México D.F. Lunes 1 de noviembre de 2004
CIUDAD PERDIDA
Miguel Angel Velázquez
Metrópoli 2025 y los desesperados
Encuentro de traiciones olvidadas
La relación Döring-Ahumada
El grupo bien podría llamarse Los desesperados, término que con simpleza describe a los que han dejado de tener esperanza, es decir, a los que tienen todo por perdido y recurren a situaciones extremas para conseguir lo que no han podido obtener por las vías, podría decirse, normales.
Si esto lo llevamos al ámbito político, nos salta el heterogéneo Metrópoli 2025, creado apenas la semana pasada y donde cohabitan, sin rubor alguno, los neoliberales crónicos, con hombres cuyo nombre supuestamente representa a alguna parte de la izquierda mexicana.
Como ya hemos platicado en este mismo espacio, la promiscuidad en la política, tanto en nuestro país como en otras partes del mundo, se ha convertido en práctica común, que si bien no respeta las ideologías, porque la necesidad del poder las ha borrado, tampoco resiste la prueba de la historia. La han perdido en el conveniente laberinto de la desmemoria y, tomados del brazo, unos con otros caminan sobre el trazo mentiroso de la democracia.
Así, Cuauhtémoc Cárdenas y Pedro Aspe, un conspicuo salinista, trazan la ruta por donde quieren transitar. Por ejemplo, el más salinista de todos los perredistas, Demetrio Sodi, el neoliberal Jaime Serra y otros fracasos similares que alimentados por el despecho buscan en Metrópoli 2025 las formas de ejercer presión para abrir la posibilidad de colarse en diferentes planos, que la política o la votación les ha negado.
La agrupación habla por sí misma. Demetrio Sodi, quien mantiene como anhelo máximo ser jefe de Gobierno de la capital, convoca a esta abigarrada expresión de los desesperados para conseguir, desde la supuesta pluralidad, un poco de luz, de reflectores y de credibilidad que la ira, acumulada después de la derrota -en las elecciones internas de 2000 también quiso ser candidato del PRD- le han restado.
Pero Sodi no es el mejor ejemplo -es bien sabido que es capaz de cualquier cosa con tal de ver cumplidos sus intereses-, lo que llama la atención es mirar, encajado allí, a Cuauhtémoc Cárdenas, quien atacado por el mal del olvido político ya no recuerda ni las traiciones ni lo juegos sucios, y alterado en extremo por obtener un triunfo que parte de sus nuevos correligionarios le arrebataron en 1988, se mezcla en la obsesión de todos los fracasos.
Desde hace tiempo, digamos medio año, un grupo de priístas ha buscado con ansia a Cárdenas, cuando menos para contarle sus desgracias, pero también para ofrecerle los apoyos que pudiera requerir en caso de que decida competir por la Presidencia bajo las siglas del PRD, o incluso sin ellas.
Cuentan los mismos priístas que en los primeros momentos Cárdenas se negó a inmiscuirse con quienes primero, al intentar democratizar al PRI, lo abandonaron, y luego, con aquellos que lo convirtieron en su enemigo por el simple hecho de disputarles el poder.
Pero también aseguran que existieron consideraciones de mayor peso que los argumentos priístas y, al final, accedió a formar parte de este grupo de presión-trampolín donde lo han encajado. A final de cuentas sólo cabría decir: no se vale, señor ingeniero, no se vale.
El patrón y el sirviente
Cada día se construye con mejores cimientos la historia del panista Federico Döring y Carlos Ahumada.
Después del affaire del cochinito del que el panista acusó a Rosario Robles, Carlos Ahumada lo reclutó. Su perfil era el idóneo para servir al empresario corruptor en algunos trabajos sucios en los que el supuesto fuera la guerra entre los partidos y no las venganzas y los intereses del dueño de Quart.
Fueron, dicen algunos panistas, hasta amigos, si es que este término cabe en las ideas de Ahumada. Iban juntos a festejos y reuniones, donde los testigos no miraban con extrañeza al par. Hoy se ha refrescado la memoria de muchos de esos testigos que ha permanecido mudos y pronto se sabrá cómo era esa relación, que algunos consideran como las del patrón y su sirviente.
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