México D.F. Domingo 14 de noviembre de 2004
El público mayoritariamente femenino
creó la atmósfera para calentar la noche
Logra Alejandro Fernández la entrega del público
en Texcoco
"Yo canto y el ambiente lo ponen ustedes", saludó
al comenzar su espectáculo
JAIME WHALEY ENVIADO
Texcoco, Mex., 13 de noviembre. El llamado Potrillo
fue garañón el viernes al abrir la Feria Internacional del
Caballo cuando miles de damas se le entregaron, salvo una, con la que se
le hubiera dificultado cantar las casi tres horas que lo hizo.
Alejandro
Fernández abrió la cartelera artística en el palenque
texcocano ante un lleno en el que predominó, como era de esperarse,
el sexo femenino que bien podría decirse, hostigó al cantante
sin que de parte de él hubiera queja o señal alguna de molestia.
Desde un par de horas de antelación el local cerrado,
sede de las peleas de gallos y la lotería feriera que en este caso
-signo de los tiempos- fue el Bingo, se atiborró democráticamente
con damas de todo estrato social aunque, but of course, dinero manda,
las riquillas estuvieron en los asientes más próximos al
redondel y fueron las que con más ahínco le entraron al apapacho,
al beso, al arrimón cada vez que el hijo de Vicente se les acercó.
Del amplio repertorio de Fernández hubo pocas que
no se oyeron, primero las del programa y luego una que otra intercalada
para que los gemidos de ellas, y uno que otro él, fueran incesantes
y ponerle así calor a la fría noche otoñal.
Para las que no entraron en calor con los temas del Potrillo
hubo otros métodos nada auditivos y sí líquidos pues
la beberecua circuló profusamente: cervezas, unas espectaculares
micheladas de a caguama, tequila, vodka, ron, brandy, en fin, las exigencias
del paladar estuvieron a buen recaudo tanto afuera como adentro del local
aunque aquí la atención tardó en llegar pues las afanosas
meseras veían cortada su precipitada carrera por piernas y brazos
que hicieron suyos los pasillos y la escalera lo que, en un momento, obligó
a la presencia de la policía estatal, sin que fuera necesario el
uso de convincentes cachiporras para ubicar a cada quien en su sitio.
Por
ahí de los 45 minutos antes de la medianoche Alejandro Fernández
hizo su aparición al son de las notas de La negra, ante la
algarabía del graderío y el desencanto de un trío
de mozuelas que ansiosas aguardaban en uno de los pasillos superiores su
oportunidad de conocer al cantante. "Ah, que la chingada, y nosotras pensando
que por aquí iba a salir", dijo una de ellas mientras se calaba
su sombrero texano y buscaba el acceso a las gradas.
Un ensamble de mariachis e instrumentos electrónicos,
como teclado, sintetizador, bajo y hasta unas tumbadoras, acompañaron
a Fernández ataviado con traje negro con botonadura de plata, quien
de entrada se refinó cuatro temas seguiditos, al cabo de los que
dijo "yo nada más canto y el ambiente lo ponen ustedes", lo que
empezó a gestar el ánimo orgásmico que se manifestó
después.
Avísame fue su carta de presentación
y ya Fernández se quita su corbatita de moño y en un acto
que a cualquier otro le hubiera redituado unos buenos cantos de "uleeero,
uleeero", a él le vale una dosis de aplausos cuando se la entrega
al único infante presente en el palenque, un niño adormilado
en los brazos de su madre.
|