LA BANCA PARA EL HOMBRE LABORIOSO | 29
de noviembre de 2004 |
Buena
parte del éxito de las cajas de ahorro españolas se
asocia con la
atención a los grupos que tradicionalmente desdeña el
sistema bancario.
Tuteladas por el Estado, con una fuerte participación en el
sistema
financiero y amplios márgenes de rentabilidad, estas entidades,
han
dado el primer paso para penetrar el mercado mexicano mediante su
participación en los créditos hipotecarios.
Adela Mac Swiney González, Madrid Después
de un proceso de casi 200
años,
con una sucesión de éxitos y fracasos por defender su
carácter de
fundaciones especiales de naturaleza privada con finalidades sociales,
las cajas de ahorro en España se han convertido en verdaderos
gigantes
financieros que manejan actualmente 53 por ciento de los
depósitos
totales del paÃs.
En España, las cajas de ahorro surgieron en el siglo xix. La primera, que hoy es Caja Madrid, la entidad que entró de lleno a México este mes al adquirir una parte de capital de la Hipotecaria Su Casita, inició operaciones en 1839, constituyéndose sobre la base del anterior Monte de Piedad, que se habÃa creado en 1702. Fue fundada por elementos de la burguesÃa liberal en colaboración con diversas instancias, incluso la Iglesia, siguiendo modelos de paÃses como Francia e Inglaterra. Surgieron con la idea de integrar financieramente a los grupos marginados para que pudieran, al igual que los ciudadanos de las clases más acomodadas, acumular intereses en sus ahorros y poder constituir pequeños capitales.
También se ha mantenido el estatus inicial de su constitución: en las cajas de ahorro de España no existe el concepto de propiedad, sino el concepto jurÃdico de fundaciones, instituciones de crédito con vocación social que las hace diferentes por una parte, de los bancos comerciales y, por otra, de los bancos públicos de desarrollo. De hecho, la operación de las cajas de ahorro está regulada por consejos de administración integrados por representantes de las comunidades autónomas, ayuntamientos, organizaciones sindicales y empresariales, depositantes e incluso empleados. Desde sus orÃgenes, la operación de las cajas de ahorro en España ha sido supervisada y tutelada por el Estado. Inicialmente fue el entonces denominado Ministerio de Gobernación, porque dependÃa de éste la beneficencia, principal objetivo de las cajas. Posteriormente, la supervisión de los intermediarios dependió del Ministerio de Trabajo, porque se pensaba que asumÃan tareas de trabajo social y desde hace muchos años ya, dado el papel tan importante que tienen las cajas de ahorro en el sistema financiero, supervisa su actividad el Ministerio de Hacienda. El éxito y consolidación de las cajas de España es un hecho en el mercado financiero. Hace sólo ocho años, tras la privatización de las grandes compañÃas públicas, los grupos del Banco Central Hispano, Banesto y BBV superaban juntos 6.5 por ciento del producto interno bruto español. No habÃa una gran empresa que no tuviera un banquero en su consejo. Hoy, el Grupo Santander y el BBVA, herederos de aquella presencia industrial, ofrecen una realidad distinta. El Santander apenas cuenta con participación en Fenosa, Cepsa y Urbis, y el BBVA ha reducido su imperio industrial prácticamente a Telefónica, Repsol e Iberdrola, de las que controla 5 por ciento de cada una. Los dos han reiterado que no tienen vocación industrial. Mientras, las cajas de ahorro han hecho el camino contrario. El principal actor es La Caixa. Hace seis años, la caja catalana tenÃa invertidos 4 mil 400 millones de euros en empresas cotizadas en la bolsa de valores. El año pasado reconocÃa que el valor contable era de 9 mil millones, más del doble. Ricardo Fornesa, presidente de La Caixa, ha advertido de que seguirá en esta lÃnea: "Impulsar las inversiones en la cartera de participadas como fuente de ingresos recurrentes de elevada rentabilidad, liquidez y riesgo controlado, con aportación al desarrollo productivo".
Buena parte del éxito de las cajas de ahorro puede explicarse en España porque en su momento a la banca tradicional sólo le interesó atender a los grupos más solventes de la población y a las empresas. No asà a los pequeños ahorradores y a los grupos con más necesidad de créditos, pese a que la sociedad española se caracteriza por contar con una arraigada cultura del ahorro que, en buena medida, tiene su origen en las decisiones de las familias. Actualmente, los activos financieros en España ascienden a seis veces el PIB, de éstos aproximadamente 30 por ciento corresponde a familias e instituciones. Hoy, la banca está conformada por casi 146 entidades y cuenta con unas 16 mil 540 sucursales, activos por 557 mil millones de dólares y una participación en el mercado de depósitos de 40 por ciento. Por otro lado, las cajas están integradas por unas 45 entidades y cuentan con más de 18 mil 850 sucursales, activos por 358 mil millones de dólares y una participación en el mercado de depósitos de 53 por ciento. En la actualidad, casi 95 por ciento de la población española mayor de 16 años está bancarizada, es decir, es atendida por la banca y las cajas mediante unas 35 mil 417 sucursales, 40 millones de tarjetas Âde débito, crédito y comerciales y más de 26 mil cajeros automáticos. Del total de usuarios de la banca española, 52 por ciento opera con un solo proveedor (caja o banco), 35.1 por ciento con dos y 12.9 por ciento con tres o más. En lo que respecta a la evolución de las cajas de ahorro en España, estos intermediarios han sido transformados por tres cambios regulatorios. En 1977, la ley permitió que las cajas realizaran las mismas funciones que la banca privada. En 1986, las consideró como entidades de crédito y en 1988 eliminó las restricciones que impedÃan a las cajas abrir sucursales fuera del territorio de su comunidad autónoma. Estos cambios regulatorios hicieron posible la competencia con la banca, aunque con una ventaja importante: las cajas, al no contar con capital, no pueden ser adquiridas por los bancos, pero lo contrario puede ocurrir. Como resultado, las cajas comenzaron a comprar bancos como parte de su estrategia de expansión fuera de su comunidad. En la década de los 90, las cajas vivieron un proceso de consolidación que resultó en la fusión de instituciones de diferentes comunidades autónomas. Este proceso fue especialmente intenso de 1990 a 1992, cuando de 64 cajas quedaron 53. En la actualidad existen más de 40, las principales son La Caixa y la Caja Madrid, que por tamaño de activos son apenas inferiores a los Bancos Bilbao Vizcaya Argentaria (BBVA) y Santander Central Hispano (BSCH). Manuel Titos MartÃnez, catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Granada y ex subdirector de la Caja de Ahorros de Granada, habló sobre el anuncio de que Caja Madrid tomará 20 por ciento de HSC. "No se puede tratar de exportar un modelo que lleva casi 200 años de historia y de situaciones particulares y complejas, económicas y sociales, pensando en el éxito. Puede ser una aventura condenada al fracaso". Sin embargo, añadió que se si se trata de adaptar el modelo de las cajas de ahorro españolas a cualquier esquema ya existente en el paÃs del que se trate, en este caso México, habrÃa que ver el proceso hacia dónde lleva. "Lo que no se puede es trasladar o suplantar a otro lugar un modelo que es producto de un proceso histórico particular", asentó.
Además, resaltó que el éxito de las cajas de ahorros es que inicialmente tuvieron como clientes a las clases menos acaudaladas, pero a partir de 1960 la clase media española se tornó poderosa y sigue siendo fiel a estos intermediarios financieros. "Desde estos años se ha mantenido una relación importantÃsima entre las cajas de ahorro y las clases medias", aseveró. Además, las ganancias de las cajas se destinan en buena medida a actividades sociales, culturales, a facilidades para la adquisición de vivienda y a cuestiones de financiación de becas y temas educativos. Lo que es creÃble es pensar que en la siguiente década al menos, las cajas seguirán compitiendo entre sà ferozmente en los mercados, y con una gestión más enfocada hacia la mejora de la eficacia, la gestión del riesgo, la innovación tecnológica y la relación con la clientela, que hacia cuestiones de tamaño o expansión geográfica§   |
REGULACION INCIPIENTE En 1991
empezó
a operar
en Mexicali, Baja California, la Sociedad de Crédito y Ahorro
del
Noroeste (SCAN). Las más de 42 mil familias que pusieron sus
ahorros en
manos de Salvador Pulido Jiménez y de José Antonio
Villegas,
principales directivos de la caja de ahorro El Arbolito, nunca se
imaginaron que estos dos personajes terminarÃan en la
cárcel acusados
de fraude por mil 800 millones de pesos depositados en la caja que
dirigÃan.
Todo parecÃa indicar que El Arbolito era buena opción para ahorrar. En 1998 reportó un superávit de 300 millones de pesos y una cartera vencida de 2 por ciento de sus activos. La Comisión Nacional Bancaria y Valores (CNBV) descubrió irregularidades que llevaron a la SCAN a un deterioro en sus activos y a la falta de liquidez; sin embargo, a pesar de la insolvencia y la inestabilidad, la ahorradora continuó operando. El Arbolito no es el único caso de fraude cometido por cajas de ahorro en México. En 2000 las autoridades decidieron congelar las cuentas de La Caja Popular Nayarita después de descubrir socios fantasma en su lista de ahorradores y el presunto lavado de dinero del cártel de los hermanos Amezcua. Esta caja popular operaba desde 1996 y contaba con 8 mil 300 ahorradores que depositaron más de 120 millones de pesos. José Cirilo Ocampo Verdugo fundó un imperio que llegó a abarcar 25 estados de la República. El también llamado Rey de las Cajas de Ahorro guarda en su expediente cinco autos de formal prisión y 20 órdenes de aprehensión emitidos por jueces de los fueros común y federal en los estados de México, Veracruz, Colima, Durango, Puebla, Jalisco y el Distrito Federal. La autorregulación ha sido el régimen bajo el cual empezaron a operar las cajas de ahorro desde la década de 1950, cuando en las parroquias se colocaron alcancÃas para que los feligreses depositaran la cantidad que estuviera a su alcance. Asà surgieron las primeras organizaciones estatales de ahorro. Sin embargo, se tiene antecedente de que el ahorro popular inició en 1910 con las denominadas cajas rurales de préstamos y ahorros. Ante la falta de regulación en el sector, la CNBV se dio a la tarea de trabajar en la Ley de Ahorro y Crédito Popular, aprobada el 4 de julio de 2001 y que entrará en vigor a partir de junio de 2005 para garantizar la seguridad de los ahorros de las personas que decidan invertir en este tipo de instituciones financieras. A partir de 2005 las cajas de ahorro sólo podrán operar bajo la figura de Sociedades Cooperativas de Ahorro y Préstamo o como Sociedades Financieras Populares. Para ello deberán estar afiliadas a federaciones y confederaciones con el fin de integrar un fondo o seguro de protección del ahorro similar al de los bancos. Según cifras de la Confederación de Cooperativas Financieras de la República Mexicana, este tipo de organizaciones capta 22 mil millones de pesos anualmente y cuenta con más de 3 millones de usuarios § |