de los custodios desarmados.
El 2005 será el centenario del penal Islas Marías, ubicado en la isla mayor del
archipiélago en el Pacífico mexicano. Durante más de 60 años los jesuitas han
acompañado a los presos. El sacerdote Francisco Ornelas recuerda que en los 100 años de existencia, la isla ha albergado a casi 29 mil presos.
El jesuita hace referencia a un encuentro internacional de pastoral penitenciaria en Rusia, en donde, dijo, se confirmó que este penal es considerado una experiencia única en el mundo, por ser la única colonia penal que ofrece, por su misma estructura, oportunidades objetivas para la rehabilitación social. Por ser la única en la que el énfasis está auténticamente puesto en la rehabilitación y no en el castigo.
"Soy capellán del penal desde hace casi un año. Muy pronto recorrí todos los campamentos de los internos en la isla María Madre, de 140 kilómetros cuadrados. Desde los campamentos emplazados al sur-suroeste de la isla se ve, casi al alcance de la mano, la isla María Magdalena, de 84 kilómetros cuadrados. Cuando está claro aparece, algo más al sur, la sombra de la pequeña isla María Cleofas, de menos de 30 kilómetros cuadrados".
Si desaparece el penal Islas Marías desaparecería también, según el sacerdote, la marca mundial que esta fórmula penitenciaria representa para México.
Ahora, según el secretario de Seguridad Pública federal, Ramón Martín Huerta, las cosas cambiarán porque el penal Islas Marías, distribuido en 13 campamentos, se convertirá en el modelo de una verdadera comunidad de reintegración social. Según el funcionario, unos mil 600 internos serán trasladados a esta prisión que es también una reserva ecológica.