La colonización persiste en
los estereotipos de belleza que consideran 舠feas舡 e 舠inferiores舡
a las morenas
-- Se usa peróxido de 60 volúmenes,
prohibido en otros países, para parecer rubias
Aleyda Aguirre
América Latina ocupa el primer lugar en
el mundo en consumo de peróxido de 20, 30 y 40 volúmenes,
grados máximos para decolorar el cabello. Prohibido en otros
países, en México se vende el de 60 volúmenes,
sus principales consumidoras son mujeres morenas que desean "parecerse
a las rubias".
El dato salió a relucir durante el coloquio: Las güeras
y las prietas. Género y raza en la construcción de nuevos
mundos, en el que feministas de diferentes áreas, dejaron sus
temas "monotemáticos" para analizar desde un punto
de vista particular ese tema privado para llevarlo a lo público.
Una actitud que está en el ambiente pero que pasa desapercibida
por ser tan cotidiana: la presunción de querer ser güeras/os
y borrar los rasgos multiculturales que caracterizan a mexicanos y mexicanas.
Desde el "pásele güerita" en el mercado, el deseo
de madres y abuelas de que las y los hijos/as nazcan con ojos azules
y cabellos rubios; el racismo que también se da de "prietas"
a blancas, hasta ver a las güeras como categorías integrantes
de una clase social alta, "bien portadas, buenas y obedientes",
estuvieron en la mesa y causaron contradicción, al grado de que
hubo algunas a las que les daba "horror ser güeras",
sin embargo "fue bueno que se empezara a hablar" de este tema
tan "atrevido", incitadas por el Programa Universitario de
Estudios de Género (PUEG) en el marco de la conmemoración
del 12 de octubre, Día de la Raza..
Pilar Muriedas de Salud Integral para la Mujer (Sipam) dijo que nunca
había reflexionado desde su calidad de "prieta" y agradeció
el haberla obligado a "desviarse" algunos momentos de su "monotema"
que es la defensa de los derechos sexuales y reproductivos. Cavilar
sobre este asunto, la lleva a resaltar todo lo que tienen que hacer
las morenas para no verse tan prietas, pintarse el cabello para "aclarar
un poco el marco de su cara" y usar peróxido de 60 volúmenes
a costa de su salud. Hablar de güeras y prietas, "incomoda",
anotó. "Nos damos cuenta de cuán discriminadoras
(sic) somos las morenas hacia los blancos y viceversa y también
cuánto dolor y rabia guardamos hacia aquello que nos representa
la prolongación de la desigualdad".
Se ha creado una serie de estereotipos y patrones de apariencia física
entre los y las mexicanas que tienen sus orígenes en la colonización,
"el mestizaje reforzó la dependencia estética en
cuanto a patrones de belleza con respecto al mundo blanco" e invisibilizó
a las mujeres nativas al considerarlas "inferiores en el sentido
cultural y económico. Las convirtieron en objetos feos. Lo cual
significa en términos reales, mujeres sin derechos", aseguró.
"Yo no soy blanca ni lo quiero ser", pintó su raya
la escritora Carmen Boullosa, aunque reconoció que en nuestro
país hay un trato diferente por el color de piel, pero esa mexicana
no es tratada igual en otros países donde la blancura es más
intensa.
Boullosa criticó el rechazo que existe en México a la
pluralidad étnica que conforma nuestra cultura. "Todos en
este país somos tan indios como moros, como negros y por no querer
aceptarlo peleamos contra nuestro origen".
La novelista María Teresa Priego, evocó a las güeras
que aparentan pertenecer a la aristocracia, las bien portadas de Tabasco,
su tierra natal. "Soy una güera del sureste mexicano, lo que
es un absurdo, un contrasentido, entre la marimba, la salsa, los changos,
los lagartos, los ríos que se desbordan con el menor pretexto
¿a quién se le podría ocurrir elegir ser güera?:
a mi mamá y a la familia de mi mamá. Eran güeras
aunque no lo fueran, es decir, eran decentes, distantes, compungidas,
socialmente mesuradas, tenían una reputación qué
cuidar, un apellido que llevar sin tacha...
"Las güeras, para coger, atravesaban noviazgos "chaperoneados,
tardeadas, boda civil y religiosa. A las prietas les bastaba con comprarse
una hamaca".
Esas güeras contrastan, relató, con las "prietas"
como las nanas, que eran anónimas, desconocidas, indecentes,
cachondas, transgresoras, permisivas...
"Una se convierte en güera-prieta, posiciones intercambiables
según las necesidades. Era una niña prieta cuando leía
las revistas porno de mi hermano, güera cuando entraba a misa,
prieta cuando iba al confesionario y no contaba lo de las porno, prieta
cuando deseaba a mi primo, güera cuando me arrepentía, cuando
leía a María de Jorge Isaac y prieta cuando leía
Ana Karenina".
No podemos seguir con la idea mal aprendida de que lo blanco es higiénico,
el alma limpia y dios es hombre y blanco y lo negro o café es
pecaminoso, mal oliente y corrupto, porque en esas generalidades todas
y todos "salimos perdiendo", expuso Muriedas.
Cómo se puede vivir en un país donde la mayoría
es morena, es prieta y nacer así "puede representar un déficit"
¿qué significa vivir desde un cuerpo marcado no sólo
por el género, la clase y la sexualidad? dejó en el debate
la directora del PUEG, Marisa Belausteguigoitia.