México D.F. Viernes 29 de octubre de 2004
José Cueli
Acuerdo en la infidelidad
Cuenta el escritor sicoanalista Pierre Le Roy, la siguiente versión de un amigo. Esta era la mujer de un marino que se quedaba en el mar durante largas semanas, en ocasiones meses enteros. Una mujer que amaba a su marino lo que no impedía a ella hacerse las preguntas que se habría hecho Penélope, durante el curso de las travesías marineras. ƑCómo evitar ser engañada? ƑCómo evitar aquello de que en cada puerto una sirena?
Esos misterios me aventajan se pensaba la ''marinera". Si las pulsiones de mi marinero son irreprimibles, por qué no controlarles esa capacidad, organizando, a distancia el apaciguamiento sexual de su marido. Dándole las oportunidades correspondientes a los puertos que tocaría en cada viaje. Diez permisos por viaje. En medio dos permisos por cada 10 días. No una visa para el nirvana, pero teniendo en cuenta, los imperativos de la pulsión, un auxilio eficaz contra esas travesías ''infinitas".
La ''marinera" astuta e imaginativa o práctica, realista, resignada, había constituido un pacto con el que nadie era dañado, él, en las exigencias de su cuerpo, ella, en la confianza de la palabra dada y respetada.
ƑNo está usted celosa?
ƑCelos de que? Se puede hacer una declaración de amor a un hoyo, al infinito?
No se besa a una amante como a una esposa. Una desconocida como una relación antigua. Una mujer prohibida como una mujer libre. Una reina como una puta.
Una monja como una libertina.
''Y es que en la práctica del sexo, estas ganas que implican un acto y su fantasma, son sometidas a nuestra ignorancia, a las modulaciones de la lengua, a las modalidades de un discurso de donde emerge la idea que uno se hace del otro. De su deseo que, como espejo, confiere intensidad, adormecimiento, exasperación. O por relación, una situación singular, única, sin duda su abrasamiento absoluto'' dice Le Roy (Le dessire, Ed. Plan. 2001).
ƑEn última instancia siempre hay un acuerdo triangular en la infidelidad?
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