Fernado Guadarrama, Asunción Lachixila, Oaxaca. Los comuneros de Cristo Rey La Selva, municipio de Santiago Camotlán, Oaxaca, capturaron a un jaguar que hace dos años venía matando a sus becerros y borregos, lo entregaron vivo a las autoridades competentes y proponen una serie de acciones.
La Selva es una pequeña localidad zapoteca en la Sierra baja de Villa Alta, en la frontera con los pueblos zapotecos del distrito de Ixtlán y los pueblos chinantecos de los distritos de Choapan y Tuxtepec. Pertenece a la comunidad de Asunción Lachixila y comparte un territorio de 12 500 hectáreas con La Chachalaca, San Mateo Éxodo y Arroyo Macho, dentro del mismo Bien Comunal. Más de siete mil hectáreas de este territorio conservan selvas y bosques de niebla nunca perturbados. Existen ahí una gran variedad de animales silvestres, entre los que se encuentra el jaguar, su animal de origen. "Según nuestra historia, Lachixila la fundó un abuelo que era nahual de tigre, el bechtaurubechtao, que en una sola noche marcó los linderos del terreno montado en un jaguar joven al que sofrenaba con una víbora de cascabel", relata Leonardo Luna Martínez, agente de policía municipal de La Selva.
En Lachixila todavía se cuentan historias de cómo los abuelos se convertían en jaguares para defender el territorio contra los pueblos chinantecos vecinos. Hoy los de Lachixila dicen que esos tigres-nahuales ya desaparecieron, pero los chinantecos de los pueblos vecinos aún los llaman los nomayia, que en su idioma quiere decir gente-tigre. "En el terreno de la comunidad hay un paraje con dos piedras pintas como el tigre, en forma de dos jaguares echados, que nuestros abuelos llamaron lachi soa yíabechtao, que en español quiere decir llano piedra-tigre, adonde se rendía respeto a este antiguo animal. Mi padre, que vivió ciento ocho años, me contó que allí se llevaba a los niños recién nacidos para que tuvieran el don del tigre", platica Severiano Hernández Méndez, caracterizado de la comunidad.
Los comuneros de Lachixila (llano de algodón en zapoteco) habitan estas tierras "desde tiempo inmemorial", según reza la Carpeta Básica de su Resolución Presidencial, lograda en 1996 después de un difícil pleito agrario de más de veinte años contra supuestos propietarios privados, originarios de Veracruz, que intentaron explotar la maderas preciosas.
En 1988 la gente de Lachixila expulsó a los cazadores furtivos de Ayotzintepec, que se metían en partidas de sesenta o setenta a cazar dentro de las tierras comunales y a pescar con dinamita en el río Cajonos. Para frenarlos, se convocó a los pueblos zapotecos vecinos a formar la organización Pueblos Unidos del Rincón Bajo de la Sierra Juárez. Desde ese entonces se mantiene vigente un reglamento regional que prohíbe la caza y la pesca a los extraños, y sólo se le permite a los comuneros cuando es para autoconsumo.
"La ganadería fue fomentada por el gobierno estatal, con los Consejos de Desarrollo Micro Regional en 1997, después de la represión policiaco-militar, cuando nos acusaban de guerrilleros", explica Leonardo Luna Martínez. "Ofrecían financiamiento a los campesinos de las comunidades para comprar ganado bovino y ovino, pollos y marranos. Después vino el ini a crear los Fondos Regionales y entregó más créditos para ganado. Ahora son nuestros paisanos los que regresando del norte con sus dólares prefieren invertirlos en vacas, porque es lo único que garantiza un recurso para alguna emergencia o para la educación de nuestros hijos. Así crecieron los potreros y el problema con los tigres".
"Cuando un tigre come borrego o becerro ya está cebado, y va a regresar muchas veces a seguir matando", dice Melquíades Luna Pérez. "Entonces no hay más remedio que matarlo. Nosotros decidimos atraparlo, porque este tigre no se quería morir, es muy listo y costó más de dos meses que cayera en la trampa que le pusimos. Una noche que venía en el camino con mi primo Alejandro Luna, escuchamos un ruido cerca y cuando lo vimos su piel tenía mucho brillo, como si fuera de luz, como las luciérnagas. Por eso sabemos que este tigre no se quiere morir; nos dio un mensaje de que no lo matemos".
Los viejos del pueblo también piensan que esas apariciones del tigre "de luz" traen un mensaje, y fue un viejo, Juan Luna Díaz, hermano de don Domingo, quien diseñó la trampa y dirigió a sus sobrinos Melquiades y Artemio al construirla. Usaron troncos y tablas y pusieron adentro a un borrego hasta que el tigre cayó. Después avisaron al pueblo y fueron todos a traerlo, a dos horas de distancia, en una jaula de troncos reforzada con malla de alambre. Lo guardaron en un corral techado y protegido, mientras daban aviso a las autoridades de la Procuraduría Federal del Medio Ambiente (Profepa). Estuvo ahí cinco días, en que niños, mujeres y hombres del pueblo y las comunidades vecinas acudieron a admirarlo. Lo alimentaron con carne de res y gallina hasta que llegaron los enviados de Profepa a recoger al Ñau, como le dicen por el rumbo. Ese día hubo caldo de gallina en todas las casas, como en la fiesta patronal.
La entrega se hizo mediante acta de asamblea general de ciudadanos. El agente de policía explicó al veterinario Raúl López González, que están conscientes de que atrapar a este animal es considerado como un delito por la ley federal, "pero aquí nosotros también somos ley, y decidimos atraparlo y entregarlo porque ya no se puede quedar en este lugar, pues seguiría causando daños a los comuneros". También hizo saber a las autoridades que son necesarios recursos para reparar los daños causados por el jaguar: "El animal mató cuarenta y cinco borregos y catorce becerros, y dejó a algunos de los ciudadanos prácticamente sin nada". Esa mañana los comuneros sacaron la jaula del Ñau en hombros en una procesión de despedida donde participaron niños, mujeres y ancianos.
La captura del jaguar abrió una reflexión entre los comuneros. La asamblea considera alternativas a la ganadería, actividades productivas y de comercialización. Además, acordó convocar al gobierno, a los empresarios, a los artistas y creadores, a las ongs y a la sociedad civil para que participen en la firma de un convenio que les ayude a cuidar su territorio, instrumentar alternativas y aplicar correctamente la ley de fauna silvestre, junto con la comunidad.
Imagen de video del jaguar capturado en Lachixila: Tonatiuh Díaz González