Se "alineó" a los centros del poder hegemónico: Aralia López
Perdió su radicalidad el feminismo latinoamericano institucionalizado: Francesca Gargallo

Aleyda Aguirre

¿Qué le ha pasado al feminismo en estos últimos años? ¿qué ha sucedido con su radicalidad y las mujeres que lo sustentaban en América Latina? Estas son las preguntas que contesta la escritora Francesca Gargallo en su libro de reciente publicación: Ideas feministas latinoamericanas, editado por la Universidad de la Ciudad de México.

"El feminismo dejó las calles y se institucionalizó", afirma tajante el documento y lo reafirman las y los presentadores del mismo: Aralia López, Marisa Belausteguigoitia, Pilar Calveiro y Horacio Cerutti. El feminismo en América Latina, dicen, se ha "domesticado".

Pero de esa crisis por la que actualmente atraviesa esa lucha encargada de combatir el sistema patriarcal que invisibiliza a las mujeres, tendrá que surgir "algo bueno", asegura Gargallo. No obstante, tanto ella como otras feministas se detienen en el camino para preguntarse ¿por qué en la década de 1990 el feminismo latinoamericano dejó de buscar en sus propias prácticas, en su experimentación y en la historia de sus reflexiones, los sustentos teóricos de su política?

"¿Por qué aceptó acríticamente la categoría género para explicarse la participación en políticas públicas, por qué se relaciona con la pérdida repentina de la radicalidad feminista y se acompaña con el descrédito del activismo como instrumento de conocimiento de la propia realidad y del cambio democrático?"
El feminismo, dice Aralia López, no se dio cuenta de "cómo era reciclada su autonomía por la dependencia económica de los financiamientos provenientes de las grandes instituciones internacionales y de los partidos políticos".

Pero algo más hace ruido, estorba, en eso de reconocer el dilema en que se encuentra este movimiento de mujeres y son, apunta López "esas nuevas expertas en políticas de género, privadas de su autonomía, de pensamiento y cuestionamiento, perdidas en la elaboración de informes, mujeres que fueron feministas y que ahora están perdidas para sí, fuera de sí, por el sistema".

Reconoció que a ella misma le empezó a causar "malestar" y fue "testigo" de la institucionalización de los espacios académicos que dejaron de ser feministas. En los años 90, hubo una "irrupción novedosa de los discursos teóricos de la postmodernidad y los discursos políticos y económicos de la globalización que desde un principio se me hicieron sospechosos desde una perspectiva feminista, entendía que un cambio de época signado por nuevas tecnologías y consolidación del capitalismo financiero internacional, culminante en un imperialismo unilateral, tenía que crear también su propio discurso teórico, racionalizador y legitimador, ese discurso que liquidaba al sujeto, justo cuando nosotros y nosotras siempre silenciados, empezábamos a exigir el derecho a nombrarnos y a ejercer como sujetos y no como objetos de la historia, justo cuando comenzábamos las feministas a construir teoría acerca de la sociedad y del mundo, surgió la problematización del sujeto.

"Alrededor del signo mujer, comenzábamos ya a construir contratextos con respecto a la narrativa patriarcal hegemónica, pero ahora es evidente que de lo que se trataba era de anular estos contratextos con base en categorías de pensamiento que conducían inevitablemente a prácticas políticas a contra corriente, alguna corriente con el discurso postmoderno elaborado para consolidar el poder de una elite financiera transnacional y falocrática que intentó con éxito deslegitimizar los discursos tanto feministas como los de otros sujetos subordinados socialmente que habían despertado. No fue fácil entenderlo, menos reconocer el surgimiento de esta elite, con el mundo franco a sus pies, luego de la caída del Muro de Berlín en 1989, un año antes del mismo en el que Francesca sitúa la crisis de los movimientos feministas y de la reflexión feminista en América Latina".

De ese modo, explica López, se "domesticó" al feminismo latinoamericano, se le "alineó" a los centros del poder hegemónico y la "institucionalización" no garantizó a las mujeres el acceso al poder, la visibilidad pública y tampoco consiguió la igualdad entre los géneros.

"El activismo feminista ha perdido su potencial en muchos sentidos, pero especialmente en lo político de carácter emancipatorio, prestándose conciente o inconcientemente a la perpetuación de la autoridad del orden patriarcal asociado a desigualdades sociales: sexismo, racismo, militarismo. Se suponía que las mujeres habían dejado de ser objeto de hombres. Hoy estamos ante la neutralización de discursos y de actos, ante la declaración de muerte del sujeto y con ello de la muerte de las identidades ¿a quién convienen estas muertes?"

Muchas feministas, continuó Aralia López, cayeron en la trampa de la "burocratización" que anula la tarea de aprendizaje y desarrollo en una sociedad que se hace cada vez más reaccionaria y "sostenedora del imperialismo unilateral, bajo las riendas de un psicópata elegido por un pueblo ciego y sordo que elige también ignorarlo todo舡.

"¡Sí, cómo no, las mujeres se han empoderado!", dijo en sentido irónico la feminista, sobre todo aquellas que "se subordinan al poder de los políticos depredadores o a sus presidentes títeres de una elite transnacional. Mientras, ahí tienen los asesinatos de mujeres maquiladoras en Juárez, obreras en Guatemala, la prostitución infantil... y siguen desactivados los movimientos feministas".

Se hermanó con Francesca en proponer a las mujeres actuar con libertad, fuera de los " gettos" impuestos por el sistema, porque "no se trata de insertarnos en el mundo masculino, sino de ser nosotras en la realidad social donde nos tocó vivir". Hay que hacer algo, urgió, porque "nos han robado hasta el posible sentido heroico y trágico de nuestras experiencias y actos y sin embargo... renovamos la esperanza", concluyó.

Por su parte, Marisa Belausteguigoitia, directora del Programa Universitario de Estudios de Género, añadió una pregunta: "¿Cómo ser feminista, radical, latinoamericana en un mundo globalizado, de conferencias internacionales, organizaciones no gubernamentales y temas de estudio de género? El feminismo, aseguró, se alejó de su esencia y se "acartonó" y el imperialismo o patriarcado crearon un "poder institucionalizado" con presupuesto y financiamiento porque parece ser que éstos son sinónimos de un tipo de "hegemonía y discriminación que lleva a las mujeres a ser triplemente expulsadas y triplemente controladas".

Gargallo apuesta, dice Belausteguigoitia, con su libro Ideas feministas latinoamericanas a la "lucha aglutinada de las mujeres" en contra del colonialismo, el patriarcado y el imperialismo y por un feminismo latinoamericano de mujeres radicales en contra de los ajustes estructurales que empobrecen a las mujeres de todo el mundo, en contra quienes las someten y contra los hombres que administran estos paraísos.

"La libertad femenina que las mujeres entre sí pueden ejercer en su realidad latinoamericana, es la que nos va a permitir gozar de los derechos que las feministas aquí han logrado a lo largo de un siglo y medio de lucha. También nos permitirá gozar de los bienes materiales a nuestra disposición. Esto significa que debemos lograr la libertad como si ésta significara apropiarse de derechos y riquezas... como mujeres nos haremos del mundo sólo con nuestra libertad... con acciones trascendentes y respeto a nosotras mismas", concluyó Gargallo.

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