Los que se van al Norte
Yu ku ixcala: habla tu sueño
Daniel Oliveras de Ita, región chatina, Oaxaca. Hace más de diez años llegaron a Estados Unidos los primeros cuatro hombres procedentes de la región chatina. Antes de la migración, la principal actividad económica de los chatinos era el café, trabajando como asalariados temporales o productores dependientes de las fincas de la región.
"Estamos viendo que la mayoría de la gente se sale y deja abandonados los pueblos: deja mujer, hijos y trabajo porque los productos de los campesinos ya no valen. En los mercados internacionales están muy bajos los precios del café, ya no alcanza para mantener a la familia, entonces la gente va a buscar su vida en otro lado, se arriesga, a ver si gana algo. Ahora los jóvenes que terminan la telesecundaria, todos se están yendo al norte. De esa generación quizás dos o tres sigan estudiando."
Antes de irse, los viajeros van a consultar a los nush ka para recibir sus consejos y ver si llegarán con bien, si van a encontrar trabajo. Al comer el santo hongo (kui ya jo), los nush ka ven el destino de las personas que se van y si podrán cruzar la frontera o tendrán algún problema en el camino.
Los nush ka mandan a la gente a los cerros, al Cerro Espina, a San José Ixtapa, a Cieneguilla con la virgen de Guadalupe, a San Miguel Panixtlahuaca, a ver a la virgen de Juquila, a Santiago Yaitepec. La gente lleva velas, flores, pan y vino y deja su ofrenda en los cerros y en los templos.
Los curanderos los mandan a que se purifiquen y tienen que guardar sus días, ya no tener relaciones sexuales con la mujer. Tampoco se pueden decir groserías, ni pelear, "hay que portarse bien y andar derechitos" para que el favor sea concedido. Guardan entre siete y trece días.
A los que se van al norte sin consultar a los curanderos les va mal. Si alguien está del otro lado y sueña feo, habla por teléfono a sus familiares y les cuenta su sueño. Entonces los familiares van a ver a un nush ka quien interpreta el sueño y da instrucciones de ir a los cerros a pedir por el bien del pariente que está lejos, pa que cambie su suerte. Después le hablan por teléfono y le dicen que no se preocupe porque ya se arregló el problema, que nada le va a pasar, o que se cuide de alguna persona.
Los nush ka interpretan los sueños y piden
la fuerza en los cerros, los ven y los curan desde su pueblo de origen,
porque ahí están los santos.
Migrar al norte es morir un poco, ya que en las ausencias de algún pariente, sea por muerte o porque está lejos trabajando, la familia sigue haciendo curaciones y rituales por los ausentes, con sus fotografías y sus ropas.
En los cerros la gente golpea con una vara las prendas de difuntos y migrantes. Les prenden velas y piden para que en el lugar en donde estén dejen de sufrir y se arrepientan de sus pecados.
"Nosotros los chatinos creemos que los sueños hablan y dicen la verdad. Les damos muchas interpretaciones: si tú sueñas que le haces daño a alguien, tal vez no es así, sino que la persona con la que soñaste te está haciendo daño a ti. Para los chatinos los sueños son para escucharlos, son consejos, son avisos que nos preparan para la vida. Los nush ka sí atinan a lo que soñamos, nos dicen de dónde viene el mal. Hay que hacerle caso a los sueños porque están hablando, hay que escuchar para que no nos pase nada."
Mediante los sueños la gente recibe avisos de sus parientes finados, y va a consultar a los curanderos. Algunos de ellos tiran las cartas y ahí ven qué le ocurre a la persona. Otros tienen oráculos de maíz y lanzando los granos sobre un trapo ven la suerte de las personas según su entendimiento.
"Según la creencia, cuando nacemos tenemos un animal compañero con el que compartimos toda la vida y los que comen hongos (en sus visiones y en la concentración), ven qué animal tiene uno. Hay leones y tigres, serpientes y águilas, hay animales terrestres y del agua que están en el fondo del río, tigres del agua que viven dentro de las ciénegas y los manantiales en donde hay otro mundo, otra ciudad grande en donde viven todos estos animales."
En las ciénegas y manantiales, que son las casas del agua, la gente siembra los ombliguitos de los niños, los mete en una ollita y los entierra. A cada niño que nace se le pone una cruz en la ciénega para representar a otro chatino más, a otro integrante sembrado en el mundo.
Cuando alguien que está en el norte se enferma de susto, le hacen curaciones desde aquí, desde su pueblo. Llevan su ropa y su fotografía al cerro, le soplan con agua y le hacen una limpia en la ciénega, en el lugar donde está sembrado su ombligo y tiene su cruz. Ponen velas, llevan chocolate, flores y algunos sacrifican un gallo o una gallina dependiendo del sexo del enfermo. "Es una ofrenda a Dios, porque Dios puso ahí la ciénega en donde viven los animales compañeros, entonces hay un intercambio, le dan el gallo para que suelte al espíritu del enfermo."
Los familiares de paisanos que están en el norte también hacen penitencia en su nombre, y se varean para que los pecados no sigan a sus hijos o parientes.
Aunque el pariente no esté presente, sus familiares son sus representantes con los santos y los difuntos y si la suerte cambia, encuentran trabajo y les empieza a ir bien en el norte. Cuando regresan van a dar gracias a los santos por dejarlos regresar con bien, por darles trabajo, por todos los favores concedidos.
"El hongo lo come mucha gente, come hongos grandes que son machos y hongos chicos que son hembras, son gente de aire que te ven todo, son puro espíritu. El hongo aconseja y funciona para hacer bien o para hacer mal. No cualquier persona puede hablar con el hongo, el hongo escoge a quién le habla y a quién no. Ellos ven la suerte, la lazan como ganado, tienen su reata, ven a los animales y los lazan. Amarran la suerte para que no se vaya."
La suegra de María, la abuela de sus hijas, es
curandera y consejera de sueño, come hongos para ver la suerte,
las envidias y los problemas. Una vez le dijo a Mari que la quería
ver, entonces la hizo dormirse a medio día para tenerla toda
la noche en vela. Comió los hongos y le empezó a decir cosas:
le dijo que su esposo se iba a ir al norte a trabajar, que iba a dejar
el rancho y abandonar el cafetal, que no regresaría ni le mandaría
dinero. Todo se cumplió porque ella sabe ver. Habla con los santos
y la virgen, va a la ciénega y a los cerros, lleva velas, flores
y albahaca y desde aquí cuida al hijo que está del otro lado.
Este texto es parte del Proyecto Nacional de Etnografía de las Regiones Indígenas de México en el Nuevo Milenio, del INAH.