Jornada Semanal,  domingo 31 de octubre de 2004         núm. 504

JAVIER SICILIA

LA TRADICIÓN HERMÉTICA
DE O. W. MILOSZ

Las tradiciones herméticas o esotéricas, aquellas de las que madame Blavatsky y Swendenborg son unos de sus más altos representantes, han recorrido algunos sectores de la poesía. Yeats y Blake, por nombrar a algunos, han bebido de sus aguas.

Hay, sin embargo, un poeta, conocido sólo por un grupo de iniciados y seguidores, cuyas experiencias en este terreno hicieron emerger al poeta. De ahí, quizá, el que su nombre, a diferencia de los anteriores, quienes a partir de la poesía exploraron esos territorios, no figure en las antologías, pero tenga en Francia, Rusia y Argentina, como Swedenborg o la propia Blavatski, una sociedad dedicada a su estudio, la Sociedad de los Amigos de Milosz, Oscar W. Milozs o, como en algunas ocasiones se escribe también, O. W. de Lubicz Milosz; la W es de Wladislas.

Nunca he sabido si fue padre o tío de Czeslaw Milosz, el premio Nobel de Literatura que murió en fechas recientes. En todo caso, me gusta pensar que fue su padre, cuyo misterio interior permitió al hijo descubrir el suyo y continuar en él el legado de las exploraciones del espíritu en la poesía.

O. W. Milosz nació en Czeraia, Lituania, entonces parte de la Rusia blanca, en 1877. Hijo de Wladislas Milosz, estudioso de la alquimia y explorador de África, y de Marie Rosenthal, judía, cuyo matrimonio le costó el ostracismo de su pueblo, Milosz se traslada con ellos a Francia donde estudia epigrafía hebraica y asiria. Junto con sus estudios orientales y sus inmersiones en la Biblia, escribe poemas. En 1899 publica su primer libro, Le Poème de Décadence.

Aunque está lejos de su tierra, no la olvida y frecuentemente la visita. En 1914, después de una atormentada vida que relata en su novela La amorosa iniciación –publicada por el Instituto Mexiquense de Cultura en 2002– vive su gran visión intelectual y mística: "He visto el Sol Espiritual", dirá a sus amigos. Con la Revolución rusa, que lo priva de todos sus bienes y la proclamación, en 1918, de la República Lituana, Milosz solicita la ciudadanía lituana y se le nombra Encargado de Asuntos Extranjeros en París. Diplomático, hasta el penúltimo año antes de su muerte (1939) en que se retira de su cargo para concluir su exégesis de Apocalipsis de San Juan, iniciada en 1932 y publicada bajo el título de La clef de l’Apocalypse, muere de una embolia en Fontanblieu.

Además de la novela La amorosa iniciación, editada por el poeta Félix Duarte, bajo la recomendación de Guillermo Fernández, el único lector que conozco en México de la obra de Milosz, sólo existe en español una antología de su poesía, publicada en 1959 por Fabril Editores con un prólogo hermético de Adolfo de Obieta y traducción de Lysandro Z. D. Galtier, miembro fundador de la Association Les Amis de Milosz.

La dificultad de la lectura de Milosz radica en su condición hermética que, como su nombre lo indica, implica la iniciación en lo que se llama la ciencia del misterio. Nadie, que no sea iniciado, puede descifrar los intrincados códigos que guardan sus secretos. Sin embargo, a fuerza de leer su poesía, uno descubre su corazón. Milosz sabe, como todos los grandes espirituales, que el fundamento de la existencia es el amor. Sólo el que ama puede hacer que la razón –camino del hermético que ha puesto todos los poderes de la inteligencia al servicio del misterio– conozca sustancialmente y sea guía en la búsqueda del principio mismo del Ser. Es esa inteligencia, arropada por el amor, la que recorre cada parte de sus poemas, como un camino hacia las profundidades más recónditas del misterio de lo que llamamos Dios.

Milosz, a diferencia de San Juan de la Cruz y de los grandes místicos epitalámicos, no describe su experiencia a través del análogo del Eros o de metáforas como la Noche o el Castillo. Fiel a su espíritu hermético nos conduce al Ser por un pedregoso y árido camino sembrado de imágenes deslumbrantes y de lenguajes oscuros y escarpados que guardan el conocimiento de los antiguos sabios y de las revelaciones primitivas. A través de sus poemas podemos contemplar los vestigios del Ser impreso en las cosas: los números, las proporciones, las armonías, las correspondencias entre los elementos, entre los abismos de lo alto y de lo bajo.

Además opino que hay que respetar los Acuerdos de San Andrés, liberar a todos los zapatistas presos, derruir el Costco-CM del Casino de la Selva y esclarecer los crímenes de las asesinadas de Juárez.
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