México D.F. Domingo 14 de noviembre de 2004
La poeta Natalia Toledo Paz recibió el
Premio Nezahualcóyotl de Literatura 2004
"Hebras de oro sostienen la historia de los pueblos
originarios de México"
El galardón, dotado con 55 mil pesos; algunos
autores demandan incrementar ese monto
ARTURO JIMENEZ
Con una atmósfera creada por la música de
tambores, conchas de tortuga y flauta de carrizo del quinteto infantil
Gúugúu Huiinu' (Tortolita), los trajes que algunas tehuanas
parecían hacer flotar por entre la gente y el recital con una decena
de poemas de Guie' yaase' (Olivo negro), la poeta Natalia
Toledo Paz recibió el Premio Nezahualcóyotl de Literatura
2004.
La ceremonia, con sabor a Juchitán, a Istmo de
Tehuantepec, a Oaxaca y a pueblos indígenas mexicanos que resurgen
de las "cenizas bajo la olla", se realizó la noche del viernes en
la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes, donde un público
nutrido reflexionó y disfrutó el discurso de la poeta, quien
contó historias sobre curanderas, nahuales y el significado de las
palabras.
"Han pasado 500 años desde la Conquista, pero quedan
cosas, quedan hebras de oro que sostienen la historia de los pueblos originarios
de México."
De un texto titulado El lenguaje del viento, la tradición
oral, con un epígrafe de Paul Válery: "La cosmogonía
es el más antiguo de los géneros", Natalia Toledo leyó:
"Si
hablamos de las lenguas indígenas es necesario reconocer nuestra
primera fuente: la oralidad, lo que implica haber recibido una serie de
conocimientos a través de la palabra hablada.
"En el Istmo de Tehuantepec las personas, sobre todo los
ancianos, son nuestras bibliotecas, que, a diferencia de los libros, nos
hablan en voz alta, nos cantan, nos cuentan: sucesos históricos,
dichos, trabalenguas, proverbios, canciones, recetas de cocina, mitos.
"Para los pueblos indios resguardar sus conocimientos
en la memoria significó un recurso. Gracias a la oralidad conocimos
su interpretación del mundo, para que las generaciones venideras
supiéramos quiénes somos y de dónde partimos."
Y la poeta precisó: "Actualmente, por supuesto,
somos el resultado de un sincretismo y la lengua es un fenómeno
vivo que está en constante movimiento, donde las pretensiones de
purismo son ingenuas".
El ser indígena es, sobre todo, cosmovisión,
añadió Toledo, y comentó que aparte de esas "fuentes
primeras" también la han nutrido la lectura de libros. "Ser bilingüe
me ha permitido tener una doble posibilidad de creación y de vida,
también un doble acercamiento con los otros".
Comenzó desde niña: Francisco Toledo
En la ceremonia estuvieron Sari Bermúdez, presidenta
del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, quien entregó
el premio, así como el dramaturgo Víctor Hugo Rascón
Banda y el poeta mazateco Juan Gregorio Regino, en representación
de Griselda Galicia, directora de Culturas Populares.
Dotado con 55 mil pesos, únicos para todos los
géneros (poesía, cuento, novela, ensayo, dramaturgia), algunas
voces comentaron que, para avalar la credibilidad del discurso oficial
sobre la importancia de las culturas indígenas de México,
ya era hora de igualar ese monto al de otros premios y de entregarlo en
las diversas especialidades literarias.
"Al menos deberían ser unos 75 mil pesos, como
otros premios, pues se trata del único premio nacional de la literatura
indígena contemporánea", comentó, por ejemplo, el
autor maya Jorge Miguel Cocom Pech, presidente de la asociación
civil Escritores en Lenguas Indígenas.
Cocom y Regino no fueron los únicos representantes
de las letras indígenas del país, quienes además escriben
en castellano, pues por ahí anduvieron el zapoteco Macario Matus,
el nahua Pedro Martínez, el mazahua Fausto Guadarrama y el quechua-mexicano
Carlos Huamán. Además, los escritores en español Eduardo
Langagne, Ricardo Yañez y Silvia Molina.
Aunque prefirió no ingresar en la Sala Manuel M.
Ponce, por los pasillos del Palacio de Bellas Artes andaba también
el padre de la poeta, el pintor Francisco Toledo, quien comentó
a La Jornada:
"La formación de Natalia como escritora empezó
cuando era niña, en los años 70, con su participación
en los talleres de la Casa de la Cultura de Juchitán. Ahí
se formaron promotores y maestros de escritura en zapoteco. Y una de ellas
fue la hermana del poeta Víctor de la Cruz, Gloria de la Cruz, quien
le enseñó la escritura en zapoteco a Natalia, que obviamente
ya sabía hablarlo.
"Natalia ha tenido el empeño y el coraje para formarse
y continuar. Y además sola, pues yo, como siempre me desplazo, pues
no siempre he estado cerca de ella. Pero, bueno, es realmente admirable
lo que ella ha hecho solita."
Y relató: "Nosotros venimos de una comunidad en
la que nuestros padres eran bilingües. De algún modo ellos,
al salir de Juchitán, les tocó una época muy difícil,
de cierto racismo, en las escuelas les prohibían a ellos hablar
su lengua. Ellos crecieron como con cierta inseguridad en hablarlo, y de
algún modo nos pasaron a nosotros esa inseguridad. Pero ahora con
(la generación de) Natalia se recupera totalmente la lengua y, además,
si es mediante la poesía, mejor".
Al final, el escritor Francisco de la Cruz y la actriz
Patricia Reyes Espíndola leyeron versiones en zapoteco y español,
respectivamente, de Guie' yaase' (Olivo negro).
"Caree yaande guiigu'/ guira' xixe' raca benda./ Diuxi
ribeelú guriá ti yoo caruxhi/ naa ruuyadxie' laabe deche
ti yaga guie' yaase'". Leyó él. "El río se desborda/
todos se convierten en peces./ Dios aparece en una pared descarapelada/
yo lo observo detrás de un olivo negro". Leyó ella.
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