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México D.F. Lunes 1 de noviembre de 2004

Regresó al Espacio Escultórico de CU con su espectáculo El ánima sola

Jaguar y calavera, Jorge Reyes hizo música con caracoles y tambores para celebrar a La Parca

MARIANA NORANDI

Tras seis años de ausencia, Jorge Reyes presentó este sábado en el Espacio Escultórico de Ciudad Universitaria un concierto-ofrenda a la muerte denominado El ánima sola, en el que se dieron cita diferentes disciplinas artísticas. El compositor aprovechó el paisaje natural volcánico para contextualizar su concepto musical basado en sonidos prehispánicos y digitales. Dirigido por Antonio Castro, el regreso de este músico resultó todo un acontecimiento para sus numerosos seguidores.

jorge_reyes_02-okUna larga fila de personas se formaba en la puerta de acceso al Espacio Escultórico mucho antes de que comenzara el espectáculo. Aunque el público de Jorge Reyes es variopinto, la gran mayoría de sus seguidores son jóvenes universitarios que ven en él a un músico de sólida y solitaria trayectoria, de inagotable reserva experimentadora y que, sin caer en anacronismos, evoca y valora nuestros más enraizados orígenes históricos, culturales y filosóficos.

A eso de las 18:30 la gente comenzó a entrar al recinto. Muchos de ellos, con cojines, cobijas o colchonetas para poderse sentar más cómodamente en las piedras volcánicas de este espacio. En la entrada, se expuso un panteón floral, realizado por el trío musical Hermanos Dimas de Michoacán, en el que se ofrendaban diversas frutas y alimentos a los muertos.

A las 19:30, cuando el Espacio Escultórico se veía ocupado por todos sus rincones y el olor a copal ya se había extendido en el ambiente, salieron al escenario Los Hermanos Dimas. Este trío, fundado en 1969, es originario de Santa Fe de la Laguna, Michoacán, e interpreta pirekuas, piezas que expresan las costumbres y pensamientos purépechas. Interpretaron canciones de amor dedicadas a la mujer pero, sobre todo, a la muerte. Tras media hora de actuación, Jorge Reyes apareció en el escenario vestido con un atuendo de jaguar y con el rostro maquillado en forma de calavera.

jorge_reyes_09-okLos sonidos del caracol y del tambor indicaron el momento en que debía comenzar el ritual. Entre humo y luces, el músico convocó a la muerte por medio de sus múltiples nombres: La Pelona, La Triste, La Calaca, La Apestosa, La Chicharra, La Igualadora, La Segadora, La Chinita, La Novia Fiel, La Parca, La Pálida, La Copetona, El Anima Sola. A este llamado aparecen dos personajes simbólicos que representan la muerte. Danzan e interpretan instrumentos prehispánicos. Reyes lanza preguntas como "¿adónde iremos?" o "¿dónde está la realidad?", como parte de una propuesta musical reflexiva, que enfrenta al individuo ante el cuestionamiento de la dualidad existencial: sin vida no hay muerte y sin muerte no hay vida, la muerte es parte de ese ciclo natural de la vida del que no se puede escapar, amando a la muerte se ama a la vida.

Mientras, detrás del escenario, se desarrolla un performance con base en malabarismos con fuego, el cual aporta al espectáculo mayor misticismo. Un grupo de cinco elementos de danza prehispánica llamado Nok Niuk comienza a danzar en el escenario. Vestidos con un complejo y sofisticado atuendo étnico de gran penacho, los bailarines refuerzan con su presencia y movimientos la cosmovisión indígena de la muerte.

La bailarina y coreógrafa Lidia Romero, ataviada con un contrastante y ajustado traje de piel negro, se desplaza por el escenario portando una amenazante guadaña. Los contrastes visuales se acoplan a los contrastes musicales de Jorge Reyes. Esa mezcla de sonidos prehispánicos y digitales, que completa con los sonidos de su propio cuerpo, ubican la música de este compositor en un lugar muy personal y poco habitado.

Establecido en un nicho musical colmado de simbolismo y misticismo, Reyes recurre a la tradición musical desde la renovación estética logrando una comunicación espiritual con el público.

Tras hora y media de concierto, en el que destacó el trabajo de iluminación de Víctor Zapatero, se acercó al público y se despidió con una interpretación musical basada en los sonidos de su cuerpo. Sin más instrumento que éste, agradeció a la gente su participación así como la presencia de todas esas ánimas que acudieron a su llamado durante el espectáculo.

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