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México D.F. Viernes 19 de noviembre de 2004 |
Fox, en ruta de colisión
Anoche
el presidente Vicente Fox anunció en cadena nacional que impugnará
jurídicamente el Presupuesto de Egresos de la Federación
para 2005, aprobado por el Congreso de la Unión. Ese mensaje, pronunciado
por un mandatario que en los cuatro años que lleva en el cargo no
ha sido capaz de crear consensos con las principales fracciones parlamentarias,
y que ante un proyecto presupuestal que no es de su agrado opta por una
confrontación potencialmente desestabilizadora, suena necesariamente
a exabrupto ante la opinión pública.
En su discurso, Fox justificó su decisión
de impugnar el presupuesto, al argumentar que la oposición ha aprobado
de manera irresponsable un proyecto que perjudica al país; sostuvo
que durante su gobierno los legisladores opositores han bloqueado las reformas
estructurales que requiere México para combatir la pobreza, generar
más empleos e incrementar de esa forma la calidad de vida de la
población; se quejó de los diputados del PRI y del PRD, a
quienes acusó de hacer a un lado los acuerdos alcanzados en la Convención
Nacional Hacendaria, y afirmó que "de nada sirvió" que se
reunieran gobernadores, presidentes municipales, secretarías y dependencias
del gobierno federal para sacar adelante un presupuesto equilibrado. La
única fracción que se salvó de este regaño
improcedente y omiso de la separación de poderes y de la dignidad
del Legislativo fue la del partido en el gobierno, a la que Fox alabó
por sus presuntos esfuerzos por lograr un "presupuesto responsable".
Pero las recriminaciones faccionalistas son lo de menos.
Lo verdaderamente grave del discurso del Presidente es la pretensión
implícita de erigirse en el representante único de la sociedad
-cabe preguntarse: el Congreso, ¿a quién representa?- y guardián
del bienestar de los mexicanos, y la presentación de una mayoría
coyuntural como un grupo de opositores malévolos que buscan hacer
fracasar al mandatario a fin de cosechar sufragios para sus partidos a
costa del desastre nacional. Esta extraña manera de percibir un
acto institucional perfectamente normal, como lo es la derrota de una postura
presidencial en una Cámara de Diputados dominada por la oposición,
coloca al Ejecutivo federal en una ruta de colisión con el Legislativo
y pone al país en la perspectiva indeseable de un rompimiento entre
ambos poderes. Al actuar de esa manera, y con semejantes consecuencias,
Fox no sólo atropella las disposiciones constitucionales que regulan
las competencias y atribuciones de cada uno de ellos -artículos
72, 73 y 74, entre otros- sino que pisotea su propia promesa inaugural
de respetar escrupulosamente la división de poderes: "El Ejecutivo
propone y el Congreso dispone", dijo, al asumir la Presidencia, el primero
de diciembre de 2000.
Pero no sólo son de fondo las inconsistencias y
los despropósitos de la alocución presidencial de anoche.
Las formas fueron también inadecuadas, contraproducentes e inquietantes:
por principio de cuentas, Fox no fue claro sobre lo que se propone hacer
en reacción a la aprobación del Presupuesto de Egresos motivo
de su disgusto: habló de una "impugnación jurídica",
sin precisar si recurrirá a una controversia constitucional o si
devolverá a los legisladores, con observaciones, el documento aprobado.
De esa forma, el titular del Ejecutivo federal sólo logra confundir
a la ciudadanía y reducir el margen de comunicación con ella
que aún conserva. Además, en la señal televisiva en
cadena nacional fue posible observar a un mandatario incapaz de controlar
sus emociones, de manifestar abierto enojo y de descalificar a sus adversarios
políticos en una manera que no es propia de un estadista.
Desde otro punto de vista, cabe recordar que el Presupuesto
de Egresos correspondiente a 2005, que el mandatario quiso hacer pasar
como un atentado sin precedente a la estabilidad del país, tiene
diversos antecedentes. Tras las elecciones de 1997, en las que el PRI perdió
la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados, el conjunto
de las bancadas opositoras -incluida, por supuesto, la de Acción
Nacional- aprobó un Presupuesto de Egresos que no era el que había
planteado el entonces presidente Ernesto Zedillo. Es oportuno recordar
también que, desde que la ciudad es gobernada por autoridades surgidas
del Partido de la Revolución Democrática, las bancadas panista
y priísta en esa instancia legislativa han recortado sistemáticamente
los presupuestos para la ciudad y han disminuido brutalmente los techos
de endeudamiento permitido a su gobierno, sin que nadie -ni panistas, ni
priístas ni perredistas- haga tanta alharaca como la que ha generado
la votación de anteayer en San Lázaro.
Cabe esperar que el titular del Ejecutivo federal y su
primer círculo de colaboradores reflexionen y depongan su actitud
antes de llegar a una indeseable ruptura entre poderes, lo que aumentaría
los de por sí abundantes factores de caos y desgobierno que amenazan
con desatarse en los dos años que le quedan a la administración
foxista.
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