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E C O N O M I A
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México D.F. Domingo 7 de noviembre de 2004

José Antonio Rojas Nieto

El drama de nuestra vida energética

En 2003 México tenía 104 millones de habitantes y consumió un volumen de energía equivalente a poco más de 3 millones de barriles de petróleo al día. Por ellos se pagaron cerca de 61 mil millones de dólares, casi 10 por ciento del PIB. En 1965, con una población de 43 millones de habitantes se consumió energía equivalente a 652 mil barriles diarios. Y se pagó por ella cerca de mil 300 millones de dólares. Así, de 1965 a 2003 una población que creció 2.3 por ciento al año exigió que la energía disponible creciera 4.2 por ciento, casi el doble, pero a un ritmo similar al que creció el PIB en el periodo 1965-2003.

En consecuencia y al menos teóricamente en 2003 cada persona dispuso de dos veces más energía que en 1965. Sin embargo -siempre hay granitos en el arroz- este incremento es relativamente ficticio porque ha descansado en el transporte. En 1965 se utilizaba 28 por ciento del total de energía finalmente consumida para el movimiento de carga y de personas, en 2003, 41 por ciento. De seguir esta tendencia, en 15 o 20 años la mitad de la energía final será para un transporte que, al menos hasta el día de hoy, se caracteriza por formas individualistas e ineficientes, ligadas a un desarrollo irracional de la industria automotriz y, en consecuencia, vinculadas al automóvil y al transporte carretero de carga y personas.

El segundo granito de este arroz es el costo de esta energía. De 1965 a 2003 se incrementó 5.9 por ciento al año, cerca de dos puntos porcentuales más que su volumen. Por ello, cada día la energía disponible ha sido más cara. Así, en 38 años, el peso del gasto anual en energía de todo el país en el valor anual del PIB se elevó de 5.2 a 9.8 por ciento. Por eso, el costo de la energía consumida en 2003 tanto por el propio sector energético (para transformar la energía primaria en formas finales utilizables como las gasolinas y la electricidad), como por los consumidores finales (residencial, comercial, público, industrial, agropecuario, transporte), alcanzó poco más de 61 mil millones de dólares.

Un tercer elemento delicado de esta evolución es el hecho de que hoy el propio sector energético requiere 36 por ciento del total, a diferencia de 29 por ciento de 1965. Son tres simples ejemplos que dan idea de algunas tendencias viciosas de nuestro desarrollo energético, que exigen ser modificadas lo antes posible. Y para muestra otro botón, el de la dependencia fiscal del petróleo, pero también del gas natural y de la electricidad. Veamos hoy petróleo y gas natural.

De 1965 a 2003 el gobierno mexicano ha logrado ingresos por 371 mil millones de dólares (contantes de 2004). Y en este sexenio se ha llegado al máximo abuso de esta dependencia fiscal: el presidente Fox obtendrá 135 mil millones de dólares (contantes de 2004) sólo por el diferencial entre el costo de oportunidad y el de producción reconocido a Pemex. Para comprender esto recordemos que de 1991 en adelante los precios internos del petróleo (precio entre los organismos de Pemex), el gas natural y en general todos los petrolíferos, empezaron a fijarse con base en referentes internacionales. Así, por ellos y desde ese año, se paga internamente mucho más de su costo de producción, lo que es correcto hasta cierto punto. El problema es el monto y el destino de ese diferencial. ƑCuál? El que recoge el gobierno de la diferencia entre el costo interno de producción y el de oportunidad. Por ejemplo, este año los costos de oportunidad del petróleo y el cada vez más escaso gas natural se encontrarán cerca de 32 dólares por barril y cinco dólares por mil pies cúbicos, respectivamente.

Pues bien, a Pemex se le permitirá guardar su costo interno reconocido y un pequeño beneficio. Una primera estimación de lo que reunirá Hacienda este año nos conduce a una cifra cercana a los 30 mil millones de dólares (derechos de extracción). Se trata de muchísimo dinero que proviene, como resulta hoy por todos sabido de la renta petrolera que, por cierto, tiende a caer relativamente en la medida que los viejos yacimientos producen a costo cada vez mayores y que no tenemos nuevos yacimientos con costos menores que los sustituyan.

Las cuatro tendencias descritas dan idea de parte del manejo vicioso de nuestra realidad energética. Y del tremendo fracaso que representa para todos no haber logrado: 1) disponer de mayor volumen de energía, pero no para automóviles, autobuses y camiones de carga; 2) lograr un gasto energético relativamente menor en relación con el valor de nuestro PIB; 3) utilizar menos energía para el propio sector energético y un volumen cada vez mayor para el consumo final; 4) finalmente, romper la dependencia fiscal del petróleo y del gas natural, y garantizar que una parte creciente de la renta petrolera se destine al fortalecimiento financiero, productivo y comercial del propio sector.

ƑCómo entender que, ni por asomo, este gobierno del cambio se haya concentrado en diagnosticar, advertir y revertir estas tremendas tendencias, citadas aquí como parte de un diagnóstico que, aún hoy, no se ha realizado cabalmente? ƑCómo entender, por ejemplo, que en el delicado caso de la conducción en la Secretaría de Energía o de Pemex, finalmente se asigne la responsabilidad a personas no sólo ajenas a esta problemática, sino incapaces de levantar ante la sociedad un diagnóstico que trascienda su miope visión empresarial, tan plagada de vicios y especulación? ƑCómo? šHay cosas que no sólo no se entienden, sino que resultan imperdonables!

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