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México D.F. Domingo 14 de noviembre de 2004
Debbie Harry demostró que aún
es la fémina provocativa del rock
Blondie ofreció un concierto pleno de sensualidad
y nostalgia
En su presentación, la banda estableció
un puente de ritmos entre las generaciones
CHAVA ROCK
Gratos recuerdos levantó Blondie la medianoche
del sábado cuando se presentó en un foro de Polanco, donde
rememoró su nutrida discografía y se entregó en un
sensual concierto.
Debbie
Harry, la vocalista, imagen y líder de la banda, lució bellísima;
aún queda mucho que proyectar de este encanto de mujer, quien a
sus 59 primaveras lució buena pierna y escote provocador. Han pasado
ya 30 años de su formación como banda, 28 de la edición
de su primer disco y todavía no hay fémina que ocupe el lugar
de esta chava que fue conejita de Playboy y mesera en Nueva York, fuerte
impulsora de una corriente denominada new wave, que a fines de los
años 70 y principios de los 80 cobró gran importancia.
Fue un concierto de cochera, en un antro acogedor y con
una agrupación excitante en cada acorde, sobre todo porque este
es el derrotero marcado por Chris Stein, ex compañero de alcoba
de Debbie, guitarrista y cerebro musical de la banda, que en esta noche
hizo vibrar a los cerca de mil asistentes con el post punk incendiario
de temas como Dreaming, Hangin on the Telephone y X ofender.
También interpretaron Maria, canción
que en 1999 marcó el regreso del grupo, después de un largo
receso; con este sencillo demostró que la navaja aún tenía
filo.
El público, la mayoría jóvenes veteranos
de en promedio 35 años de edad, se arremolinaron frente al escenario
para cargarse de la energía que muestran estos brillantes ejecutantes,
sobre todo Kevin Topping, arriesgado tecladista que más de la mitad
del concierto se la pasó con su instrumento ladeado, como si lo
tocara casi a punto de caerse. Al baterista, Clem Burke, le quedó
chico su instrumento: en varias ocasiones se levantó para seguir
aporreando la bataca. Las cuerdas de Leigh Foxx, Paul Carbonera y del ya
mencionado Chris fueron el detonante para que no decayera el toquín.
Debbie juega con su cuerpo, se contonea todo el tiempo,
resbala las manos desde los pechos hasta las piernas, arquea su espalda
para hacer más frondosa su parte frontal. Cierra los ojos, parece
soñar y cantar al mismo tiempo que se deja abrazar por la gente,
que enloquecida levanta la mano cada vez que la vocalista se acerca a saludar.
Primero vistió de negro, después de rojo,
pero su cabellera siempre fue rubia, rubia superior, que estaba ya toda
alborotada cuando se presagiaba el final, al momento de entonar Call
me; para entonces ya un enorme coro y baile trainspotting del
público estaba completamente en-tregado a esta banda de integrantes
que desde muy jóvenes recorrieron los caminos de los excesos. He
ahí parte de la sabiduría baudelaireana que presentaron esta
madrugada.
El cierre fue fascinante, con esa rasposa guitarra en
One way, reforzada con unos teclados delirantes, la voz de la Harry:
pacheca, soberbia, cachonda, perdida, como el precioso iris de sus ojos.
El encore fue con Heart of glass: el Bronx y Polanco en este puente
de latitudes, de generaciones, de sonidos 70-80-90.
La magia concluyó, un arte que apasiona a Debbie
quien, por cierto, horas antes del concierto visitó el Mercado de
Sonora, consumió lo más que pudo de todas las lindezas que
se ofertan en ese lugar: elíxires, curaciones, fetiches y demás
herramientas que toda buena bruja suele respetar y apreciar. Fue así
como la trató la gente durante su breve estancia en México.
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