El fantasma del
Periodo Especial recorre la isla
Las mujeres cubanas: una resistencia heroica
- La revolución no ha logrado extirpar el machismo
-Siempre presente la amenaza de una invasión de EU a la isla
María Guerra
El
fantasma del Período Especial recorre Cuba, más aún
con la relección del presidente estadunidense George W. Bush.
El derrumbe del socialismo en la URSS colapsó la economía
cubana y a esos años (1992-1995) se les denominó de esa
manera. Entonces, las exportaciones cayeron drásticamente y el
bloqueo y la regulación del comercio por parte de Estados Unidos
(EU) dificultaron el acceso a alimentos y a medicinas. Esa etapa llevó
a pensar a la disidencia en Miami que sería el fin de la Revolución
y la caída de Fidel Castro.
La falta de energéticos provocó frecuentes apagones y
la bicicleta se convirtió en el principal medio de transporte.
El gobierno permitió entonces la circulación del dólar,
se promovió el turismo, que le proporcionó cuantiosas
divisas pero que trajo, entre otros, el problema de nuevas formas de
prostitución.
Una década después, en mayo de 2004, el gobierno de EU
dio a conocer el documento de la 舠Comisión de Ayuda para
la transición a una Cuba Libre舡, que restringe las visitas
a la isla de los cubanos en Miami, así como las remesas de dólares.
Muchas familias cubanas tienen algún familiar en el extranjero
y la ayuda en dólares que reciben equilibra en forma importante
su bolsillo.
Por añadidura, debido a su ubicación geográfica
la isla está expuesta siempre al azote de huracanes. El sistema
eléctrico se ha dañado por la mala calidad del combustible
doméstico y los apagones han vuelto a ser un tormento para el
pueblo. La amenaza siempre presente de una invasión a la isla
por los Estados Unidos obliga a gastar en la defensa. Por todo ello
los/las cubanas recuerdan y temen otro Período Especial.
La resistencia del pueblo cubano, especialmente de las mujeres, ha sido
nodal para seguir adelante.
Estuve recientemente en Cuba y con el apoyo de la Federación
de Mujeres Cubanas entrevisté a mujeres de diversas profesiones,
pertenecientes, en su mayoría, a los sectores marginados de antes
de la Revolución y a una generación que conoció
el capitalismo. Es en el campo en donde la labor de la Federación
es más notable. Visité diferentes lugares, como Matanzas,
Artemisa y Pinar del Río. Mi interés era saber cómo
vivieron el Período Especial y cómo viven ahora la crisis.
El período especial se llamó
mujer
En
Matanzas, una de las provincias más prósperas, donde se
ubica la famosa playa de Varadero, platiqué con varias mujeres:
Alejandrina, Elizabeth, Xiomara, Ismelia, Dayle. La primera en hablar
y ubicar el tema fue Alejandrina; ella es cardióloga.
-El período especial se llamó mujer 舑dice contundente-.
A la mujer le afectó más porque éramos nosotras
las que teníamos que resolver directamente el problema de la
comida, de la ropa, de los zapatitos, del trabajo profesional de la
pareja. Tuvimos que aprender a ahorrar. Por ejemplo, en el hospital,
antes yo usaba el papel para un electrocardiograma y lo tiraba después,
entonces del papel con que antes hacía 100, ahora sacaba 200,
usándolo del otro lado. Antes todo nos llegaba por tubería
(se refería al apoyo soviético), desperdiciábamos
las cosas.
Menos optimista que su compañera, Elizabeth, de 39 años,
habla sobre sus vivencias. Es técnica media en agronomía,
padece reumatismo y ahora es ama de casa, tiene una hija de 15 años.
- No puede haber nada peor. Ya no hay ni sol ni madrugada -dice riendo-.
En aquel momento creo que todo dejó huella. Vivíamos como
salvajes. Pero yo venía de un padre que fue combatiente, mi familia
era obrera y sabía lo que ellos habían pasado antes de
la Revolución y eso ayuda a resistir.
Ismelia, es educadora de un círculo infantil desde hace 34 años.
Platica que ningún niño dejó de ir a la escuela
ni de llevar su uniforme, a pesar de las dificultades.
-Nos dimos a la tarea de confeccionar todo. No teníamos plastilina,
usamos la arena húmeda; con unas piedrecitas los niños
dibujaban en el suelo del patio. Del romero sacamos un líquido
verde para pintar. Con palos de escoba cortados hicimos las claves,
con vainas de framboyán las sonajitas, con 舠chapitas舡
de botellas y alambre las panderetas... Los ejemplos eran interminables.
Volvemos de Matanzas al atardecer, vemos el sol cayendo sobre el malecón
en la Habana.
Ir de la casa al trabajo con una sonrisa
Al
día siguiente al mediodía vamos a Artemisa, en Habana
Campo. Me espera un grupo de mujeres. Se ven cansadas, terminaron apenas
su jornada laboral y hace mucho calor a esas horas de la tarde. Graciela,
Clarissa, Marina, Clara, Aída y Lien. Recuerdo la película
舠Lucía舡 de los 70´s, que muestra lo inconcebible
que era que las mujeres salieran de su casa, y es aquí en el
campo donde encuentro ahora ingenieras, economistas, técnicas,
maestras rurales.
Graciela, de 63 años, ha sido dirigente en la Federación
de Mujeres Cubanas y posteriormente en la Asamblea del Poder Popular.
- En el ochenta habíamos alcanzado un desarrollo sistemático,
hubo una caída por el derrumbe del socialismo. La mujer jugó
un papel primordial, no dejó de ser dirigente ni de atender a
la familia para lograr amanecer y dar de comer, cocinar y trabajar,
que son dos cosas fundamentales. Esa labor de ir de la casa al trabajo
con una sonrisa, fue de lo más importante que el Período
Especial nos enseñó.
El tema de la comida era reiterativo, fue su principal problema. No
había gas y cocinaban con leña, La carne, el pollo, el
pescado, el huevo, escaseaban. La vida cotidiana de las mujeres es complicada,
el horario de trabajo limita el tiempo para comprar o conseguir los
alimentos, aunado al problema de transporte que significa muchas horas
de espera o largas caminatas o el uso de la bicicleta. Dobles, triples,
cuádruples jornadas...
Nos dice Clarissa: La cáscara de plátano medio verde la
hervíamos y hacíamos picadillo. Por la necesidad aprendimos
a comer vegetales, la soya, las habichuelas, hicimos reuniones de 舠mujeres
creadoras舡 para ver qué comíamos al día siguiente,
cómo inventar un 舠bistec舡.
Marina, técnica media y directora de una fábrica de confecciones
textiles, platica:
-Tenía que cumplir con el plan de la fábrica y volver
a la casa para preparar la comida. Las trabajadoras realizan el trabajo
de la casa en la noche o la madrugada y a las 6 de la mañana
a la máquina de coser. Hicimos toda la ropa sanitaria para poder
cubrir las necesidades de los trabajadores en el campo.
-¿Cuál fue la lección?
-Haber aprendido a hacer de todo, a vivir con lo que tenemos. La Revolución
rescató la posición de la mujer y especialmente de la
mujer negra; la salud pública no se cerró y siempre se
han respetado los derechos humanos. Los trabajadores percibieron sus
salarios, aunque hubo que cerrar algunas empresas. Si por algo tenemos
que defender nuestra Revolución es por eso, la resistencia la
vamos a tener. Y enfatiza para terminar: ¡Por favor, diga usted
esto en su país!
Clara es jefa de cuadros de una empresa azucarera.
- En el organismo que nos atiende se cerraron algunas centrales, pero
ningún trabajador quedó desempleado. Se creó un
programa especial y cuando desaparecía la empresa, se incorporaban
al estudio.
-¿Y para atender a la familia?
-No me afectó
tanto como en el trabajo. Allí tuvimos que recoger pedazos de
tela para hacer guantes y un tipo de calzado especial para que los compañeros
pudieran ir al campo con ropa adecuada. En esa etapa se sembró
con la mochila al hombro, con caballos en vez de tractores.
La educación se vio afectada no sólo por la falta de materiales,
sino también por la falta de maestros. Muchos profesores renunciaron
a su cargo, otros se fueron, en busca de otras opciones. Los maestros
rurales se vieron obligados a cambiarse a escuelas más cercanas
a su casa por el problema del trasporte. Hace unos años se creo
la modalidad de los 舠maestros emergentes舡 para sustituir
esa carencia.
Lien, una joven de 17 años, es 舠maestra emergente舡,
comenta que después de terminar la primaria y la secundaria se
integró a este programa; trabajan y estudian al mismo tiempo.
Los grupos que atienden son chicos, no más de quince a veinte
niños.
-Yo pienso que la Revolución es algo grande, nos ha dado muchas
facilidades, educación y salud gratuitas.
-¿Crees que se ha terminado con la discriminación por
sexo o por color?
-Yo no siento discriminación por ser mujer ni por ser negra.
Mire -y señala a un joven blanco que también es maestro
emergente- él es mi amigo.
Las lágrimas resbalan por sus mejillas, no sé si es la
emoción, si ese proceso es todavía difícil. Me
desconcierta.
Dejamos Artemisa al anochecer. Después de la charla van a sus
casas a preparar la comida o a reuniones de sus comités; en el
campo tienen que caminar largas distancias. La mayoría de ellas
no tiene hijos pequeños, eso es una ventaja.
Con las manos se hacen maravillas
Al
día siguiente vamos a Pinar del Río. Me recibe un grupo
de mujeres amables, sonrientes, casi todas de mediana edad. Isabel,
de 62 años, maestra jubilada, aborda al comenzar el tema de la
comida. Ese es nuevamente el tema principal:
-La mujer hizo tantas cosas. Yo llegaba a casa de mi mamá y ella
nos daba valor, nos decía preparé un 舠revoltijito舡,
un poquito de vino seco. El vino seco lo hacíamos con la cáscara
de tres plátanos, un litro de agua, media latita de leche condensada
o azúcar, se licuaba y se guardaba cuarenta días. Se usa
para guisar y evita el uso de grasa.
Siempre me ha llamado la atención la limpieza y el arreglo personal
de los cubanos y especialmente la coquetería de las cubanas.
Les pregunto cómo hacían para resolver esa necesidad.
-No teníamos jabón -responde Isabel- pero rescatamos el
uso de la ceniza y del maguey para lavar la ropa. La ceniza era más
fácil, se deja asentar en el agua y es un blanqueador perfecto.
El maguey había que ir a la loma a buscarlo y además se
lastiman las manos. Para algunas de nosotras es más difícil
arreglarse el cabello. No teníamos champú pero lo solucionamos
con hierbas. Para teñir llegamos a usar violeta de gensiana,
agua oxigenada o manzanilla.
Aída nos comenta su experiencia. Trabaja en el sector de la economía,
tiene 64 años y es madre de cinco hijos. Antes de la Revolución
era empleada doméstica.
-Nos dimos a la tarea de rescatar y apoyar la parte de la ropa, del
calzado, teníamos poca experiencia en la costura. No había
resorte y de la llanta de la bicicleta sacábamos una tira finita
para el elástico de las bragas o las faldas o los pantalones.
Cuando se compra todo se olvida que con las manos se hacen maravillas.
El capitalismo lo da todo ya hecho.
-¿Y frente a la actual situación que piensas?
-Volver atrás sería muy duro. Los apagones fueron terribles,
afrontar eso en las casas, había que volver a hervirlo todo para
que no se echara a perder, no había refrigeración, ni
ventiladores. Sí, hay problemas, pero sabemos por qué
se lucha.
-¿Y tú?- le pregunto a María Isabel
- Nací en el 59 con la Revolución. Para mí fue
distinto, nunca he tenido contradicciones políticas.
- ¿Crees que hubo errores en la planificación económica?
-No creo que se pueda hablar de errores. En aquel momento los países
socialistas nos tendieron una mano y lo aprovechamos. La caída
del campo socialista fue una dura experiencia para el pueblo cubano,
estábamos acostumbrados a otro tipo de vida. He tenido suerte,
mi compañero está convencido de la igualdad plena, el
que primero llega a la casa comienza a hacer la comida, o baña
al niño.
Caridad comenta que se ha batallado con el tema de la equidad pero que
todavía falta. Su mirada, algo triste, contrasta con la alegría
de las demás. Es maestra y recordando la falta de material saca
de su bolsa un lápiz hecho con un pedacito de caña cortada,
el grafito se introduce y del otro lado se le pone un tapón.
Me lo obsequia de recuerdo.
Dalia platica que estudió peluquería y en el Período
Especial montaron un laboratorio para hacer tintes, jabones, colores,
las cremas y los perfumes.
-¿Por qué son principalmente las mujeres las que tienen
que resolver los problemas de la casa? ¿No hay cambios con la
Revolución?
Responde Dalia:
-En el Período
Especial los hombres aprendieron a ayudar, la Federación ha hecho
mucho en ese sentido, pero el machismo tiene raíces muy fuertes
en nuestro país. Se han creado las Casas de Orientación
para la Mujer y la Familia, en donde se dan charlas y talleres.
De regreso a la Habana, me quedan sus voces, sus risas, sus nombres:
Aída, Belkis, Dayle, Xiomara, Elpidia, Rita. Rostros variados,
alegres, serios o tristes, pero en todos una gran firmeza.
He seguido de cerca el proceso revolucionario con gran interés
por lo que ha sido la construcción de una sociedad socialista,
con sus logros y sus contradicciones y en especial el papel protagónico
de las mujeres cubanas. La abolición de la propiedad privada
no significa la inmediata desaparición de la opresión,
pero para mí es evidente que el socialismo es la premisa para
ello. El cambio es lento, es difícil cambiar la mentalidad, no
sólo de los hombres sino de las mujeres, inmersos ambos en un
sistema patriarcal. Aunque el machismo en Cuba, como en otros países,
ha sido difícil de erradicar, hay cambios sustanciales. Es notable
el poder que las mujeres tienen hoy, sea a través de sus instituciones,
de los Comités de Defensa de la Revolución o de la Federación.
Ya no hay mujeres 舠indefensas舡, como en otros países,
Sus derechos reproductivos están garantizados así como
el apoyo a la maternidad y a la infancia. El proceso de liberación
de las mujeres ha ido acompañado de cambios en la familia, en
los roles sexuales, en la identidad femenina; es alto el número
de divorcios y los hogares cuya jefa es una mujer.
¿De qué están hechas esas mujeres?
Sin duda no surgieron de los mitos
aunque tienen madera para ir forjándolos. Pero sí sabemos
que surgen de la conciencia de que su sociedad es justa y de que enfrentan
a un enemigo poderoso: el imperialismo norteamericano.
La agresión sistemática, el bloqueo, la guerra química
que ha sufrido el pueblo cubano afecta su salud física y mental.
Los daños son aun incuantificables. Las mujeres que entrevisté,
como ellas dicen, ganaron todo con la Revolución. Su capacidad
de resistencia y la inventiva que han tenido que desarrollar frente
a las dificultades son admirables.
¿La ciudad es diferente? ¿Qué piensan otros sectores
de la sociedad, que piensan las generaciones jóvenes? Sería
asunto de otro trabajo.